Subterráneo
Hace frio, es lógico estamos en Junio, pero acá abajo se está bastante bien.
No es que el subterráneo sea un lugar muy agradable ni que yo me este refiriendo al medio de transporte en que estoy ahora, pero la reflexión vale igual.
Y es que después de todo un día expuesto a la intemperie de la ciudad y su mundo tan ajeno a mí, descender a esta “cueva” casi matriz es un bálsamo que disfruto.
Aquí abajo, sentado en el viejo banco, arropado con mí apolillado sobretodo, que me abriga más al no estar expuesto al helado viento y la fría indiferencia citadina, casi me siento bien.
Aquí puedo entrecerrar mis ojos sin que a nadie le importe (el pobre viejo se está durmiendo) y dejarme llevar a mi mundo, ese en que nací, con valores, con gente de bien orgullosa de tener un trabajo y una familia, con una mujer que lo espera y niños correteando por ahí…y puedo ver a mi abuelo, disfrutando del solcito de la tarde, sentarme a su lado y escuchar sus historias.
“Cuando sea grande quiero ser como vos abuelo…”
Y ya ves, soy grande, físicamente me parezco a vos, al recuerdo que tengo de vos, pero ahí acaba todo, el mundo es otro, casi no hay niños, no hay nietos a los que contarles historias, no hay familias…
- Señor, señor, termino el recorrido –
- ¿Eh? A sí, sí, gracias -
Me levanto, ajusto mi saco, me pongo la careta de hombre civilizado, que no me da para una sonrisa, y salgo nuevamente al exterior, a seguir fingiendo hasta que el viaje efectivamente termine.
© Omar R. La Rosa 10/3/24