viernes, 21 de mayo de 2021

Albóndiga Triste - a buen entendedor pocas palabras.

 

 

El ambiente en el interior de la taberna era entre festivo y serio. Según la mesa que se mirara.

Por ejemplo, al centro del salón, había una mesa de mus donde varios parroquianos pasaban el tiempo entre cruce y cruce de barajas españolas. Por su aspecto eran mineros de las lunas exteriores, gente normalmente tranquila, muy distinta a los parroquianos de la mesa del costado derecho, cerca de la salida de emergencia, unos parroquianos serios, vestidos de negro, de aspecto cadavérico…típico de la hermandad, un grupo de vagabundos interestelares poco recomendables.

Al costado izquierdo, cerca de la escalera que daba a los cuartos superiores, varias damas de distintas especies, conversaban animadamente, dispuestas a prestar auxilio a los parroquianos que pudieran requerirlo.

Mientras en la barra varios parroquianos bebían, conversando, como el grupo de marcianos en tránsito o en silencio, como él humano ese acurrucado en el extremo más alejado y menos iluminado, como si quisiera pasar desapercibido.

La música, alegre y las meseras recorriendo el establecimiento con bandejas repletas de pedidos completaban la escena mientras un octópodo pelado y viejo, con un deslucido delantal, serbia tragos a ocho manos.

O sea, una noche normal en cualquier cantina de la frontera del sistema…hasta que, de pronto, casi sin hacer ruido, como en una exhalación, se abrió la puerta bar que separaba el cálido interior de la fría bahía de desembarco y entro por ella una pequeña figura.

Mediría más o menos un metro y sesenta, de aspecto indefenso y débil, aun bajo el capote con capucha que la cubría de pies a cabeza.

Contrariamente a lo esperable, entro sin titubear, tan solo demoro unos segundos hasta que sus ojos se acostumbraron a la iluminación interior y captaron su objetivo.

Su actitud no paso desapercibida, mágicamente las barajas (y el dinero) desaparecieron de la mesa de mus, en prevención de posibles pérdidas.

Las alegres damas guardaron lapidario silencio, e incluso hubo quien quiso deslizarse fuera del salón, pero no lo hizo, retenida por una compañera y la cara de terror de todas temiendo lo que podía pasar si la figura recién llegada notaba la huida.

Los compañeros de la hermandad se pusieron más serios, si es que eso fuera posible. E incluso los marcianos guardaron silencio y se hicieron a un lado, aunque no supieran de qué iba todo eso.

El octópodo, prudentemente, se escondió tras un mamparo blindado.

Sin pronunciar palabra, sin mirar para ningún lado que no fuera el oscuro final de la barra caminó, pausada y segura, hacia donde el humano permanecía impávido con su trago a medio beber.

Cuando estuvo frente a él dejo caer la capucha, para que no tuviera ningún problema en saber quien lo encaraba, por si eso hiciera falta.

Todos pudieron observar así el blanco transparente de su piel resaltando contra el marco renegrido de su cabello suelto y los pendientes rojo sangre que daban una nota de tétrico color al cuadro que presentaba.

Todos vieron esto, pero solo él pudo ver lo más importante, sus ojos.

El silencio reinante se hizo más espeso entre ellos y no se rompió hasta que ella musito, interrogativamente, una sola letra

-          ¿Y? –

El hombre respiró hondo y apuró el final del trago. Luego sin decir palabra, la siguió y ambos salieron del bar.

Cuando la pareja se hubo ido volvió la música y cada uno retomo su actividad. Los compañeros de la hermandad recuperaron su adusto semblante, relajando los dedos de los disparadores de sus armas. Los mineros volvieron a la suspendida partida y las damas retornaron a su dialéctica espera de parroquianos que las requirieran.

Solos los marcianos siguieron en estado de “extrañeza” sin atreverse a indagar sobre  lo que acababan de vivir.

El octópodo, compadecido, les aclaró indicando hacia la mujer que se había retirado en compañía del humano.

