Parte 8 – En el pozo
A la carrera, esquivando proyectiles, saltando de un lugar a
otro cuidando de no exponerse a la metralla seguían a Pacino, que corría como
alma que la lleva el diablo, tras las indicaciones del GPS temporal que los
guiaba a la puerta que, según creían, había logrado abrir Amelia para sacarlos
de allí, pero no lo alcanzaron.
Pacino no lo noto hasta que fue tarde.
En su urgencia atravesó lo que, a simple vista, aparecía
como la puerta de un granero
Ni bien la cruzo esta se cerró y desapareció dejando a
Alonso y Julián en los campos de El Biutz.(1)
Pacino, en su apuro, siguió corriendo una buena veintena de
metros antes de advertir el extraño entorno que lo rodeaba.
Se detuvo en medio de un verde prado y, doblado sobre sus
rodillas, respiró desacompasadamente hasta que recupero el aliento. Entonces se
incorporo, lentamente, con la respiración aun acelerada y observo el lugar.
El lugar bien podía ser paradisiaco, el verde prado se
extendía por el norte hasta un bosquecillo de abedules, por el este daba a un
pequeño arroyo, al sur terminaba en las primeras rocas de los bajos montes que
ocultaban el horizonte y hacia el oeste, un poco más extenso, hasta una
construcción rustica, cerca de la cual había un aljibe de madera. Pero no lo
era, había algo tétrico en el aire.
En un instante su alma de policía se hizo cargo de la
situación y todo su ser se puso en alerta.
Le llevo algunos segundos notar el profundo silencio que
reinaba, cuando su corazón dejo de latir fuertemente en sus oídos, ya pasada la
carrera, noto que no había sonidos. Ni si quiera el agua que corría por el
arroyo los producía. Cautamente sopeso la posibilidad de haber quedado sordo. Quizás
alguna explosión muy cercana en el campo de batalla o algo así….pero no, estaba
seguro que tal cosa no lo había afectado.
A paso cuidadoso, arma en mano, camino hasta el cercano
bosque. De cerca pudo observar los abedules, eran tétricos, se veían
achaparrados, débiles, quebradizos, como muertos, aunque mantenían un apagado
verdor en sus hojas. Extendió la mano para tocar una de las ramas y esta se
deshizo, como si fuera polvo.
Cada vez más intrigado giro sobre sus pasos para ir hasta la
construcción en busca de alguna explicación, al hacerlo poso su vista en el
camino que había recorrido y advirtió una falta inquietante…no tenia sombra.
No, no era que el lugar no tuviera sombras, él no tenía sombra. Casi
desesperado busco por todos lados, pero nada, no había ninguna.
Caminando cautamente, con pasos cruzados y mirando para
todos lados, atento a un palpable peligro, se dirigió hacia la cabaña.
Por probar, por darse animo, pregunto a voz en cuello si había
alguien por ahí. Mas su voz no salió. El sonido era algo extraño en ese mundo.
…y sin embargo.
Se detuvo expectante conteniendo la respiración…
-
Pacino – la voz resonó clara en su mente, que no
en sus oídos
-
¿Qué? –
-
Pacino… - siguió llamando la voz. Creyó
reconocerla
-
Pacino… - la voz iba y venía, no denotaba emoción
era neutra, solo llamaba
-
Pacinoooo… -
¡El pozo! Quien quiera que fuera que lo llamaba lo hacía
desde el pozo.
No más de 10 pasos le llevo llegar al aljibe.
-
Pacino – seguía llamando la voz
-
¿Qué?¿Qué? – volvió a preguntar desesperado, consciente
de que su voz no se escuchaba.
De a poco la luz fue desapareciendo, tuvo que tomarse de la
pared de tablas del aljibe para no caer.
-
Pacino –
Se asomo a la boca del pozo y miro en el interior. La
oscuridad era total. O casi, en el fondo había una luz.
¿La luna? Giro la cabeza y miro al cielo. Nada ahí no había
nada, solo oscuridad, ninguna luz, ningún color.
-
No hay nada – La voz, esta vez sí una voz real, sonó
a su espalda – Desde que esa cosa cayó del cielo no ha quedado nada –
-
¿Qué haces aquí?¿Que está pasando Lola? –
-
Nada, que tu cariño, como todo aquí, estás
muerto –
Mientras que una sonrisa macabra se dibujaba en su juvenil
rostro, le dio un empujón que lo hizo caer al interior del aljibe
Sin poder evitarlo comenzó a caer hacia la luz del fondo del
pozo. La risa de ultratumba llegaba nítida a sus oídos desde la boca del pozo.
