sábado, 19 de noviembre de 2022

Carbón - un policial sin misterio

El presente relato marca el inicio de una nueva aventura de Albóndiga triste, aunque ella aun lo ignora

Carbón


El artesano, un viejo artrópodo, se maldecía mientras trabajaba en su obra.

-        Carbono, puro, de muy buena calidad, pero ¡Solo carbón! – se decía mientras con uno de sus apéndices centrales y un delicado pincel, digno de más valiosos materiales, juntaba las diminutas virutas del desbaste.

Normalmente ese desecho podía representar una paga extra.

Eventualmente el cliente reclamaba los restos del material usado en la joya. En esos casos, con mucha precisión y sobrado arte, juntaba en un recipiente algo de esto y un poco de aquello, mientras parte del material original se perdía en la “hendidura especial” que tenía en su mesa de trabajo.

Esto reducía las “ganancias” pero dejaba contento al cliente, lo que le daba la fama de que disfrutaba.

Pero no era este el caso.

-        ¿Quién me habrá mandado a aceptar este trabajo? – se quejaba olvidando que si había un culpable era él, y su codicia.

-        ¡Cómo me engaño el bastardo! – maldijo recordando el día de la semana pasada en la que el cliente había llegado hasta él.

Se encontraba en el bar disfrutando su néctar de flores, (locales, porque no era cuestión de dilapidar las ganancias en placeres exóticos) cuando el sujeto apareció frente a él.

Sin pedir permiso si quiera, se sentó a la mesa y lo observó durante unos segundos.

Él no necesito mucho para calibrar al recién llegado, humano (esto no le agradó), ropas de calidad, manos cuidadas, joyas y perfume… perfume que le llevo algunos segundos identificar. Un sibarita como él con un amplio conocimiento en la materia a veces tenía que hacer un esfuerzo para catalogar correctamente algo.

Cuando lo logró, el corazón, o lo que cumpliera esa función, le dio un vuelco. El extraño solo podía ser un “noble” de la casa real. Por más que tratara de disimularlo, ese perfume solo se obtenía en palacio.

La conversación que siguió no fue muy larga, obviamente al humano le desagradaba tanto estar frente a él como a él tenerlo sentado a su mesa.

Luego que el extranjero se convenciera que estaba frente a quien buscaba sacó de entre sus ropas una cartera, de la cual extrajo un plano tridimensional del objeto que quería reproducir.

Calibró lo que se le pedía, y a quien lo hacía. Esta gente tenía sobrados medios para hacer cualquier cosa que quisiera, pero una pieza como esa requeriría una programación especial para ser maquinada y los profesionales capacitados en la materia estaban rigurosamente controlados. De esto dedujo que lo que se le pedía no era del todo legal… Eso jamás le había importado. ¿Quién era él para rechazar un trabajo?

Calculó el tiempo y el esfuerzo que le demandaría el trabajo, por las dudas le agrego un 10% y le comunico la tarifa al hombre, que la aceptó sin pestañear siquiera…cuando lo normal era que regatearan.

Eso solo ya le hizo arrepentirse, pero palabra dada y aceptada era un trato y su reputación dependía de eso.

Fue al día siguiente, cuando un cadete le trajo el material sobre el que debía hacer la obra, que su decepción llegó al punto en que puso a prueba su profesionalismo.

Y ahí estaba ahora, frente a ese pedazo de “carbón” terminando una de sus mejoras obras de cincelado sin ninguna ganancia extra.

-        ¡Qué estropicio! – se dijo al fin.

Semejante belleza no iba a durar mucho, la innoble calidad del material haría que pronto se degradara y arruinara.

Si tanto les interesaba tener una pieza carbono en vez de una estructura amorfa podían haber elegido una cristalina. Más resistente y duradera.

-        Sí, esto hubiese quedado mucho mejor sobre un diamante ­­– murmuró mientras aun contemplaba su obra, sin advertir que el humano ya estaba parado allí, frente a él.

-        Aquí esta su encargo – le dijo, ofreciéndole la pieza terminada, para que la aprobara.

Con cuidados movimientos el hombre apartó su capa y sacó, de entre sus ropas, un pequeño analizador. Colocó la piedra tallada en él, esperó unos segundos, hasta que la máquina aprobó la copia y la aceptó.

Sin decir palabra sacó un grueso fajo de billetes que el artrópodo aceptó a regañadientes.

-        Verá caballero, ha habido ciertos inconvenientes que han incrementado mis costos…– ensayó un comienzo de regateo, que obviamente no agradó al cliente.

La expresión del mismo le hizo arrepentirse de la jugada, sin duda era alguien acostumbrado al mando ciego que no concebía si quiera la idea de que alguien lo cuestionara.

-        Pero, tratándose de su excelencia los asumirá la casa…– aflojó el insecto, mientras guardaba la paga en un cajón. Por lo menos era en efectivo y podía no declararla al fisco…algo era algo.

