Tiempo Anterior – año 1000 – Puerta Perdida
La tormenta, entrando por el sur, era espeluznante. Luces
fantasmagóricas cruzaban las nubes en todas las direcciones, sin emitir un solo
sonido.
- Mala cosa - Pensó Alhaken (II de ese nombre) - al tiempo que cerraba las celosias del altillo de su palacio en Córdoba, donde tenia su taller de trabajo y estudio.Mientras
bajaba las escaleras en la parte baja de la casa los postigones golpeando los
marcos de las ventanas parecían a punto de salirse de los goznes.
De
pronto un ruido sordo y cantarín se superpuso al zafarrancho general, no le
cupo duda de lo que había pasado. Una gota de frio sudor le corrió por la nuca.
Efectivamente,
al llegar al piso bajo vio los restos del brillante cristal desparramados por
toda la estancia. El carísimo espejo Bizantino se hallaba estrellado, hecho
astillas por toda la sala. Con mirada temerosa recorrió la estancia hasta que
lo vio, ahí, al pie de la ventana.
Oculto
como asustado, estaba el gato negro, su gato, ese que había desaparecido hacia
casi tres meses
El
era un hombre de ciencias, un estudioso, uno de los pocos que no solo sabía
leer y escribir, sino que también dominaba el algebra y era versado en los más
diversos saberes…y aun así.
Por
unos instantes se sintió como un vulgar campesino, temeroso del diablo y su
maldad, pero se repuso, después de todo el pobre animal se veía tan asustado
como él.
Con
cariño se acerco al gato, tendiéndole la mano, y este corrió hacia el cómo
agradecido del cobijo que le ofrecía su antiguo amo.
Con
el gato alzado se acerco a la ventana más cercana y la trabo. Afuera la
tormenta seguía luciéndose en relámpagos sin truenos…de no haber sido él un
descendiente de los hombres del desierto…pero lo era y no se hubiese asustado
de no ser por el gato, que si se espanto, como si alguna visión del exterior lo
hubiese atemorizado.
El
pobre animal salió corriendo luego de clavarle las uñas para saltar de sus
brazos.
La
experiencia fue fuerte, pues el animal salió corriendo dando un fuerte
maullido, el viento volvió a abrir la ventana y, entrando raudo, apago la vela
que escasamente iluminaba la habitación, sumiéndola en la más absoluta
oscuridad…o casi, porque en el piso, de forma inexplicable, los restos del
espejo brillaban, y, bajo esa fantasmagórica luz fue que los vio, eran tres
figuras, como fantasmas, vestidas de negro, sin túnicas ni turbantes.
Se
movían concertadamente, con movimientos coordinados, como si siguieran un plan
determinado.
Para
su tranquilidad, le ignoraron completamente, obviamente no les interesaba. Es
más, uno, al pasar frente a él, se coloco un dedo sobre los labios, indicándole
que guardara silencio.
Quieto
como una estatua, apoyado contra un tapiz colgante que cubría una pared de piso
a techo observó con ojos desmesurados y casi sin respirar, lo que hacían los
“yinn”. Porque seguro que esas figuras eran “genios”, ¿Qué otra cosa podrían
ser si no?.
Los
“yinn” revisaron toda la sala con gran atención, una vez terminado, como
aparentemente no habían encontrado lo que buscaban, le indicaron que los acompañara
al altillo del cual había descendido minutos antes.
Allí
volvieron a su trabajo, uno a uno miraron todos y cada uno de los papeles que
encontraron, para eso usaron unas luces mágicas que le dejaron asombrado.
Mudo
como estaba, solo atinaba a rezar a Ala que estos fueran “genios amigables” y
no le hicieran daño.
-
Nada de nada – escuchó decir a uno ellos, en una
jeringosa que le hizo recordar la lengua de los reinos cristianos del norte.
-
¿Cómo podía ser eso si la lengua de Ala era el
Árabe? – pensó mientras el corazón se le aceleraba.
Los yinn, ya convencidos que lo que buscaban no estaba allí,
se dirigieron a él y le iluminaron la cara mientras, en la misma jeringosa, le
comenzaron a hacer preguntas que no terminaba de entender.
En vano trato de articular palabra, no sabía que decir, ni
siquiera sabía si debía decir algo,
-
Déjalo, seguro que no sabe nada – dijo una voz
que parecía mujer. Otra rareza
-
Nos hemos adelantado, aun no es el tiempo –
contesto otro, como maldiciendo.
