domingo, 10 de marzo de 2024

En el Subterraneo - sesión de catarsis

 
Subterráneo

Hace frio, es lógico estamos en Junio, pero acá abajo se está bastante bien.

No es que el subterráneo sea un lugar muy agradable ni que yo me este refiriendo al medio de transporte en que estoy ahora, pero la reflexión vale igual.

Y es que después de todo un día expuesto a la intemperie de la ciudad y su mundo tan ajeno a mí, descender a esta “cueva” casi matriz es un bálsamo que disfruto.

Aquí abajo, sentado en el viejo banco, arropado con mí apolillado sobretodo, que me abriga más al no estar expuesto al helado viento y la fría indiferencia citadina, casi me siento bien.

Aquí puedo entrecerrar mis ojos sin que a nadie le importe (el pobre viejo se está durmiendo) y dejarme llevar a mi mundo, ese en que nací, con valores, con gente de bien orgullosa de tener un trabajo y una familia, con una mujer que lo espera y niños correteando por ahí…y puedo ver a mi abuelo, disfrutando del solcito de la tarde, sentarme a su lado y escuchar sus historias.

“Cuando sea grande quiero ser como vos abuelo…”

Y ya ves, soy grande, físicamente me parezco a vos, al recuerdo que tengo de vos, pero ahí acaba todo, el mundo es otro, casi no hay niños, no hay nietos a los que contarles historias, no hay familias…

-          Señor, señor, termino el recorrido –

-          ¿Eh? A sí, sí, gracias -

Me levanto, ajusto mi saco, me pongo la careta de hombre civilizado, que no me da para una sonrisa, y salgo nuevamente al exterior, a seguir fingiendo hasta que el viaje efectivamente termine.

© Omar R. La Rosa 10/3/24

domingo, 11 de febrero de 2024

Palabras Atávicas -

 Palabras atávicas

Hay palabras atávicas, palabras cargadas de significados que exceden largamente su mero sonido y la imagen directa que evocan.

Palabras que hasta da temor pronunciar, porque al solo hacerlo rompen el encanto de la imagen que las llama.

Puedo pintar con letras el paisaje que las engloba, como lo hago ahora viéndote alejarte de mí, con paso felino y andar etéreo, provocadora.

Puedo describir la suave curva en que termina tu espalda, y como de pronto un borbotón de vida le da forma de deseo, para precipitarla en lo más profundo de tu ser femenino, descendiendo hasta la naciente de tus piernas.

Puedo imaginar mil maneras de describir tus dedos apenas posados sobre la loza, como acariciando el pocillo de café con los restos del preludio que te trajo a mí, pero no puedo pronunciar la simple palabra que describe lo que ahora me muestras, la que por sí sola grafica la imagen que me regalas en este momento.

Y no lo hago, porque temo el poder de la misma.

Temo perder tu amada imagen, temo que la vista de tu espalda sea la de tu partida y no solo el ensayo de tu regreso.

(c)
Marcial Apuleyo