sábado, 13 de noviembre de 2021

Trabajo es trabajo

 

Trabajo es trabajo

-          ¿Estás seguro que no lloverá? – preguntó toda compungida, mirando por la ventana.

-          Pero si querida. Lo escuche en las noticias, el huracán no nos tocara – le aseguró el “coiffeur” mientras le retocaba delicadamente el corte de cabello que acaba de realizarle.

-          Pero esas nubes se ven amenazantes y el viento está empezando a golpear fuerte las ventanas – se quejo ella preocupada.

-          Hay, pero no, te digo que no querida, que lo he escuchado en las noticias, y lo han asegurado –

-          ¿Entonces que pasa afuera Charlie? –

-          ¿Qué se yo Cintia?. Serán los marcianos esos que aparecieron hace un par de horas –

-          ¿Marcianos? –

-          Bueno, marcianos, marcianos, lo que se dice marcianos no sé, solo dijeron que eran extraterrestres – afirmó torciendo la mano derecha en inequívoco gesto, tomando distancia, observando su trabajo recién terminado – Has quedado preciosa querida –

-          ¿Y no serán peligrosos esos bichos? ¿Mira si nos atacan justo ahora y se suspende la fiesta? –

-          No, que van a hacer, seguro que vienen a buscar algo que en su planeta no tienen ­– dijo mordiéndose el índice de la mano izquierda, y luego, como si se le ocurriera una idea genial agrego – En una de esas necesitan una buena manicure o un buen corte de cabello. Deben haber escuchado de mi ¿no te parece? – se ilusionó

-          Hay Charlie, eres divino – comento ella sonriendo mientras escaneaba el QR para pagar, que por cierto no era poco. Pero lo valía.

-          Chau cariño y suerte con ese vejete – sonrió cómplice mientras ella se retiraba de la peluquería.

Cuando Cintia doblo la esquina y ya no podía ver hacia el local se apresuró a cerrar, clavando las tablas en ventanas y puerta, antes de que la tormenta se desatase.

-          Que pesada, pensé que no se iba más –

-          ¿Por qué no le dijiste la verdad del huracán? –

-          ¿Para qué? ¿Para asustarla y que no se quiera ir? O, peor ¡que se vaya sin pagar!, no chiquita ni loca –

-          Eres incorregible – le dijo la manicura que permanecía sentada mirando hacia la puerta de atrás – pero me temo que no podrás irte Charlie, me parece que los señores requieren tus servicios. –

Sorprendido Charlie giro sobre sus talones, mirando hacia el lugar que la manicura miraba y suspiro resignado. Ahí estaban, dos…dos…cosas peludas de pies a cabeza, con cuatro brazos y colas retractiles.

-          A trabajar – se dijo mientras el viento arreciaba cada vez con más fuerza…

© Omar R. La Rosa

#ytusrelatos

 

viernes, 5 de noviembre de 2021

Clamor Popular...los políticos suelen decir que el pueblo no se equivoca...

 Clamor popular


Ya ni recuerdo cuantos años llevo tras la barra de la cafetería de la empresa de transporte donde trabajamos. “Caronte & asociados” debe de ser una de las compañías más antiguas del sector y como tal por ella han pasado infinidad de empleados y todos y cada uno en algún momento pasa por aquí a tomar un café y comenta las vicisitudes del trabajo con los compañeros.

A mí no se me permite participar en esas charlas, pero nada me impide escuchar, a decir verdad es imposible que no escuche…así es que, de puro aburrido una vez me puse a copiar lo que oía, y ahora, a instancias del escribiente de estos relatos, he decido a compartir con ustedes algunas anécdotas de nuestras parroquianas. Si parroquianas, olvide decir que en algunas aéreas, como la de recolección, los trabajadores, o trabajadoras, como se empeñan en aclarar inútilmente ahora, son todas mujeres.

Este dialogo lo escuche hace por lo menos un año atrás. Debido al carácter de nuestro trabajo todos firmamos contrato de confidencialidad, por lo que he tenido mucho cuidado de omitir nombres que pudieran permitir alguna identificación…aunque no me cabe duda que el lector medianamente informado no tendrá problemas en suponer de quienes se habla. Todo lo que relato aquí esta estrictamente basado en hechos reales.

El barman (bar tender le dicen ahora)

Charlas en la cafetería. – 1 Clamor Popular.

-          ¿Así que después de todo ese tiempo seguías sin poder traerlo? – preguntó extrañada su compañera luego de darle un sorbo al café que estaba tomando – Aunque bueno, no es tan raro, en general todos se resisten – reflexionó filosóficamente.

-          No, todos no, muchos nos reciben con alivio, hasta con alegría diría yo – tercio la recién llegada mientras llamaba al mozo para hacer su pedido.

-          Si, tienes razón, es que hay casos y casos –

-          Así es, algunos te parten el alma –

El silencio se hizo entre las dos. Se miraron fijamente a los ojos y, luego de unos instantes la del café no aguanto más y estallo en una carcajada que salpicó a su compañera con el contenido de su boca. La otra, lejos de enojarse la acompaño en la carcajada.

-          Se te parte el alma – repitió burlonamente haciendo morisquetas.

Es que en la empresa nadie tenía tal cosa.

-          Bueno, pero cuenta, ¿a qué se debió la demora? –

-          Al clamor popular –

-          ¿Qué? – preguntó asombrada y casi se atraganta con el pedazo de media luna que acababa de morder - ¿Desde cuándo importa eso aquí? –

-          Desde que el jefe está expandiendo el negocio – comento la primera, en voz baja y tapándose la boca al hablar – parece que el susodicho trajo muchos clientes –

-          ¿Muchos clientes? ¿Cómo es eso? – seguía extrañada – Si ese tipo hizo eso por el negocio no entiendo porque no lo querían dejar venir ¿Quién es? –

-          Es una larga historia – dijo la recién llegada mientras recibía el café que había pedido, luego de agradecer continuo su explicación – Parece que fue un importante político de un país subdesarrollado que enriqueció a sus jefes y a sí mismo a expensas de empobrecer a su pueblo –

La expresión de extrañeza de la compañera de trabajo no cabía en su cara.

-          Es que hace años que estaba enfermo… – continuo la explicación – y todos deseaban que siguiera así, sufriendo, agonizante, pagando en vida todo el mal que les había hecho. ¡Pero todo tiene un límite che! – abrió los brazos en expresión de fastidio – Cada vez tenemos más trabajo y ya casi no nos damos a bastó ¡como para tenerle la vela a nadie!. Así que hace un rato el jefe firmo la autorización y me lo traje –

La otra asintió, apuró el fin del refrigerio, y saludando, se fue a buscar otro cliente para cruzar el Aqueronte.

Últimamente no tenían descansó.

© Omar R. La Rosa

#ytusrelatos

4/11/21