-          Albóndiga Triste – como si eso solo fuera suficiente para explicar todo.

Y debía serlo, por lo menos para todos los parroquianos, pero no para los marcianos que siguieron tan en ascuas como antes.

© Omar R. La Rosa

Córdoba – Argentina

20 de mayo de 2021

 

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sábado, 8 de mayo de 2021

Presencia - Nunca se esta completamente solo...

 

Presencia

 

Llevaba horas sentado frente al panel de instrumentos, estaba aburrido, no cansado. En esa etapa del viaje había poco que hacer.

Bostezando ostentosa y ruidosamente, se estiro liberando alguna flatulencia, para luego acomodarse nuevamente. Ventajas del viaje en solitario.

-          Muy bonito – escuchó una femenina voz de reproche tras él.

Contuvo la respiración mientras aguzaba el oído, no había, no debía haber nadie más en la nave.

Sin embargo, por alguna razón, un sexto sentido tal vez, aunque el silencio no volvió a romperse estaba seguro de que una presencia le observaba.

Y así era, al darse vuelta casi se muere del susto. Ahí, a unos pasos tras su butaca estaba la mujer, o algo con apariencia de mujer, observándolo reprobatoriamente.

-          Que estés solo no te autoriza a portarte como un chancho, eres ofensivo – esto último lo dijo frunciendo la nariz, como quien desecha un mal olor.

Su mente trabajo febrilmente, ¿Qué era eso?¿Como podía estar allí? Y lo más preocupante, ¿Qué intensiones tenia?. De reojo busco algo con que defenderse, pero el suyo era un vuelo científico, una breve jornada de observación en los anillos, no llevaba armas ni peso innecesario.

-          ¿No te vas a disculpar siquiera? – insistió la joven.

-          Sí, sí,  claro – dijo él mientras imaginaba que hacer, aunque más no sea para determinar que era ese ser que lo increpaba.

Una idea le surgió de pronto, había estado leyendo en la biblioteca de la nave una novela de terror, y pensó que quizás ese ser era algún vampiro, mutante, zombi algo así, tan normales en dicha línea narrativa, también había leído que la mayoría de esos seres solo vivían de noche y eran heliofobicos.

Así que, discretamente, oriento la nave para que la luz del lejano sol penetrara en ella e impactara directamente sobre la criatura, pero, lejos de desaparecer o verse afectada, brillo con una mágica luz. Mientras continuaba hablándole de cosas que ya no oía.

¡Fantasía! Se dijo a sí mismo, eso debe ser, estoy en un viaje de fantasía, con unicornios, brujas, hadas, elfos y cosas así. Recordando otras lecturas recito una letanía, especialmente redactada para romper hechizos, según había entendido.

-          ¿Qué dices? – preguntó la mujer, tratando de escuchar su recitado.

No, obviamente no era un personaje de un cuento de fantasía. ¿Qué era? Solo le quedaba recurrir a su último recurso, la ciencia.

Sin decir palabra se levanto y paso al lado de la criatura, rozándola discretamente.

-          ¿Qué haces? No me toques ¡macho primitivo! –

Tenía cuerpo, no era una aparición, ni un holograma, era real.

Con ella tras él fue al laboratorio (cocina, que en una nave de estudio el espacio no sobra), en la pantalla busco algo, estudio la formula, calibro las dosificaciones y dio comienzo al proceso.

-          ¿Estás loco? Sigues haciendo cosas extrañas. Me estas impacientando -  continuaba hablando el ser.

De pronto sonó una campanilla, se abrió una puerta y una aromática barra marrón apareció en el plato.

-          ¿Qué es eso? – seguía el ser articulando sonidos

-          Chocolate – dijo él como única palabra, cumpliendo la consigna de la batalla, entregándole la golosina.

El ser la miro con desconfianza, la olio y la probo…con evidente placer.

