Clamor popular
Ya ni recuerdo cuantos años llevo tras la barra de la cafetería de la empresa de transporte donde trabajamos. “Caronte & asociados” debe de ser una de las compañías más antiguas del sector y como tal por ella han pasado infinidad de empleados y todos y cada uno en algún momento pasa por aquí a tomar un café y comenta las vicisitudes del trabajo con los compañeros.
A mí no se me permite participar en esas charlas, pero nada
me impide escuchar, a decir verdad es imposible que no escuche…así es que, de
puro aburrido una vez me puse a copiar lo que oía, y ahora, a instancias del
escribiente de estos relatos, he decido a compartir con ustedes algunas anécdotas
de nuestras parroquianas. Si parroquianas, olvide decir que en algunas aéreas,
como la de recolección, los trabajadores, o trabajadoras, como se empeñan en
aclarar inútilmente ahora, son todas mujeres.
Este dialogo lo escuche hace por lo menos un año atrás.
Debido al carácter de nuestro trabajo todos firmamos contrato de
confidencialidad, por lo que he tenido mucho cuidado de omitir nombres que
pudieran permitir alguna identificación…aunque no me cabe duda que el lector
medianamente informado no tendrá problemas en suponer de quienes se habla. Todo
lo que relato aquí esta estrictamente basado en hechos reales.
El barman (bar tender le dicen ahora)
Charlas en la cafetería. – 1 Clamor
Popular.
-
¿Así
que después de todo ese tiempo seguías sin poder traerlo? – preguntó extrañada
su compañera luego de darle un sorbo al café que estaba tomando – Aunque bueno,
no es tan raro, en general todos se resisten – reflexionó filosóficamente.
-
No,
todos no, muchos nos reciben con alivio, hasta con alegría diría yo – tercio la
recién llegada mientras llamaba al mozo para hacer su pedido.
-
Si,
tienes razón, es que hay casos y casos –
-
Así
es, algunos te parten el alma –
El silencio se hizo entre las dos. Se miraron fijamente a los
ojos y, luego de unos instantes la del café no aguanto más y estallo en una
carcajada que salpicó a su compañera con el contenido de su boca. La otra,
lejos de enojarse la acompaño en la carcajada.
-
Se
te parte el alma – repitió burlonamente haciendo morisquetas.
Es que en la empresa nadie tenía tal cosa.
-
Bueno,
pero cuenta, ¿a qué se debió la demora? –
-
Al
clamor popular –
-
¿Qué?
– preguntó asombrada y casi se atraganta con el pedazo de media luna que
acababa de morder - ¿Desde cuándo importa eso aquí? –
-
Desde
que el jefe está expandiendo el negocio – comento la primera, en voz baja y
tapándose la boca al hablar – parece que el susodicho trajo muchos clientes –
-
¿Muchos
clientes? ¿Cómo es eso? – seguía extrañada – Si ese tipo hizo eso por el
negocio no entiendo porque no lo querían dejar venir ¿Quién es? –
-
Es
una larga historia – dijo la recién llegada mientras recibía el café que había
pedido, luego de agradecer continuo su explicación – Parece que fue un
importante político de un país subdesarrollado que enriqueció a sus jefes y a
sí mismo a expensas de empobrecer a su pueblo –
La expresión de extrañeza de la compañera de trabajo no cabía
en su cara.
-
Es
que hace años que estaba enfermo… – continuo la explicación – y todos deseaban
que siguiera así, sufriendo, agonizante, pagando en vida todo el mal que les
había hecho. ¡Pero todo tiene un límite che! – abrió los brazos en expresión de
fastidio – Cada vez tenemos más trabajo y ya casi no nos damos a bastó ¡como
para tenerle la vela a nadie!. Así que hace un rato el jefe firmo la
autorización y me lo traje –
La otra asintió, apuró el fin del refrigerio, y saludando, se
fue a buscar otro cliente para cruzar el Aqueronte.
Últimamente no tenían descansó.
© Omar R. La Rosa
#ytusrelatos
4/11/21
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