Las luces se apagaron y los yinn se marcharon, dejándolo
sentado frente a su mesa de trabajo, donde lo encontró al-Mushafi a la mañana siguiente.
Durante
todo ese día no dio entrevistas, ni acepto compañía alguna. Solo y ensimismado
se dedico a pasear por los jardines de palacio. La visión de los yinn lo había
perturbado mucho y no quería que nadie lo viera en ese estado. Cualquiera podía
interpretarlo como señal de debilidad, y eso era algo que ningún gobernante
puede permitirse.
-
¿Qué habría hecho su padre, Abderramán III, ante
una situación como aquella? – se preguntaba mientras sus pies recorrían los
senderos.
En algún momento paso frente al estanque y su imagen,
reflejada en el agua, le sorprendió.
Se quedo largo rato mirando el reflejo, ¿Quién era ese
hombre avejentado que le miraba desde el fondo del charco? Ya no tenía forma de saberlo. Tan distinto era
al recuerdo que el tenia de si mismo.
Tan ensimismado quedo con su imagen y sus recuerdos, que no
advirtió la presencia del joven madrileño que pasó a su lado.
Le sorprendió grandemente la presencia del mismo en el
jardín. Si bien no era maniaco de la soledad, por respeto los súbditos solían
no recorrerlo cuando él lo hacía.
-
Disculpe excelencia – se excusó el muchacho
inclinando levemente la cabeza en señal de respeto
La figura del muchacho era agradable, lo había cruzado
varias veces desde que llegara a palacio, e incluso había tenido oportunidad de
ver alguno de sus trabajos, ese joven Maslama prometía.
-
Está bien joven – le disculpó - Ala tiene
caminos insondables para los hombres, quizás este encuentro tenga alguna
finalidad. Dígame, ¿Cómo es la villa esa de la que usted proviene? –
-
Hermosa señor, es una de las aldeas con los más
bellos cielos de todo el califato –
-
He oído decir que las gentes de ahí dicen “de
Madrid al cielo”. ¿Es tan así? –
-
Así y más. No es solo una frase poética señor.
Es un regalo de Ala –
-
¿Un regalo de Ala? – medito Alhaken
-
Joven,
entiendo que es versado en matemáticas y artes mágicas – afirmó más que
interrogó. El joven, alagado por el califa, solo atino a bajar la cabeza en
señal de humildad y sumisión.
-
Venga – se decidió el califa – tengo unos
documentos que quizás usted deba ver –
Y
juntos caminaron hacia unas construcciones, donde había una estancia oculta en
la que Alhaken atesoraba ciertas cosas muy especiales, heredadas de su padre.
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El
guardia, que permanentemente custodiaba la puerta, se cuadro al ver llegar al
Califa. No era un acontecimiento extraño, Alhaken gustaba estar allí, periódicamente
se llegaba hasta la estancia, a veces en busca de fresco para mitigar los
calores del verano…en esas ocasiones pasaba largas estancias en el interior,
periodos durante los cuales no se permitía la entrada de ninguna otra persona
al lugar.
Otras
veces solo venia por unos minutos, al cavo de los cuales salía con alguna
botella de agua helada, que tanto le gustaba.
El
guardia podía haber pensado que esa tarea era indigna de un califa, habiendo
abundantes sirvientes para ello. Pero no le correspondía a él cuestionar a su
señor, y por tanto no lo hizo.
Alhaken
y el joven que lo acompañaba ingresaron en la fresca estancia, demorando unos
instantes, hasta que los ojos se acostumbraron a la semi penumbra, y siguieron
por un pequeño pasillo que desemboco en una puerta pequeña. Para pasar por ella
ambos debieron inclinarse bastante, tan baja era la puertecita.
Una
vez cruzada se encontraron en una estancia más amplia, sin ventanas, solo
ventilada por unas pequeñas luceras en la parte superior de la misma, por las
que no se llegaba a disipar el olor a encierro y a viejo que la inundaba.
En
el medio de la estancia había una mesa y una sola silla. El califa se sentó en
ella, cansado y pidió a Malama que encendiera una lámpara que allí se hallaba.
A
la tenue de la llama, aparecieron las paredes de la sala, y en ella, de piso a
techo, estanterías llenas de libros. De pronto el matemático intuyo que hacia
el califa en esas calurosas tardes, pero se equivocaba.
-
Alcánzame ese rollo de allí – Pidió Alhaken,
señalando uno ubicado en un rincón particular
Cuando el joven se lo hubo acercado, lo llamo y le pidió que
se acercara a ver.
Malama no podía dar crédito a lo que su señor le mostraba y
empezó a tener temor por las cosas que se le estaban confiando.
