El gato de Schrödinger
Cómo llegue, o no llegue aquí, es algo que aun no termino de entender, y, aunque creo que siempre lo supe, dudo saberlo alguna vez.
Suena raro, pero no lo es. Usted puede pensar que desvarió o que tengo un severo trastorno de bipolaridad, y quizás tenga razón. Aunque es igualmente seguro que no la tenga.
Pero no quiero volverlo loco con mi historia…si es que aun no lo esta.
Como toda historia esta también tiene un principio, o debería tenerlo. Supongamos que lo tiene, si esto es así ese principio esta perdido en las tinieblas del tiempo, durante mi lejana juventud.
En esos años yo era un estudiante más de la catedra de física cuántica dictada por el profesor Smetnje (interferencia, en croata), un viejo croata emigrado, como tantos, al terminar la segunda guerra mundial, huyendo de los comunistas y de las represalias hacia quienes apoyaron a los alemanes.
Mencionó este dato biográfico del difunto profesor porque ahora, años después, pienso que esa aparente dualidad de defensor de la libertad y presunto colaborador nazi marco su vida e influyo en los sucesos que me han tocado vivir.
Como todos ustedes saben a principios del siglo XX había una gran controversia en torno a una serie de nuevos fenómenos difícilmente explicables a partir de las leyes de la física clásica.
Más o menos la cosa es que en algunos experimentos, a nivel subatómico, los resultados denotaban comportamiento de onda o de partícula.
Es decir, fuera lo que fuera que generara los resultados obtenidos, se podía explicar diciendo que lo mismo era una partícula…o una onda. Esta dualidad genero una importante controversia durante la conferencia de Como, Italia. Esta “controversia” paso a la historia como “interpretación de Copenhague”, por el lugar de nacimiento de uno de sus principales participante e intenta reconciliar el contra intuitivo dualismo material de "onda" y "partícula" de un modo adecuado a la comprensión humana.
Este “contra intuitivo” concepto de onda y partícula y sus intentos de explicación dio lugar a la famosa “paradoja del gato de Schrödinger” mediante la cual el famoso físico austriaco trataba de poner de manifiesto “lo extraño” que resultaba pensar en un gato que estaba “vivo y muerto” a la vez.
Sé que no hace falta aclararlo, pero resumiendo, la paradoja explica que no podemos saber que pasa dentro de la caja que contiene el gato hasta que observamos dentro de ella, por lo que, hasta tanto lo hagamos el gato puede estar a la vez vivo y muerto, pero, una vez que lo hagamos, el resultado será uno y solo uno. El gato estará vivo o muerto, pero no vivo y muerto a la vez.
Esta condición dual se conoce como superposición y se destruye al tratar de observarla.
Dicho de otra manera, nos encontramos ante eventos que no se pueden medir, pues el simple hecho de medirlo altera los resultados.
¿Se entiende? ¿Cómo una cosa puede estar pasando y a la vez no estar pasando? Y ¿Qué gracia tiene un experimento que no se puede realizar?, o mejor dicho, ¿De qué sirve un experimento que no se puede contrastar?
Pues bien, sucedió que una mañana de verano, en un hospital al que había concurrido por una niñería me pasó lo que me pasó. En la administración me habían dado el numero B 18, así que me senté en la sala a esperar que me llamaran. Mientras lo hacía leía un artículo, otro más, sobre la experiencia del famoso “gato”.
Mientras me entretenía con la lectura no dejaba de observar el cartel indicador, no fuera cosa que perdiera el turno.
Por más que observaba el B 18 no aparecía, aunque de pronto si apareció el B 19.
Como suele suceder que los casos se asignan a los médicos de acuerdo a la especialidad, puede pasar que el facultativo que atendería el B 19 se desocupara antes que el que atendiera los de mi tipo, por lo que al B 18 no lo llamaban. Sin embargo, al cabo de unos minutos y viendo que el único en la sala era yo, me empecé a inquietar.
Fue ahí que el médico salió de su consultorio y me llamo para preguntarme que porque no atendía al llamado…¿Cómo explicarle que habían llamado al B 19 y yo tenía el B 18?
Resignado me levante para acudir al llamado…y, mientras lo hacia caí en la cuenta de que, hasta antes de que me hablaran, estaba sucediendo una “superposición”, ya que al mismo tiempo me estaban llamando y no me estaban llamando.
Alguien que hubiese estado fuera de la sala no podría saber si me estaban llamando o no, porque las dos cosas estaban pasando al mismo tiempo. Recién cuando el doctor abrió la puerta de su consultorio y observó la sala, la superposición desapareció y quedo valido uno solo de los estados, me estaban llamando.
En la vida real existen infinidad de casos que “parecen” tener esta dualidad, pero en ciencias no podemos decir “parecen” si eso no es algo verificable no sirve, así, mientras filósofos e intelectuales varios pueden pasar sus vidas argumentando sobre cosas que no pueden comprobar, los físicos en ingenieros dedicamos nuestros esfuerzos a idear experiencias que permitan comprobar las cosas, en vez de solamente discutirlas.O así debería ser, porque no se puede afirmar sin comprobarlo, y al hacerlo será que si o que no….
- ¿No les parece? – pregunté tontamente a los dos enfermeros que ajustaban tras mi espalda las mangas de la camisa que me acababan de colocar.
Aunque no podría afirmar tal cosa sin realizar algún experimento que pudiera comprobarlo…