Chernóbil...
…
–
¿Todo listo camarada? –
Ella lo miro
seriamente, sonaba tan “soviético” cuando se expresaba así.
–
Sí señor – fue toda la respuesta, acompañada
de un leve asentir con un movimiento de cabeza.
–
¿Sargento Faddei? –
Un pulgar hacia arriba
fue toda la respuesta.
–
Bueno, vamos – ordenó, al tiempo que con
la mano derecha empuñando el arma indicaba por donde avanzar.
El sargento Faddei y
su grupo a derecha, la teniente Yuliya y el suyo por izquierda, él y su gente
por el pasillo central.
El silencio dentro de
la construcción era casi tan opresivo como el enrarecido aire que tanto trabajo
costaba respirar.
A medida que avanzaban
los recuerdos acudían a su mente, amenazándolo, amenazando toda la misión. No
podía permitirlo, sacudió fuertemente la cabeza para espantar los fantasmas.
–
¿Algún problema señor? – indagó Yuri,
siempre atento.
Hacía años que Yuri se
había convertido en su ángel de la guardia y verlo a su lado lo ayudo a
tranquilizarse.
–
No amigo, nada especial – y no dijo más,
el otro entendió perfectamente.
Él también tenía sus
recuerdos, aunque no tantos como su amigo, el ahora Coronel Fredek, que bien
merecía el grado de Mariscal de la Federación, aunque él se negase a aceptarlo.
Se habían conocido muchos
años atrás, casi 40, mientras luchaban para dominar el demonio liberado en esos
días.
De la bulliciosa
ciudad en que vivía la gente de la planta nuclear siniestrada no quedaba ya
nada, solo edificios vacios, animales vagando y radiación, la letal y
omnipresente radiación liberada durante el accidente.
Pero no era eso lo que
los mantenía alerta, mortal y todo como era, la radiación era un enemigo
conocido…no, no, la precaución se debía a otra cosa, Yuri, que hacía poco conocía
la causa, aunque aun no estuviera convencido, compartió el temor de Fredek.
Por muchos años este
no había contado nada de lo vivido en el interior de la planta, de la que lo había
sacado medio muerto y se preguntaba ahora si para él no hubiera sido mejor no
enterarse nunca.
Pensamiento inútil, porque ya sabía.
–
Shhh – el callado e innecesario pedido
de silencio detuvo la marcha y mantuvo al grupo aguantando la respiración.
No había nada que
escuchar.
–
El silencio… – musitó alguien, como si
se tratara de un aviso de peligro inminente.
Todos asintieron, el
silencio se había vuelto ensordecedor, de pronto estaban como sumergidos en una
sala acústicamente aislada, por eso el grito que siguió al fugaz destello de
luz fue tanto más aterrador.
–
¡Shmok, Caker! – el gritó llego desde la
derecha.
–
Vamos, es por allá – indicó Fredek,
amartillando su arma mientras corría hacia el lugar.
Cuando llegaron el
horror los detuvo en seco, tanto a ellos como a los hombres del sargento
Faddei, que también habían corrido en auxilio a la zona de donde venían los
gritos….en vano.
A la luz de las
linternas pudieron ver los restos humanos esparcidos por la estancia, varios
hombres se hallaban despedazados, algunos con las armas, que no habían llegado
a usar, aun en sus manos… varias manos separadas de sus cuerpos.
Fuera lo que fuera que
atacara al grupo, lo había hecho de manera tan fulminante que apenas habían
atinado a defenderse.
–
Lampi – la ominosa palabra, pronunciada
en su idioma original, escapó de labios de Fredek, y al instante se apagó entre
los muros de la sala, tan rápido que solo Yuri la entendió.
…
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