Lola dio una última mirada hacia abajo y se fue. Su rostro desapareció de la
misma y la oscuridad se cerró completamente.
Un fuerte golpe en la cara lo sacudió. Luego otro más.
La espalda, apoyada contra un piso de consistencia esponjosa,
seguramente el fondo del aljibe, se le fue humedeciendo cada vez más.
Si algo le faltaba a su tortura de pronto se le ocurrió que
el agua del aljibe subiría y moriría ahogado si no lograba incorporarse y salir
de allí.
Con un esfuerzo supremo intento levantar la cabeza, pero un
dolor profundo lo paralizo ¿se habría roto el cuello en la caída? Si hubiese
habido luz habría visto la palidez que lo invadió.
Abrió grandemente los ojos, en último esfuerzo de retener
alguna imagen del mundo que lo abandonaba… y lo vio.
-
¡Padre! – el grito silencioso le atenazo la
garganta
-
¿Qué haces ahí tirado señor Méndez? – Le reprocho
-
Me han empujado padre…- balbuceo a modo de
excusa, profundamente dolido por la reprimenda. Que su padre lo llamara por el
apellido era señal inequívoca de enojo.
-
Pues, si te caes te levantas –
Con gran esfuerzo volvió a intentar levantar la cabeza,
mientras su padre, con dura expresión lo miraba, esperando se levante.
De pronto la cara de este se relajo, algo parecido a una
sonrisa de cariño se dibujo bajo su bigotito mientras pasaba una mano bajo su
nuca para ayudarlo.
Internamente agradeció el gesto, sin decirlo para que padre
no lo fuera a interpretar como señal de debilidad.
Una inmensa paz lo fue invadiendo de apoco. Sus ojos
comenzaron a cerrarse. La luz del fondo del pozo volvió a aparecer allí, lejos…cada
vez más cerca. Esa era la salida, tenía que ir hacia allí, no había otra forma
de escapar de aquella pesadilla. Con la ayuda de padre lo lograría. El, siempre ausente, no lo
dejaría allí, lo ayudaría. ¡Tenía que hacerlo.!
-
¡No aflojes! – le grito alguien
De pronto algo le golpeo el pecho. Sea lo que sea que lo había
hecho el golpe se repitió.
Espantado miro a su pecho, unos dedos fríos le arrancaban
los botones de la camisa y dejaba su piel al aire.
Otro golpe. Esta vez vio bien ¡Un zapo enorme estaba sobre
él dando saltos!
Con ojos fríos el animal lo miraba, impertérrito, sin emoción
alguna. Demoraba unos instantes y volvía a saltar. Otro golpe sacudía su pecho
cuando el batracio caía sobre él.
-
¡Vete bicho de mierda! – quiso gritar para
espantarlo.
Pero no se iba, seguía saltando sobre él. No solo eso,
alguien le agarró la cabeza y le dio vuelta la cara y se puso de costado.
Luego se la volvió a girar, sin que él pudiera evitarlo, y
un aliento fuerte le invadió la nariz.
Se quedo helado. Allí, frente a sus ojos, a no más de un par
de centímetros se le apareció Alonso. El rostro del compañero era
inconfundible, y su aliento también.
¿Pero?¿Que hacia? Infructuosamente trato de girar la cara
para evitar el beso de boca que el otro le daba.
El sapo volvió a saltar sobre su pecho
-
¡Hijo de puta que yo no soy de esos! –
-
¿Qué tiene de malo? – escucho la voz de Irene a
su lado
-
¡Que yo soy hombre! –
-
¿Y? – yo no dejo de ser mujer por besar a otra
-
No es lo mismo… - pero no pudo terminar la
palabra. Con fuerza Alonso volvió a partirle los labios
-
¿Ves? – la risa de Lola le llego de lejos
-
Te entiendo – Amelia a su lado lo consoló, al
tiempo que le acariciaba dulcemente la frente – Vamos Pacino, se fuerte –
-
Si, si, ¡pero que no me vuelva besar! -
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-
¡Vamos de nuevo que vuelve! – la voz de Julián
no dejaba dudas
Haciendo una muesca de desagrado Alonso volvió a apoyar sus
labios en los de Pacino y soplo en sus pulmones todo el aire que le era posible
mientras Julián le presionaba el pecho acompasadamente
-
¡Qué haces degenerado! – grito Pacino y todos
rieron fuertemente al aflojarse la tensión.
¡Había vuelto! El amigo seguía vivo.
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(1) (ver “Tiempo de Resistencia” https://ytusarg.blogspot.com.ar/2017/09/tiempo-deresistencia-fanfic-n-7.html )
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