Con la pausa de un erudito, como correspondía a quien lo
era, Alhaken fue indicando todos y cada uno de los detalles que en el libro se
describían, así como haciendo acotaciones a las implicancias que podían tener,
y, para aumentar el pánico, a la situación política del califato.
-
¿Increíble, verdad? – pregunto al terminar de
leer.
Azorado Malama no supo que decir
-
Igual me sentí yo cuando mi padre me develo este
secreto…amigo – esto último lo dijo luego de una pausa, como si dudara del
poder que estaba transfiriendo con esa simple palabra a alguien que no lo tenía
y al que, por cuna, no le correspondía.
-
Si, joven, a partir de ahora lo considero mi
amigo, y eso porque he de pedirle, que no ordenarle, un gran favor –
-
El que desee señor –
-
Como usted habrá comprendido, aquí yace un
enorme poder, un poder que debe ser preservado. Así me lo hizo saber mi padre
en su momento… - y una lágrima pareció aparecer en sus ojos, aunque bien pudo
ser un simple destello de la llama.
-
Lamentablemente Ala no me ha concedido la gracia
de poder hacer lo mismo. Mi posible heredero es solo un niño…y a mi ya no me
queda mucho tiempo –
-
Señor –
-
No, no me contradiga, en mi situación todo eso
ya carece de importancia, a demás pronto deberé presentarme al único y verdadero
Señor….pero antes necesito hacer algo con esto – Insistió indicando no solo el
libro, si no toda la sala.
-
Quiero que, después de muerto, tome todos y cada
uno de estos libros y se los lleve a Madrid, lejos de los cataclismos que se
aproximan a nuestro reino –
-
¡Señor! –
Pesadamente el califa se incorporo con ayuda del joven matemático,
que se tomo la licencia de posar su mano sobre el brazo de su señor, sin que
este se opusiera.
-
Malama, usted es un hombre de letras, instruido,
debe saber que el peor de los enemigos es la ignorancia. El ignorante es
arrogante, fanático, capaz de cualquier cosa, pues, a falta de razón se vale de
la fuerza, la violencia es la razón de la sinrazón….- hizo una pausa para tomar
aire – En nuestro futuro se alza esa nube, los ignorantes caminaran por
nuestras calles, se ensoñaran en nuestros palacios y destruirán la convivencia
civilizada entre nuestras gentes….está escrito. Por eso tenemos que salvar lo
que se pueda y resguardar lo que no debe ser descubierto por ellos.- y calló.
Sin decir más saco una llave que llevaba colgada a su pecho
y se dirigió a otra puerta, una que Malama no había notado, porque estaba tras
un tapiz.
-
Venga – ordeno el califa mientras la abría
-
No pensaba mostrarle esto, pero anoche recibí la
visita de unos “yinn”. Estoy seguro de que buscaban esto.- explico – Y eso me
convenció, en esos libros esta el secreto de esta puerta, pero no lo que vera
tras ella. Por ninguna razón lo que va a ver debe caer en manos inapropiadas –
y cruzo el umbral con Malama tras él.
Al cabo de un tiempo volvieron los dos
No existen palabras para describir la cara del matemático.
La del califa era una mescla de dolor, y decisión.
Volvió a correr el tapiz, y, antes de apagar la vela le
entrego la llave con que había cerrado la puerta y le advirtió
-
Ala y yo lo estaremos viendo. Confió en usted, y
le pido me disculpe por la carga que he puesto sobre sus hombros. – medito unos
instantes – solo le pido que no pase la posta a nadie que no sea digno. Y si,
en su momento no lo hubiera, oculte todo de modo que jamás nadie lo encuentre –
Los dos salieron con sendas botellas de agua. El guardia se
cuadro en señal de saludo y volvió a la custodia.
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Del
otro lado se encontraron en patio de un convento, en una época no determinada.
-
¿Estás bien Pacino? –
-
¿Eh? Si, si gracias –
-
¿Puedes seguir? –
-
Si, si vamos –
Y acto seguido corrieron por una galería desierta hasta una
puerta al final de la misma.
La salida a esa puerta los deposito en una galera que
navegaba dando bandazos por las aguas del Cantábrico, para horror y
desesperación de Alonso.
