sábado, 26 de marzo de 2022

Pietà - el ultimo paso.

 Pietà

Con dificultad abrió el ojo derecho.

La poca conciencia que acababa de recuperar lo puso inmediatamente en situación. Estaba conectado a infinidad de cables y mangueras, sin ropa, en una sala escasamente iluminada y rodeado de las luces de los testigos e indicadores de varios aparatos médicos.

Estaba en terapia intensiva, sin duda.

Asumir esto y recordar la explosión en la bahía de carga de la nave fue todo una sola cosa.

¿Cómo podía seguir vivo? Se preguntó con alguna esperanza.

¡El traje!, pensó. No recordaba haber cerrado la escafandra, no hubo tiempo, pero tuvo que haber sido eso, de otro modo hubiera estallado con la despresurización producida por el hoyo que se abrió de repente en el casco de la nave.

¿Qué habría pasado? ¿Alguna piedra golpeando desde el espacio? ¿Una falla de material?

Si salía de allí lo averiguaría.

De momento otra cosa llamó su atención, el monótono pitar del monitor cardíaco, indicando que aun vivía. ¡Por si los dolores que sentía no fueran suficientes para recordárselo!.

Un pitido, una pausa, otro pitido, otra pausa, suave, acompasado... Hasta que le pareció ver algo en la sala.

Una figura etérea empezó a tomar forma frente a él.

El monitor se salteo un pitido y el dolor bajo un grado.

La incorpórea presencia se hizo reconocible.

Un pinchazo en el pecho le hizo perder la vista de la aparición y tomar conciencia del silencio vital…pero, por suerte, un pitido le indico que aun estaba activo, respiro aliviado al oírlo.

Giro la cabeza un poco, extrañamente sin dolor, y la volvió a ver, ahora sin duda, ahí frente a él estaba la mujer, con su bata de enfermera, era muy hermosa, casi tanto como la flor que tenía entre sus manos.

¡Qué tonto! Por un instante hasta se había asustado, él, veterano de cientos de viajes espaciales, intrépido explorador de la nada. ¿Cómo podría haberle pasado eso? Una cosa así era inadmisible, en el vacío el miedo es una sentencia de muerte.

Y entonces recordó el primer "golpecito" en el casco, como si una pequeña mano golpeara una invisible puerta…le costó reaccionar…tomo conciencia de que la sola idea de estar siendo bombardeado por escombros espaciales lo lleno de pavor.

¡Sí, eso fue!, se dijo, eso lo paralizo, impidiéndole refugiarse en una de las naves de auxilio, ¡que novato!…tenía una ahí no más. Si estiraba la mano la alcanzaba y se salvaba.

Y estiro la mano, pero en vez del duro metal toco el suave pecho de la mujer.

Con una mezcla de vergüenza quiso retirarla, pero la mujer se la tomo y la mantuvo allí.

Un suave bienestar lo invadió en todo su ser. El dolor desapareció completamente, y una sonrisa se dibujo en su rostro. No recordaba cuanto tiempo hacia que no sonreía…ya no importaba.

Un pitido continuo, sin interrupción se apodero de la sala.

Antes de irse, tomado de la suave mano de la mujer, pudo ver su cuerpo, o lo que quedaba de él, ahí, en la camilla donde había estado hasta hacia segundos.

Tampoco le importo.

 

(c) Omar R. La Rosa

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sábado, 19 de marzo de 2022

(la) Costurera, hilando vidas

 





Costurera

El trabajo cada vez le resultaba más cansador, eso de andar tejiendo vidas ya le pesaba.

Era como caminar por una huella embarrada arrastrando un enorme carretel de hilo y una aguja igual de grande, enhebrando con cables de cobre los postes del telégrafo...

“Alguien tenía que hacerlo”, suspiro resignada, si no la comunicación no se establecía y la información no se transmitía.

Si se cortaba la línea la vida misma terminaba.

¿Cuántas vidas habría entrelazado desde el comienzo de los tiempos?...se preguntó mientras observaba el camino recorrido…ya no lo sabía, al principio las contaba, pero ya no.

¿A que lamentarse? Se dijo.

Suspiro profundo, apunto al próximo poste y lanzo la aguja con el hilo.

Otra vida más enlazada a la trama de la historia humana…el trabajo continuaba.

© Omar R. La Rosa

Córdoba – Argentina

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