Manteniendo el silencio de toda la visita el hombre colocó la talla en una caja de cartón común y corriente, muy apropiada al escaso valor de la misma, que no tenía nada que ver con el precio pagado, y se retiró del local del orfebre.

De paso por el astropuerto la dejó en una gaveta predeterminada y radió un mensaje. Luego subió a su nave y desapareció de escena.

Mientras, en su taller, pasado el sofocón que le diera la visita, el artrópodo sacó los billetes y los contó pacientemente, solo por el placer de hacerlo, pues si hubiera faltado alguno ni soñar con reclamarlo.

Cuando hubo terminado los colocó en la caja fuerte y se fue al lavabo a higienizarse antes de concurrir a la taberna donde normalmente cenaba.

Parado frente al espejo notó la extraña mota amarilla…la miró con detenimiento y observó otra más, y otra…el terror asomó en sus facciones mientras se las frotaba frenéticamente con el agua del grifo…en vano, cuanto más trataba de sacarlas, más crecían…en pocos minutos el hongo lo había cubierto completamente, acabando con su vida.

A varios pársecs de allí el hombre sonreía satisfecho, un limpio trabajo, sin testigos, había sido terminado.

Ahora a esperar que el transporte se hiciera sin altibajos y la pieza llegara a destino, donde la esperaban.

jueves, 10 de noviembre de 2022

Jeroglíficos - basado en hechos reales

 

Jeroglíficos



En la jefatura de detectives, de la policía de la provincia de Córdoba, era bien entrada la madrugada cuando los oficiales Hound y Segugio se vieron obligados a aceptar el fracaso de la pesquisa.

Llevaban horas revisando escritos sin lograr obtener información alguna.

- Colega – aceptó Segugio – esto es imposible de descifrar –

- Ufff, tienes razón Ivo – Hound si permitió esa pequeña familiaridad con su compañero, pues se sentía igual de abatido.

- ¿Qué podemos hacer? El comisario Gomez llegara de un momento a otro y no le tenemos nada – se escuchó la queja, justo cuando el ordenanza ingresaba a poner orden en la oficina antes de la llegada del resto de la dotación.

- Buenos días – saludó rutinariamente, antes de advertir la cara de abatidos de los dos oficiales - ¿A que esas caras muchachos? –

- A esto – dijo desesperado Segugio casi arrojando las carpetas con los escritos en cara del ordenanza – llevamos toda la noche revisando y nada –

- Ni un nombre, ni una fecha, letra ilegible – Hound continuó la queja - Errores de ortografía que asustarían hasta a un analfabeto – sentenció al final, sin advertir que el hecho de que él los advirtiera era por demás significativo.

Pacientemente el conserje tomo la carpeta y, luego de ajustarse los anteojos, ante el asombro de los policías, comenzó a leer lo ilegible.

No perdieron la oportunidad, por alguna mágica razón el viejo de la maestranza estaba haciendo en unos minutos lo que ellos no habían podido hacer en toda la noche.

- ¿Cómo lo hace? – preguntó Segugio asombrado.

- Entrenamiento detective, entrenamiento –

- ¿Y donde entrena? –

- En la secundaria – aclaró el hombre – soy docente de 5º año. No sabe lo que es corregir los trabajos de esos chicos –

- ¿Y qué hace limpiando oficinas a esta hora? – quiso preguntar Segugio, pero calló, la respuesta era clara. Lo que le pagan a un docente no da para mucho.

Más pronto que tarde terminaron en el informe. Minutos después, lo entregaron al comisario y pudieron retirarse a sus domicilios con la satisfacción del deber cumplido.

(c) Omar R. La Rosa

 8/11/22

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sábado, 5 de noviembre de 2022

No signal - una pequeña gran molestia

 
No signal

¡De no creer! ¡Esto no podía estar pasando!

Molesto camino de un lado para otro

¡Nada!. ¡Absolutamente nada!. Inadmisible.

Al borde de la desesperación oteo el horizonte, su vista recorrió los 360º en busca de algo que le diera alguna esperanza, pero todo era igual, nada sobre salía.

Ya sin nada que perder subió dificultosamente por la suave cuesta que tenía delante y en su cima lo volvió a intentar.

El mismo resultado. Derrotado se dejo caer, sin saber qué hacer.

Internamente maldijo al desgraciado que aprobó la idea.

Él y varios más se habían opuesto, sabían que esto iba a pasar, que en algún momento sucedería, pero claro, los que tomaban las decisiones eran los burócratas y ellos rara vez despegaban el trasero de sus cómodas sillas tras los escritorios, ninguno de ellos salía al exterior, como tenían que salir los exploradores…

Pero, ¿a que lamentarse? El sistema había sido licitado y todas las comunicaciones tuvieron que ajustarse al pliego de la empresa prestataria…

¿Dónde estaría esa cabrona ahora? Se preguntó retóricamente mientras se volvía a incorporar.

¡Estaba fuera del área de cobertura! y no había forma de pedir que lo vengan a buscar. Tendría que caminar hasta la nave.

9/6/22