Pietà
Con dificultad abrió el ojo derecho.
La poca conciencia que acababa de recuperar lo puso inmediatamente en
situación. Estaba conectado a infinidad de cables y mangueras, sin ropa, en una
sala escasamente iluminada y rodeado de las luces de los testigos e indicadores
de varios aparatos médicos.
Estaba en terapia intensiva, sin duda.
Asumir esto y recordar la explosión en la bahía de carga de la nave fue
todo una sola cosa.
¿Cómo podía seguir vivo? Se preguntó con alguna esperanza.
¡El traje!, pensó. No recordaba haber cerrado la escafandra, no hubo
tiempo, pero tuvo que haber sido eso, de otro modo hubiera estallado con la
despresurización producida por el hoyo que se abrió de repente en el casco de
la nave.
¿Qué habría pasado? ¿Alguna piedra golpeando desde el espacio? ¿Una falla
de material?
Si salía de allí lo averiguaría.
De momento otra cosa llamó su atención, el monótono pitar del monitor
cardíaco, indicando que aun vivía. ¡Por si los dolores que sentía no fueran
suficientes para recordárselo!.
Un pitido, una pausa, otro pitido, otra pausa, suave, acompasado... Hasta
que le pareció ver algo en la sala.
Una figura etérea empezó a tomar forma frente a él.
El monitor se salteo un pitido y el dolor bajo un grado.
La incorpórea presencia se hizo reconocible.
Un pinchazo en el pecho le hizo perder la vista de la aparición y tomar
conciencia del silencio vital…pero, por suerte, un pitido le indico que aun
estaba activo, respiro aliviado al oírlo.
Giro la cabeza un poco, extrañamente sin dolor, y la volvió a ver, ahora
sin duda, ahí frente a él estaba la mujer, con su bata de enfermera, era muy
hermosa, casi tanto como la flor que tenía entre sus manos.
¡Qué tonto! Por un instante hasta se había asustado, él, veterano de
cientos de viajes espaciales, intrépido explorador de la nada. ¿Cómo podría
haberle pasado eso? Una cosa así era inadmisible, en el vacío el miedo es una
sentencia de muerte.
Y entonces recordó el primer "golpecito" en el casco, como si una
pequeña mano golpeara una invisible puerta…le costó reaccionar…tomo conciencia
de que la sola idea de estar siendo bombardeado por escombros espaciales lo
lleno de pavor.
¡Sí, eso fue!, se dijo, eso lo paralizo, impidiéndole refugiarse en una de
las naves de auxilio, ¡que novato!…tenía una ahí no más. Si estiraba la mano la
alcanzaba y se salvaba.
Y estiro la mano, pero en vez del duro metal toco el suave pecho de la
mujer.
Con una mezcla de vergüenza quiso retirarla, pero la mujer se la tomo y la mantuvo allí.
Un suave bienestar lo invadió en todo su ser. El dolor desapareció
completamente, y una sonrisa se dibujo en su rostro. No recordaba cuanto tiempo
hacia que no sonreía…ya no importaba.
Un pitido continuo, sin interrupción se apodero de la sala.
Antes de irse, tomado de la suave mano de la mujer, pudo ver su cuerpo, o
lo que quedaba de él, ahí, en la camilla donde había estado hasta hacia
segundos.
Tampoco le importo.
(c) Omar R. La Rosa
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