miércoles, 16 de agosto de 2023

Demencia, ¿que mayor locura que el amor?

 

Demencia


Los años y su paso implacable no respetan a nada ni a nadie.

Llevaban una vida juntos, desde aquellas lejanas épocas en que, adolescentes aun, ella se digno mirarlo.

Como olvidar ese día, si casi se muere de la emoción que le causaran esos ojos claros contemplándolo, ella la chica más hermosa que él hubiese visto nunca, a él, un ratón de biblioteca (un nerd dirían hoy)

Pero claro, eso había sido hacía mucho tiempo, y ahora hasta esa mirada se había perdido entre las nieblas de la vejez.

Como fuera, un día como ese, hacia ya mucho, ella lo había hecho el hombre más feliz del mundo, y, aunque fuera una ilusión, deseaba recordarlo.

Hubiese querido invitarla a un buen restaurante, como en los buenos tiempos, pero ella ya no podía.

Y, aunque pudiera, no lo notaria.

Con mucho cuidado preparo la mesa, velas, manteles, la mejor loza que encontró, un buen tinto en copas de cabo largo, de esas que parecen de películas y música suave.

La cena era del restaurante del barrio, que hasta eso él no llegaba, pero, bueno lo que importaba era la intención.

Cuando todo estuvo listo la fue a buscar, la ayudo a vestirse, a ponerse sus mejores joyas y peinarse. Luego la llevo hasta la sala, le acomodo la silla (todo un caballero), sirvió vino y, a su lado, elevo la copa en un brindis.

- ¿Qué festejamos mi amor? – preguntó sorprendida.

- Que estamos juntos – ella se sonrojo alagada y, por un instante sus ojos volvieron a ser los que a él lo habían enamorado.

Mas luego una sombra los empaño, como si algún recuerdo se hubiese abierto paso entre las nieblas de su mente

- ¿Y si viene mi marido? –

- Tranquila, está de viaje, no vendrá – le contestó, a pesar del dolor.

Ella volvió a sonreír, como lo hacía antes, cuando él pensaba que era a causa suya, y la ilusión sano en algo la herida.

(c) Marcial Apuleyo

 

sábado, 5 de agosto de 2023

Televisión - un pequeño cuento postapocaliptico (o actual)

 Televisión

Como todos los días, al caer el sol dejaron el agujero que les servía de refugio, para recorrer las ruinas de la ciudad.

No sabían cuál había sido el nombre de la misma, cuando ellos la encontraron ya estaba abandonada, como tantas otras.

En eso era igual a las demás, por lo que ¿Qué importaba como se llamara? Mientras les permitiera obtener sustento se quedarían, y luego, bueno, luego se vería.

Con paso cauteloso se acercaron al edificio más cercano. Lo habían señalado la tarde anterior y ahora volvían a él, esperando hubiera sido una buena elección.

Ni bien saltaron por la ventana, se encontraron en una estancia aun iluminada.

Como a tantas otras las plantas ya la habían invadido, pero aun quedaba espacio suficiente para caminar con comodidad…si nada cambiaba en un par de años eso ya no sería así.

 Pero eso sería en un par de años, de momento una rápida mirada alcanzo para calibrar el valor de la misma…nulo, no había allí nada que les pudiera ser de utilidad, solo una caja vieja y enmohecida, en un rincón entre la ventana y la puerta.

-          ¡Al fin se logro! – exclamó casi con alegría Juan, al reconocer el aparato.

La desaprobadora mirada de Claudia le volvió a la realidad.

-          No, no me engaño – aclaró unos instantes después, aceptando el reproche de su compañera.

-          Sé que tan solo fue reemplazado por algo tecnológicamente más avanzado, que nos ha hecho algo humanamente más atrasados…pero…  – respiró profundamente, mirándola con infinita ternura.

-           ¿No es una hermosa imagen? Dime, dime si aunque sea por un momento, no sientes que has recuperado tu libertad, que puedes volver a volar en las páginas de un libro o simplemente correr sobre el pasto con los pies descalzos –

-          Juan, Juan, eres un soñador – Le dijo ella tomándole el brazo.

-          Tú no eres de este mundo, por eso te quiero tanto – le dedico una de esas sonrisas que a él lo podían, y siguieron buscando que cenar, que la comida no abundaba.

 

© Omar R. La Rosa

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audio libro en
https://youtu.be/dpetzhmZN1A