-
No sabemos cómo – explico Irene – los “nuevos”
se pusieron en contacto con alguien del pasado, un tal Roa, alguien que conoció
al Rabino Levi y que está al tanto de los secretos de las puertas –
-
Secretos que ni siquiera nosotros conocemos –
aclaro Lola
-
Bueno, si ni siquiera los conoces tu deben ser
muy secretos – toreo Pacino
-
Jaja –
-
No importa, por lo que nos enteramos, creen que
hay una primera puerta que ampliaría el alcance del ministerio a cualquier
lugar fuera de España en cualquier tiempo – Explico Amelia
-
Una llave maestra – dijo Julián
-
Algo así –
-
¿Y eso existe? En Madrid nunca vimos algo así –
-
Pues, porque cabe la posibilidad de que no esté
en Madrid –
-
¿Y donde entonces? –
-
Hay varias opciones. La mayoría piensa que puede
estar en Córdoba –
-
En Córdoba, … será la Andaluz… - Rogo Alonso,
que regresaba, recordando las andanzas por Argentina, sin poder escuchar la
respuesta, pues su estomago lo volvió a impeler hacia la borda
-
Si es la nuestra – confirmo Irene
-
¿Qué los llevo a pensar eso? –
-
Que allí trabajo Hasday ibn Shaprut, en el libro
de las puerta que le entrego el rabino Levi a Isabel hay notas suyas –
-
Bueno, a Córdoba pues. Pero, una duda ¿Qué
hacemos aquí entonces? –
-
En el tiempo de Hasday ibn Shaprut, Córdoba era
capital del califato, y por lo tanto no tenemos puertas ahí en ese tiempo. Lo
más cercano que encontramos fue esta galera que va rumbo a Gijon…que en esta
época no será gran cosa, pero es lo único que tenemos a mano – Ilumino Lola,
mostrando los apuntes que tenía en mano.
La navegación fue cualquier cosa menos placentera…pero al
final termino y lograron pisar suelo firme en una playa a orillas de la cual se
levantaba un paupérrimo caserío.
Allí con mucho trabajo consiguieron caballos y ropas
adecuadas para todos y, sin detenerse a penas a descansar, comenzaron a
desgranar los kilómetros que los separaban de la capital califato Omeya.
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Los
distintos funcionarios se iban acomodando rápidamente a las nuevas directivas.
Los incentivos por productividad y una serie de lamentables accidentes que
habían afectado a los más reticentes, habían motivado positivamente al
personal. Incluso la pesada esa de Angustias había sabido reubicarse en los
depósitos, como le habían sugerido. En cuanto a Salvador y Ernesto, antiguos
jefes, nadie había vuelto a saber nada de ellos.
Solo
un puñado había pasado abiertamente a la oposición, había escuchado por ahí que
les llamaban “la resistencia”…pero, de momento se habían mostrado inoperantes y
ya empezaba a despreocuparse por ellos.
Como
fuera, a medida que se familiarizaba con su puesto iba descubriendo cosas
impensadas y ahora, ya retirado el contable, esperaba la llegada de una de esas
cosas.
En
un principio había pensado que iba a tener que esmerarse para lograr sacar
provecho de ella, por eso mando a los mejores hombres de la ex Darrow en su
búsqueda, pero resulto que no fueron necesarios…es más, según le habían
informado, al enterarse del objeto de la visita el hombre en cuestión se había
mostrado tremendamente emocionado y dispuesto a colaborar.
Golpearon
la puerta y asomando a penas la cara, la secretaria anuncio
-
Ya están aquí Señor –
-
Hágalos pasar por favor – ordeno mientras con
estudiado desdén la ignoro concentrado en cerrar no se sabe que cajón.
Los recién llegados no se hicieron esperar. Ni bien lo vio
supo porque había impresionado tan bien a los enviados. El tipo era alto de
perfil semítico, como correspondía, y con esa mirada que él tanto conocía, la
de los hombres ambiciosos, en nuestra época podría haber sido un perfecto lobo
de Wall Street.
Pensar que, por un minuto, había pensado mandar a buscar al
viejo tonto ese de Levi. Ahora sabía que otra vez su instinto estaba en lo
justo. Sí, ese Roa era sin dudas el hombre. Solo había que ponerlo a prueba.
El recién llegado también observaba detenidamente a su anfitrión.
Si el arquitecto Nuriel Oded Roa sentía asombro no lo demostraba. En nuestros
días habría sido un excelente jugador de Póquer, tan inexpresivo era.
Solo sus ojo permitían intuir en que pensaba.
Antes de pronunciar la primer palabra hizo un rápido repaso
mental de los hechos que terminarían con él en esa oficina.
El descubrimiento de los trabajos de Maslama, antepasado del
libertino matemático Haram, su socio.
