Manos Perdidas
Abrió sus ojos lentamente. De a
poco la luz la fue inundando, devolviéndola a la vida
¿Dónde estaba? Se pregunto. De a
poco fue recordando
Conforme recobraba la conciencia
lo que veía le confirmaba el lugar, estaba en la cama de cuidados paliativos,
en el hospital clínica. Se estaba muriendo, recordó, el cáncer que la aquejaba
desde hacía un tiempo estaba ganado la batalla definitiva.
Con
algo de dolor, giro su cara hacia la derecha, de ese lado la pared blanca y
anodina no hizo más que confirmarle lo que ya sabía. Luego giro la cabeza a
izquierda y la volvió a ver, ahí en la cama de al lado, la otra mujer, no podía
decir a ciencia cierta qué edad tendría, pero no importaba, también se moría.
Cuando
la vista se le aclaro un poco más vio que al lado de su compañera había otra
persona, un hombre que tenía la cabeza gacha y parecía decirle algo mientras en
sus manos jugaba con algo…¡Un Rosario! Advirtió, el hombre era un religioso
¡Que bárbaro, esos tipos no dejaban de engañar a la gente ni en sus últimos
momentos!, y una ira profunda le nació desde el interior de sus pútridas
entrañas.
¡Toda
su vida había luchado contra eso!¡Contra la ignorancia que esclaviza a la
gente!¡Contra toda esa filosofía machista que sirve para tener a la mujer sojuzgada!.
Pero, sobre todo, contra esa lacra de hombres que se aprovechan de ello
haciéndoles creer en cosas que no existen para mantenerlas controladas,
tranquilas, para que no se den cuenta de cómo son explotadas por la iglesia y
los gobiernos.
¿¡Dios!?
¿Qué es eso?¿Como alguien puede creer en un cuento así?. Durante milenios la
gente fue propensa a creer en cualquier cosa, todo lo que no tuviera
explicación era cosa de adoración. Ella entendía eso en esos tiempos donde la
ciencia era algo raro, aun no desarrollada, pero ahora, en este tiempo... Inconcebible.
De
pronto el hombre se levanto, de pie y tomándole la mano a la pobre mujer, hizo
un gesto ampulosa con el otro brazo, cruzando trayectorias en el aire mientras musitaba
una letanía “En nombre del Padre, del Hijo,…”
Dio
vuelta la cara para no ver, pobre mujer, asco de hombre.
Para
colmo el maldito, al salir, se le acerco y le pregunto si quería consuelo.
¿Consuelo?¿qué podría hacer ese estúpido?¿podía detener el cáncer que la
mataba?.
Mantuvo la boca cerrada,
inmutable. El hombre se alzo de hombros, con cierta tristeza, le pareció
advertir, y lo mismo hizo sobre ella la señal de la cruz. Furibunda de odio por
lo que considero una afrenta a su inteligencia, una falta de respeto
imperdonables hizo lo único a lo que pudo atinar “escupirle”…o eso intento,
porque estaba tan débil que la saliva, lejos de salir despedida, corrió por su
cara, como un hilo de baba
-
¿Tenga fe Dios. La confortara? – escuchó el hilo
de voz de la otra señora
-
Por favor, déjeme morir en paz – articulo en un
gesto que quiso ser de repugnancia
-
Cuando este con él pediré por usted – y callo,
no había nada más que decir.
…¿Cuándo este con él?...si cuando
te mueres te mueres y ya, no hay nada más. Gentes estúpidas. Cómo si creer en
otra vida les fuera a cambiar algo.
De pronto un par de pequeños
golpes sonaron en la puerta, esta se volvió a abrir unos centímetros y por la hendija
que apareció entraron ellos…No los pudo contar bien, pero por lo menos eran cuatro
-
Abuela – oyó la voz de un niño.
-
Abuelita – esta vez era una niña algo más
pequeña.
-
Shhss silencio
chicos – la voz de la madre indicando hacia la cama donde estaba ella
-
¿Cómo estas mamá? – preguntó a la otra señora
con una voz que no dejaba lugar a dudas de su angustia.
A pesar del consejo de la mujer
era imposible que los niños no molestaran, ¿Qué remedio?, los pequeños eran
eso, pequeños y los pequeños solo molestan.
Se dio vuelta y trato de no
escuchar. Y en eso de tratar de no escuchar nada se acordó de su hija, porque
ella era madre también, de una mujer independiente, profesional destacada,
mujer moderna, exitosa, seguro que nada que ver con esa llorosa figura de la
otra cama y ella tenía mucho que ver con eso, se enorgulleció, sus enseñanzas
la habían preparado para ser lo que era, nada que ver con esa de ahí, llena de
chicos, seguro que dependiente de un hombre. Sometida, esclava como muchas
otras pobres. No de una triunfadora como su hija, no ella era una orgullosa
madre de una gran mujer…
Una manita le toco, abrió los
ojos, que había cerrado, y frente a ella encontró la carita de la niña pequeña…
Los ojos se le humedecieron,
recordando a su hija, ¿Dónde estaría ahora? En alguna importante gira de
negocios o algo así, algo verdaderamente importante, algo que no le permitía
venir a verla cuando aun podía.
La niña le alcanzo un primoroso
pañuelito rosa, bordado con unas también primorosas puntillas de un rosado más suave.
Ella negó con la cabeza,
rechazando, ella tenía el suyo propio, era regalo de esa importante hija que
había criado, porque ella era orgullosa madre de una mujer independiente y
abuela de de dos hermosos abortos.
De pronto sus ojos se pusieron
opacos, su mano se aflojo y el pañuelo verde con el que había tratado de secar
sus lágrimas cayó al suelo.
Colección Lado Oscuro
Córdoba - Arg - Diciembre 2018
Omar R. La Rosa
@ytusarg