El experimento estaba en pleno desarrollo, sabía que no era un cuento de terror, ni de fantasía. Si ahora la mujer se mantenía en silencio sabría que se traba de un cuento de ciencia ficción.

-          Muy rico – dijo con amabilidad, antes de ver su reflejo en la pulida superficie de acero inoxidable. Cambiando el tono de voz le miro fieramente para volverlo a increpar

-          ¡Quieres que engorde Maldito! -

Fue tanto el susto que le produjo la expresión que vio en su cara que al final se despertó.

Sobresaltado se paro y miro para todos lados, a las desesperadas recorrió el escaso interior de la nave. ¡Vacía!, ¡estaba solo!. Respiro aliviado, volviendo a la butaca de comandos…

Para ver nítidamente, apoyadas en el panel de comando, las torneadas piernas de la mujer que la ocupaba.

-          ¿Por qué tardaste tanto?¿A dónde te habías ido? –

© Omar R. La Rosa

Córdoba – Argentina

1 de Agosto de 2020

 

 

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sábado, 1 de mayo de 2021

Solo le pido a Dios...

 


¿Qué recuerdos tengo de esa fecha?

¿Cómo decirle con exactitud?, usted sabe que la memoria es caprichosa. Por razones que desconozco, con igual facilidad nos trae algunos recuerdos y borra otros, todo barnizado con los colores de otras vivencias.

Así, si usted insiste, le puedo contar que ese día yo estaba en la cabecera de pista, dando apoyo, con los otros técnicos, a los dos únicos aviones de combate que habían quedado para proteger la ciudad de Buenos Aires, ¿O serian tres?¿O era uno? No lo sé, pero si tengo claro que en esa época vivíamos ahí, nosotros al lado de los aviones, los pilotos sentados y atados en la cabina, prontos a despegar con la consigna de estar en el aire en a lo sumo 3 minutos.

Tampoco sabría decirle porque esta escena me viene acompañada de la melodía de la canción “No bombardeen Buenos Aires” de “Charly” García, que no sonó en las radios hasta octubre del 82.

Como si con solo cantarla fuera suficiente ¿se da cuenta? Si con eso solo alcanzaba ¿Qué hicimos nosotros ahí?. Siempre creí que justamente, “evitar que bombardeen Buenos Aires”…pero no recuerdo a nadie haber mencionado eso…Ve, es lo que le digo, con los años hay recuerdos que se pierden, a lo mejor algún cantante famoso, o un actor o político menciono nuestro trabajo y se me ha olvidado…

Ah ¿Qué no se me ha olvidado nada porque efectivamente todo el mundo canto esa canción pero nadie nos menciono? Qué pena.

En fin, ¿Ya le conté que en esos años era mecánico de aviónica? Si, si aun era un pibe, 22 años, eso sí lo recuerdo bien claro. Pero no tiene nada que ver con la historia, al fin y al cabo esa era la edad de la mayoría de los que fueron a pelear a las islas.

Volviendo a lo que le contaba, lo que si tengo claro fue el alerta de esa noche, ¿O seria alguna otra noche parecida?.

Las sirenas sonaron al mismo momento que llegó la orden de despegue. La actividad se desato frenética y, tal cual lo previsto, en menos de 3 minutos los aviones estuvieron en el aire, rasgando la noche con el soplete de la post combustión, proa al Atlántico en busca de los “Vulcan”, que saliendo de isla Ascensión se acercaban a nuestro espacio aéreo…

Perfectamente podrían haber intentado bombardear Buenos Aires, aunque después supimos que su destino final fueron las islas Malvinas, sobre las cuales, a las 04:40 del primero de Mayo dejaron caer sus bombas.

