miércoles, 27 de agosto de 2025

Desayuno - capítulo 3 - "Regreso a Fornacis"

 


Desayuno

 Cuando despertó, bastante después de lo pensado, se encontró arropada con una manta.

          Sobresaltada se sentó bruscamente, buscando desesperada el arma, que ya no estaba en sus manos, ni en ningún lugar a su alcance.

            El silencio reinante y la penumbra del ambiente aumentaron su sentimiento de alarma. ¿Qué habría pasado?

Con cautela se asomó tras el mamparo, asustada y casi muere con la imagen que vio.

-          ¡¿Qué hace ahí?! –

-          La esperaba, el café se le está enfriando – contesto él hombre tendiéndole una tasa de humeante bebida.

-          ¿Cómo? – interrogó ella perpleja.

-          Que ya es hora de desayunar – sonrió él.

-          ¿Desayunar?¿Qué hora es?¿Cuanto dormí? – de apoco iba retomando su conciencia.

-          Bueno, no me fijé, pero yo calculó que unas 10 hs por lo menos. Se ve que estaba muy cansada –

-          No, no puede ser –

Como toda respuesta él se encogió de hombros al tiempo que sorbía, a través de un pequeño sorbete, el contenido de una pequeña vasija.

-          El saltó – se sobresaltó ella de pronto, al recordar el viaje que estaba comandando.

-          Hace bastante que ya lo hicimos, en cualquier momento saldremos del hiperespacio –

-          ¿Cómo que ya lo hicimos?¿Quién lo hizo? – preguntó tontamente, advirtiendo que, estando ella dormida, solo él podría haberlo hecho.

-          ¿Usted? –

No dijo nada, tan solo la miró mientras echaba un chorro de agua caliente en la vasija, para luego sorberla a través del sorbete, como había hecho antes.

-          Todas las “Tomate” son similares –

Sin saber que hacer ella se sentó a la mesa, con el café que él le acababa de convidar.

-          ¿Quiere? – invitó el hombre ofreciéndole un bollo dulce – los acabo de hornear –

Ella seguía sin saber qué hacer, tan aturdida estaba. Ese hombre la podría haber matado y ella ni se habría enterado. Era algo gravísimo…seguía asustada.

-          Gracias – balbuceó aceptando. Necesitaba tiempo para pensar - ¿Qué toma? –

-          Mate - fue la escueta respuesta – No es algo que pueda hacer muy a menudo y lo extrañaba. – aclaró mientras terminaba de sorber el liquido.

-          ¿Mate? ¿Qué es eso? – preguntó algo más tranquila, con cierta curiosidad.

-          Una bebida típica del Rio de la Plata, allá en la tierra – e hizo un vago gesto que pretendía indicar hacia el lugar donde su planeta debería estar.

-          No sé porque pero en esta nave lleva usted abundante cantidad de yerba mate y pensé que no se molestaría si tomaba un poco –

Así que eso era lo que contenían esos paquetes. En el apuro no había indagado mucho.

-          No, no, por favor, de hecho no sabía para que podría servir y estuve a punto de tirarla –

-          ¿Tirarla? Hubiese sido un pecado, es de muy buena calidad. Sabe, en todas las naves hay con que preparar café, pero sobran los dedos de la mano para contar en las que pueda encontrar yerba mate. ¿Por qué la tiene usted? –

-          Ni idea, supongo que al anterior piloto le gustaría esa “yerba” – comentó ella restando importancia al hecho, mientras terminaba su café.

“El anterior piloto”, la afirmación quedo grabada en su memoria, “¿Quien podría ser? Seguramente un paisano, no eran muchos los tomadores de mate. Sería mejor redoblar las precauciones” pensó, sin decir nada.

Ya completamente despierta y alerta se encaminó a la cabina de mando. Efectivamente estaban por abandonar el hiperespacio y había mucho que hacer.

Él la siguió luego de recoger y acomodar todo.

-          Permiso – pidió sentándose en la butaca de la derecha.

-          ¿Dónde aprendió a pilotear? – cuestionó ella luego de varios minutos, después de haber ajustado varios parámetros.

-          Por ahí – fue la evasiva respuesta.

-          Veo que es usted bastante misterioso – comentó en un tono que era un intento de distender la situación.

-          No más que otros –

Ella lo miró fijamente, bastante molesta por la insinuación. La situación volvió a ponerse tensa.

-          ¿Quién o qué es Giagiá? – preguntó él de pronto – ¿Le conté que habla dormida? –

Esto era demasiado.

-          ¿Qué le importa …? – empezó a protestar, pero no pudo terminar de quejarse.

De pronto, antes de tiempo, la “Boloñesa” salió del hiperespacio apareciendo en trayectoria de colisión con una estrella.

-          ¡Diablos, que pasa aquí! – se cuestionó ella mientras revisaba frenéticamente los datos de navegación – No me vaya a enterar que ha hecho mal los cálculos – amenazó seriamente al hombre.

-          Jamás me equivoco. ¡Tengo más saltos que años usted! – fue la respuesta del humano, mientras trabajaba afanosamente para detener la loca carrera de “la Boloñesa”.

Cuando al final lograron frenar y estabilizar la nave comenzaron a trabajar en la determinación de la posición y lo más importante, la causa de la brusca interrupción del vuelo hiperespacial.

 Al cabo de un tiempo que pareció interminable Alba confirmó los cálculos del hombre.

-          No, no, todo está bien. No hay fallos en la programación – y, preocupada agregó – no entiendo porque la Boloñesa nos sacó aquí -

-          ¿De quién era esta nave? – consultó el hombre, que tras ella inspeccionaba el interior de un tablero que acababa de desmontar.

-          La nave es mía, hace años que la tengo –

-          Sin embargo no sabías que era la yerba mate que había en la cocina – Ella enrojeció levemente. – y mencionaste algo respecto a otro piloto. ¿Quién más ha comandado esta nave? –

-          Pues – pensó – unas diez personas por lo menos –

-          ¿Cómo? –

-          Bueno, es muy caro tener una nave parada. Cuando no la uso la alquilo…- empezó a disculparse.

-          ¿Y a quién se la alquilaste por última vez? –

-          A un simpático viejito que la necesitaba para hacer una mudanza o algo así – recordó vagamente – creo que tenía una nieta que se iba a trabajar a Neptuno, me dijo –

-          ¿Tienes los papeles del alquiler? –

-          Supongo que estarán por aquí – dijo mientras revolvía las carpetas del ordenador. – Aquí, aquí esta – afirmó al encontrar el archivo – El inquilino fue un tal “Catinga(2)” –

-          ¿El Catinga? – rumió el nombre. – ¿Una persona con un aroma algo extraño? –

-          Sí eso. Un hombre muy amable. Pagó en efectivo, por adelantado – explicó sin que hiciera falta.

-          El Catinga… – repitió como queriendo convencerse de a quién se refería – Alba, me temo que te cruzaste con el ¡El Paraguayo! –

-          ¿Y? –

-          ¿Esta nave esta artillada? –

-          Pues, no mucho, pero si –

-          Vamos entonces, creo que pronto tendremos visitas – y sin decir más terminó de remover un equipo que retiró de la zona del panel removido y lo estrelló contra el piso de la nave, destruyéndolo.

-          Nos han interceptado –

 

Nota: (2) “Catinga”: Olor raro. Lunfardo de la provincia de Misiones, Argentina.

libro disponible en:

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