miércoles, 17 de abril de 2019

Camino de Eamus - fan fic del mdt


Camino de Emaus.
Parte final
Continuación de "Barrabas".

El sol de primavera ya se adivinaba en el horizonte mientras Pacino y Amelia desayunaban en la fonda en la cual estaban alojados junto con Alonso.
Pobre Alonso, la crucifixión le había afectado mucho. Costaba creer que se quedara parado al pie de la cruz sin atinar a hacer nada, él, tan de armas tomar, de pronto se comportaba de esa manera tan extraña que resultaba desconocido.
Desde aquella tarde en el Gólgota ya no era el mismo. Casi no comía, no hablaba, no dormía,  no se movía más allá de lo estrictamente necesario, estaba en un estado que comenzaba a preocupar  a todos.
Sobre este tema cavilaban Amelia y Pacino mientras terminaban la pitanza, cuando apareció Alonso, viniendo de la zona de habitaciones. Nadie que lo viera reconocería en él al bravo soldado de los tercios, hombre de guerra curtido en los campos de Flandes mientras servía al rey y en mil peripecias a través del tiempo, desde que ingresara en el ministerio.
Vestía un simple sayo de tela burda atado a la cintura con un cordel. Como todo calzado llevaba unas simples sandalias, nada más alejado de sus omnipresentes botas.
-          Alonso – Saludo Amelia sorprendida, con una leve inclinación de cabeza
-          ¿Cómo va compañero? – pregunto Pacino
-          ¿Compañeros? – se pregunto él.
-          No, ya no más. Hasta aquí llego yo. – Aclaro negando con la mano.
-          ¿Qué dices pedazo de hombrote? –
-          Lo que oís, hasta acá he llegado. Ha sido un gusto conoceros compañeros. De aquí en más seguís sin mi –
-          No puedes abandonar, debes acompañarnos de regreso a España – intento ordenar Amelia
-          Lamento decepcionaros señora, pero ya no tenéis poder sobre mí persona. Soy un hombre muerto y nada podéis ya contra mi –
-          Pero ¿¡que dices!? – le increpo Pacino al tiempo que intentaba darle una palmada en la espalda. Alonso la evito violentamente amenazando 
-          No me toquéis –
-          Vamos Alonso, ¿Qué te esta pasando? – pregunto dando un paso atrás, si no con temor, si con precaución.
-          Nada solo que el hombre que conocíais ya no existe. – filosofo – Toda mi vida serví a mi rey y a mi Dios, el primero era un hombre y poco se puede esperar de los hombres, pero el segundo…el segundo…- y no dijo más, una nota de angustia le atenazo la garganta ahogando las palabras.
En silencio, sin decir otra palabra salió a la calle y desapareció de la vista.
-          Espera, ¿A dónde vas? – Pidió Amelia tendiendo la mano hacia él en un vano intento de retenerlo.
-          ¿Qué hacemos? – pregunto angustiada, mirando a Pacino con desesperación.
-          Pues, seguir tu plan, tratar de llegar a España y conseguir ayuda del ministerio. –
-          Tienes razón, solos no podremos hacer mucho. Vamos – acepto al tiempo que se incorporaban.
-          Disculpa que insista ¿Estás segura de lo que hacemos? – dudo el policía.
-          Ya te he dicho que no, pero ¿Qué otra cosa podemos hacer? – cuestiono
-          Si, tienes razón, de alguna forma tenemos que salir de aquí –
-          Así es, por suerte en esta época ya existe Hispania, si llegamos hasta ella tenemos alguna posibilidad que desde el ministerio nos den una mano – anhelo Amelia
-          Espero que ya sepan lo de la explosión y nos estén buscando –
-          Esperemos -
-          Repacemos el plan ¿lo tienes claro verdad?– pidió al salir de la taberna.
-          Por su puesto, ¿Qué crees? –
Como toda respuesta Amelia levanto una ceja y le miro significativamente
-          Bueno, vale. Tú eres la hija de un comerciante hispano, que es enviada a casa de regreso por su padre y yo soy el sirviente encargado de protegerte. ¿Conforme? –
-          Bueno, adelante, y recuerda, no hables, déjame a mí, tú no conoces la lengua. – advirtió Amelia mientras, a sus espaldas, Pacino hacia una morisqueta burlona que por suerte ella no vio.
-          Tenemos que averiguar cómo ir de aquí a algún puerto desde el cual podamos seguir viaje a Grecia, o, con un poco de suerte a la misma Roma, ya allí veremos cómo seguimos a España –