Primero de Mayo. ¡Qué contrasentido, no recuerdo haber trabajado nunca tanto como ese día del trabajo! La actividad fue intensa, las balas habían empezado a cantar su tétrica canción y era necesario apoyar a los que ponían el pecho ante ellas…

El turno de trabajo de ese día me mantuvo en el taller, preparando equipos de reemplazo, atento, como todos, a las noticias en la radio, donde sonaba “Era en Abril”, y nos destrozaba el alma con la historia de un niño que no llegaba a ver la vida…cosas que pasan…recuerdos que quedan. Siempre me pregunte ¿Quién elegía la programación? Aunque cada vez tengo menos dudas de quienes fueron. Si había una canción para bajar la moral de la gente era esa…

Como le decía, una de las cosas que más recuerdo era la falta de información. Si como ahora, pero sin internet ni redes sociales.

Pero esto no es del todo cierto, la ventaja de trabajar en los hangares era que estaba a un paso del taller de radio, donde “el loco”. No, no recuerdo su nombre, ¿o sí? pero no importa, lo que importa es que el taller de radio era lo más parecido que he visto a uno de esos laboratorios de película, con científico loco y todo.

Había ahí, en un indescifrable aquelarre, equipos de radio, cables de alimentación, antenas y no sé cuantas cosas más.

Sobre aquel reducto reinaba la figura del “loco”, moviendo diales, y perillas, orientando antenas, atento a lo que pudiera escuchar en los cascos que calzaba, hasta que lograba sintonizar lo que deseaba y ponía la señal en los parlantes para que nosotros, pobres mortales, pudiéramos escuchar, cuando era posible.

Cuando no, nos limitábamos a escuchar los comentarios que él nos hacía de lo que escuchaba en los auriculares.

Y así paso ese día, a eso de las 15:30 hs nos aviso que tenia sintonizados a los nuestros, que “el Paco” y la “Pepa” saldrían de Gallegos a las islas en un rato.

Eran dos de los pilotos que más apreciábamos los mecánicos, dos tipazos.

No me pregunten como el loco lograba sintonizar esas cosa, técnicamente es imposible, pero él lo hacía y nadie lo dudaba, jamás dijo nada que después resultara mentira.

Así que, en menos de lo que canta un gallo, una pequeña multitud se amontono como pudo en el poco espacio libre del taller, conteniendo la respiración tratando de escuchar lo que salía por los parlantes o lo que nos contaba el loco.

En una de esas se escucho claramente la voz del Paco gritándole a la Pepa:

- ¡Cierre!¡cierre! – alertándolo del misil que al final lo derribo.

No pudimos escuchar lo que siguió, la señal casi se perdió y el loco la saco del aire, pero el siguió prestando atención descifrando lo que podía.

- El Paco se ha quedado sin combustible, va a intentar aterrizar en las islas – nos informo de pronto.

Nos quedamos todos expectantes.

- Ha arrojado los tanques suplementarios – agregó, anoticiándonos de que, para alivianar el avión se había desprendido de los tanques de combustible que el avión, el Mirage MIII que volaba, llevaba bajo las alas para aumentar su autonomía.

- ¡Pero… van a pensar que está arrojando bombas!- se aterrorizó uno de los armeros que estaba allí.

Todos nos quedamos atónitos ante la posible imagen…¿Y si lo confundían y lo derribaban los nuestros?

Las señales se perdieron definitivamente, al punto tal que en un momento el loco se quito los auriculares, apagó los equipos y nos hecho a todos.

- Ya está, no se escucha más nada muchachos, cuando tenga algo nuevo les aviso – todos notamos el temblor de su voz, pero fue imposible sacarlo de lo suyo.

A última hora esa noche me entere que al Paco lo habían derribado los nuestros.

Cuando tome el colectivo, de regreso a mi casa (era afortunado de poder hacer eso) en la radio sonaba…”solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente…” y yo me pregunte, ¿Cómo puede alguien ser tan insensible como para tener que pedirle a Dios que la guerra no le sea indiferente? Después algo entendí, pero esa noche no, yo estaba destruido, la guerra no me era para nada indiferente…

 

© Omar R. La Rosa

19/10/2020

Córdoba -Argentina

Basado en hechos reales

 

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