Sobresaltada se sentó bruscamente, buscando desesperada el arma, que ya no estaba en sus manos, ni en ningún lugar a su alcance.
El
silencio reinante y la penumbra del ambiente aumentaron su sentimiento de
alarma. ¿Qué habría pasado?
Con
cautela se asomó tras el mamparo, asustada y casi muere con la imagen que vio.
-
¡¿Qué
hace ahí?! –
-
La
esperaba, el café se le está enfriando – contesto él hombre tendiéndole una
tasa de humeante bebida.
-
¿Cómo?
– interrogó ella perpleja.
-
Que ya
es hora de desayunar – sonrió él.
-
¿Desayunar?¿Qué
hora es?¿Cuanto dormí? – de apoco iba retomando su conciencia.
-
Bueno,
no me fijé, pero yo calculó que unas 10 hs por lo menos. Se ve que estaba muy
cansada –
-
No, no
puede ser –
Como
toda respuesta él se encogió de hombros al tiempo que sorbía, a través de un
pequeño sorbete, el contenido de una pequeña vasija.
-
El
saltó – se sobresaltó ella de pronto, al recordar el viaje que estaba
comandando.
-
Hace
bastante que ya lo hicimos, en cualquier momento saldremos del hiperespacio –
-
¿Cómo
que ya lo hicimos?¿Quién lo hizo? – preguntó tontamente, advirtiendo que, estando
ella dormida, solo él podría haberlo hecho.
-
¿Usted?
–
No dijo
nada, tan solo la miró mientras echaba un chorro de agua caliente en la vasija,
para luego sorberla a través del sorbete, como había hecho antes.
-
Todas
las “Tomate” son similares –
Sin saber
que hacer ella se sentó a la mesa, con el café que él le acababa de convidar.
-
¿Quiere?
– invitó el hombre ofreciéndole un bollo dulce – los acabo de hornear –
Ella
seguía sin saber qué hacer, tan aturdida estaba. Ese hombre la podría haber
matado y ella ni se habría enterado. Era algo gravísimo…seguía asustada.
-
Gracias
– balbuceó aceptando. Necesitaba tiempo para pensar - ¿Qué toma? –
-
Mate -
fue la escueta respuesta – No es algo que pueda hacer muy a menudo y lo
extrañaba. – aclaró mientras terminaba de sorber el liquido.
-
¿Mate?
¿Qué es eso? – preguntó algo más tranquila, con cierta curiosidad.
-
Una
bebida típica del Rio de la Plata, allá en la tierra – e hizo un vago gesto que
pretendía indicar hacia el lugar donde su planeta debería estar.
-
No sé
porque pero en esta nave lleva usted abundante cantidad de yerba mate y pensé
que no se molestaría si tomaba un poco –
Así que
eso era lo que contenían esos paquetes. En el apuro no había indagado mucho.
-
No, no,
por favor, de hecho no sabía para que podría servir y estuve a punto de tirarla
–
-
¿Tirarla?
Hubiese sido un pecado, es de muy buena calidad. Sabe, en todas las naves hay
con que preparar café, pero sobran los dedos de la mano para contar en las que
pueda encontrar yerba mate. ¿Por qué la tiene usted? –
-
Ni
idea, supongo que al anterior piloto le gustaría esa “yerba” – comentó ella
restando importancia al hecho, mientras terminaba su café.
“El
anterior piloto”, la afirmación quedo grabada en su memoria, “¿Quien podría
ser? Seguramente un paisano, no eran muchos los tomadores de mate. Sería mejor
redoblar las precauciones” pensó, sin decir nada.
Ya
completamente despierta y alerta se encaminó a la cabina de mando. Efectivamente
estaban por abandonar el hiperespacio y había mucho que hacer.
Él la
siguió luego de recoger y acomodar todo.
-
Permiso
– pidió sentándose en la butaca de la derecha.
-
¿Dónde
aprendió a pilotear? – cuestionó ella luego de varios minutos, después de haber
ajustado varios parámetros.
-
Por ahí
– fue la evasiva respuesta.
-
Veo que
es usted bastante misterioso – comentó en un tono que era un intento de
distender la situación.
-
No más
que otros –
Ella lo
miró fijamente, bastante molesta por la insinuación. La situación volvió a
ponerse tensa.
-
¿Quién
o qué es Giagiá? – preguntó él de pronto – ¿Le conté que habla dormida? –
Esto
era demasiado.
-
¿Qué le
importa …? – empezó a protestar, pero no pudo terminar de quejarse.
De
pronto, antes de tiempo, la “Boloñesa” salió del hiperespacio apareciendo en
trayectoria de colisión con una estrella.
-
¡Diablos,
que pasa aquí! – se cuestionó ella mientras revisaba frenéticamente los datos
de navegación – No me vaya a enterar que ha hecho mal los cálculos – amenazó
seriamente al hombre.
-
Jamás
me equivoco. ¡Tengo más saltos que años usted! – fue la respuesta del humano,
mientras trabajaba afanosamente para detener la loca carrera de “la Boloñesa”.
Cuando
al final lograron frenar y estabilizar la nave comenzaron a trabajar en la
determinación de la posición y lo más importante, la causa de la brusca
interrupción del vuelo hiperespacial.
-
No, no,
todo está bien. No hay fallos en la programación – y, preocupada agregó – no
entiendo porque la Boloñesa nos sacó aquí -
-
¿De
quién era esta nave? – consultó el hombre, que tras ella inspeccionaba el
interior de un tablero que acababa de desmontar.
-
La nave
es mía, hace años que la tengo –
-
Sin
embargo no sabías que era la yerba mate que había en la cocina – Ella enrojeció
levemente. – y mencionaste algo respecto a otro piloto. ¿Quién más ha comandado
esta nave? –
-
Pues –
pensó – unas diez personas por lo menos –
-
¿Cómo?
–
-
Bueno,
es muy caro tener una nave parada. Cuando no la uso la alquilo…- empezó a
disculparse.
-
¿Y a
quién se la alquilaste por última vez? –
-
A un
simpático viejito que la necesitaba para hacer una mudanza o algo así – recordó
vagamente – creo que tenía una nieta que se iba a trabajar a Neptuno, me dijo –
-
¿Tienes
los papeles del alquiler? –
-
Supongo
que estarán por aquí – dijo mientras revolvía las carpetas del ordenador. –
Aquí, aquí esta – afirmó al encontrar el archivo – El inquilino fue un tal “Catinga(2)” –
-
¿El
Catinga? – rumió el nombre. – ¿Una persona con un aroma algo extraño? –
-
Sí eso.
Un hombre muy amable. Pagó en efectivo, por adelantado – explicó sin que
hiciera falta.
-
El
Catinga… – repitió como queriendo convencerse de a quién se refería – Alba, me
temo que te cruzaste con el ¡El Paraguayo! –
-
¿Y? –
-
¿Esta
nave esta artillada? –
-
Pues, no
mucho, pero si –
-
Vamos
entonces, creo que pronto tendremos visitas – y sin decir más terminó de
remover un equipo que retiró de la zona del panel removido y lo estrelló contra
el piso de la nave, destruyéndolo.
-
Nos han
interceptado –
Nota: (2) “Catinga”: Olor raro. Lunfardo
de la provincia de Misiones, Argentina.
libro disponible en:
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