-          Si no recuerdo mal en esta época las comunicaciones dentro del imperio eran bastante buenas – comento Pacino, más para hacer notar que sabia algo del momento que por otra cosa.
-          Ojala así sea – deseo Amelia
-          Si, será algo incomodo, pero nada más. Lo que me preocupa en serio es Alonso – comento volviendo al tema que los ocupaba.
-          Pobre, la crucifixión de Jesús lo ha dejado muy mal. No recuerdo haberlo visto nunca así, ni siquiera cuando descubrió la verdad sobre su abuelo –
-          Espero lo supere.-
-          No sé, es un hombre algo “rígido”, que de pronto ha visto como las bases de sus valores se derrumbaron ante sus ojos –
-          Bueno, es que creo que todos esperábamos ver a Jesús resucitado…y hasta aquí nada que sepamos – comento Pacino con un dejo de decepción en la voz.
Sin más apuraron el paso para llegar al palacio del gobernador con tiempo para ser atendidos.
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A media mañana Alonso se encontraba sobre el camino, saliendo de Jerusalén al norte.
Al poco de estar en el se le acerco otro caminante que iba en su misma dirección
-          Buenos días, ¿le acompaño? –
Como toda respuesta Alonso alzó los hombros en claro gesto de que le daba lo mismo.
-          ¿Para donde va? – pregunto el compañero luego de caminar a su lado una decena de metros
-          A donde mis pasos me lleven – fue la lacónica respuesta
-          Entonces, ¿de donde viene? – volvió a preguntar el otro, que obviamente tenia ganas de hablar, cosa que el soldado español no tenia, por lo que se limito a indicar con el pulgar por encima de la espalda, apuntando hacia Jerusalén.
-          ¿Y antes? –
Alonso se paro en seco y encaro al “pesado” ese para ponerlo en su lugar. Pero no pudo, por alguna razón el hombre le inspiro compasión, apego, empatía…no sabia, y en vez de dejarlo parado con alguna salida destemplada se escucho a si mismo contándole la verdad
Y fue como romper la compuerta de un embalse, una vez las palabras empezaron a salir ya no las pudo parar.
Mientras caminaban el otro escuchaba atentamente y solo muy de vez en cuando interrumpía para hacer alguna pregunta pertinente
-          …y resulto que mi abuelo era todo lo contrario de lo que mi padre me había hecho creer…-
-          Bueno, es que muchas veces los hijos suelen idealizar a los padres, aunque no siempre, otras veces los demonizan con igual facilidad –
-          Pues el mío idolatraba al suyo. Contando sus ideas de él me hizo creer en todo eso del honor, el sacrificio y esas cosas que en este mundo a nadie le importan –
-          ¿Y a ti? –
-          A mí si me importan, he puesto mi vida en juego por ellas…- casi grito.
Y así, conversando de esto y aquello siguieron levantando polvo en el camino.
-          …pero lo que más me ha jodido ha sido esta semana. Ver como la canalla pedía a gritos ¡y le daban!, la liberación de un asesino confeso mientras nadie hacia nada para evitar el suplicio de un hombre bueno y justo …. – solo recordar las escenas le hacían hervir la sangre
-          …Es que así tenía que ser para que se cumplieran las escrituras…- explico el circunstancial compañero de camino.
-          Las escrituras, las escrituras…siempre lo mismo. Cuando no saben que decir es eso o aquello de la voluntad de Dios o…todos dicen lo mismo, pero ¿Quién conoce en verdad la voluntad de Dios? – Le increpo
-          No se, yo seguro que no – se atajo el otro
-          ¿Entonces? – cuestiono.
En vez de contestar el otro pareció cambiar de tema. Viendo unas rocas a la vera del camino, unos pasos más adelante, le invito a sentarse, al tiempo que sacaba un pequeño obre y le convidaba.
-          Me dices que eres soldado – comento mientras recibía el obre que le devolvían.
-          Era, cuando estaba vivo – soltó con amargura Alonso, secándose una gota de rojo vino que le caía de la comisura del labio.
-          Cierto que ahora estas muerto- acepto con condescendencia el compañero de camino, para luego preguntar
-          Pero dime, si estás muerto ¿entonces quien levantaba polvo con tus sandalias mientras caminábamos? –
Alonso fijo momentáneamente su vista en las huellas dejadas.
-          Está bien ¿y que si soy soldado? –
-          Nada, solo curiosidad. ¿has participado en alguna batalla? –
-          ¡¿Qué si peleado alguna batalla?! Miles, para que sepáis señor y siempre en primera línea – desafió con orgullo
-          ¿Y te han herido alguna vez? –
-          Por su puesto, mira aquí y aquí y… - conto mostrando las cicatrices que lucia.
-          ¡Qué bárbaro! – exclamo el otro – y seguro que habrás visto morir mucha gente –
-          Más de las que quisiera –
-          ¿Algún compañero? –
-          Varios – se entristeció
-          ¿Y qué hiciste ante eso? Digo, cuando te hirieron o viste morir algún camarada.- comento tratando de verlo a los ojos. Como Alonso siguiera con la vista baja y nada dijera insistió
-          Te habrás vuelto a tu casa, supongo. Por lo menos yo lo hubiera hecho. Supongo que todos harían lo mismo, pudiendo hacerlo –
-          ¡No, todos no!. ¡Solo los cobardes huyen del campo de batalla! – se enfureció y, poniéndose tieso, levanto la vista, haciendo contacto visual con su interlocutor.
Entonces este sonrió, sabiendo que el soldado había entendido. Luego, poniéndose de pie dijo
-          Debo irme, ahí se acercan Cleofas y su compañero, debo acompañarlos a Eamus –
Alonso seguía tieso aun sentado en la piedra al costado del camino.
-          Vamos Alonso, levántate y anda – le dijo Él tendiéndole la mano para ayudarlo a incorporarse.
Al tomarla Alonso noto la yaga en su palma.
-          Ya has resucitado. Ahora ve, tu gente te necesita – saludo el hombre y se alejo para seguir camino con los recién llegados,
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-          ¿Cómo que no nos va a ayudar? - Salto Pacino ante el oficial romano, olvidando el consejo de Amelia
-          Quid dicis labore sudatum est? (¿Que dices escoria?) – Espeto el soldado con mal talente
-          Veniam in me domine, et non intellegetis et linguae (Disculpe señor, no entiende el idioma)  – se excuso Amelia al tiempo que, tomando del brazo con fuerza a Pacino, lo sacaba al patio
-          ¡¿Qué has hecho insensato?!-
-          ¿Qué qué he hecho? ¿¡No has visto como se te insinuaba ese!?. No nos pensaba ayudar solo quería aprovecharse de ti – seguía enojado
-          ¿Y te crees que no se defenderme sola? – Cuestiono Amelia mas enojada que él
-          Si, como te “defendiste” de Lope – gruño para si
-          ¿Qué dices? –
-          Nada, nada -
-          En fin. Ahora no solo no nos ayudaran si no que hasta corremos peligro de que nos encarcelen –
-          Por muy romano que sea no le voy a permitir tomarse esas libertades –
-          Te estás comportando como Alonso… -
-          ¡Alonso!. Sera mejor que volvamos a ver como sigue, mientras se nos ocurre otra salida –
Al llegar a la posada lo encontraron esperándolos ya vestido como de costumbre
-          Vamos – les urgió
-          Tenemos que volver a España –
-          No es posible, aquí no hay puertas – dijo Amelia
-          Si, si que la hay – y dirigiéndose a Pacino
-          ¿Recuerdas cuando vinimos con el emperador? (1) – En esa misión Amelia no había participado, por lo menos no directamente.
-          Cierto – Recordó Pacino y acompañado de Amelia siguieron a Alonso hasta el templo donde encontraron la puerta, tal como la recordaran
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Ya en la cafetería del ministerio Alonso contaba por enésima vez su aventura. Amelia prestaba atención, pero su semblante expresaba consternación.
-          Y tu hablaste con ese hombre sin problemas –
-         -  Así es, tal como dije –
 -          Pero tú no sabes arameo ¿o sí? –
-          No, para nada, conversamos en la preciosa lengua de Cervantes, que para eso Dios nos la ha dado –
-          Sí, nos la dio Dios…pero casi 1500 años después de tu “conversación” –
En eso apareció Angustias invitándolos a pasar a la oficina del jefe, que los recibiría en ese momento.
Estaban de vuelta en casa de nuevo.
Córdoba – Argentina
17 de Abril 2019
Omar R. La Rosa
El Escribiente
@ytusarg

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(1)    “Tiempo de Realeza – año 7 aC – reyes por un tiempo”  (volver) https://ytusarg.blogspot.com/2017/01/tiempo-de-realeza-ano-7-ac-reyes-por-un.html

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