La ayuda del rabino Levi para, a través de su interpretación
de la cábala, comprender los manuscritos de Maslama y su ceguera. El pobre
hombre estaba carcomido por su profesión que no podía ver más allá de sus
narices.
Le enojaba que fuera tan ciego, tenían ante sus ojos un
secreto que valía la vida de millones, que podría restaurar el reino de Jehová
y poner a su pueblo en posesión de la herencia que Dios le había prometido y se
negaba a hacerlo. Si hasta sonaba a blasfemia…se estremeció.
Y entonces apareció el trió que venía a buscarlo, en
principio pensó que eran tres REFA'IM, (fantasmas), pero solo lo pensó unos
instantes, hasta que los escucho hablar…
-
Este sí es – afirmo el que parecía estar a cargo
del grupo
-
Nada mal para ser nuevos en estos de las puertas
– se rio otro
-
Bueno, la primera vez le erramos por casi 400
años – protesto la mujer
-
Y el susto que le dimos al pobre viejo – se rio
uno de ellos
Supo enseguida que esos eran los “Yinn”. Que la leyenda
sobre la visión que había tenido el viejo califa no era tal y que estos hombres
tenían la llave del secreto que él intuía.
Por su puesto no dudo un segundo en seguirlos y ahí estaba
ahora.
-
Por favor, tome asiento – invitó el anfitrión –
tengo un negocio que ofrecerle –
Había pronunciado la palabra mágica “negocio” estaba en el
lugar correcto
-
¿Un café? –
-
Si es tan amable… -
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"Innâ lillahi wa Innâ ilaihi
râÿi'ûn" (De Allah provenimos y a Él regresamos)
Poco después de
transferir su secreto a Maslama, tal como el mismo adelantara, Alhaken
II partió hacia el 7º nivel de la Yanna a aguardar el llamado de la
Yawm al-Qiyama, dejando
tras de sí a los infortunados mortales de su reino librados a las vicisitudes
que se abatirían sobre ellos.
Maslama
el que más. El entonces joven matemático siguió en palacio, pero el palacio ya
no estuvo en él.
Trabajo
no le faltaba, el sucesor de Hasday ibn Shaprut se ocupaba de que así fuera.
Por lo menos hasta que él también debió partir.
Cada vez que podía el ex poderoso consejero dejaba de lado
sus múltiples asuntos, entre los cuales la sinagoga de su predecesor era lo que
más satisfacciones le traía, para darse una vuelta por las aulas y claustros
donde lo más granado del siglo, en esa parte del mundo, se dedicaba a las
cuestiones del saber. Había allí gentes de todas partes, credos y colores,
desde sabios venidos de la lejana Bagdad fundada por el legendario Al-Mansur
hasta monjes llegados desde la también apartada pero siempre presente Bizancio,
con sus oropeles algo alicaídos pero aun presentes.
Entre todas estas gentes había uno particular que pronto
llamo la atención del joven Maslama, un monje bajito y vivaracho, un tal Nicolás,
Bizantino él, que no solo estaba traduciendo la Materia Médica de
Dioscórides, sino que además le había dado por investigar la melodía de los
números, los arcos y los puentes, esto hizo inevitable su cruce con el inquieto
matemático madrileño.
Poco
falto para que encararan trabajos juntos, lo que no paso desapercibido para el
atento rabino sucesor Hasday ibn Shaprut, como tampoco la atmosfera de misterio
que de pronto surgió entorno a algunos de esos trabajos.
Fue
en una de sus esporádicas visitas que Hanock los encontró enfrascados con la
lectura de unos viejos pergaminos. Los dos estaban tan metidos en su trabajo
que no advirtieron su presencia hasta mucho después que el llegara.
Cuando
se percataron de la misma un frio le corrió por la espalda y sus caras así lo
dejaron ver, habían sido descubiertos tontamente y eso empeoraba las cosas
-
¿Qué hacéis? – consulto de forma tan imperativa
que no pudieron evitar poner al descubierto los pergaminos que estudiaban.
Ni bien tomarlos en sus manos, el sabio adquirió un aire
seremonioso, tanta impresión le causaron los documentos. Los examino con mucho
cuidado y luego, elevando la vista de ellos, pregunto
-
¿De dónde salió esto? – Ninguno de los dos
respondió nada
-
Ved esto – indico – son notas del sabio Shaprut
- más hablando para sí que para los jóvenes
-
Es increíble… - se asombro al comprobar las
implicancias que se adivinaban a partir de lo escrito y lo agregado
-
¿Sabe que es esto señor? – preguntó tímidamente
Maslama
-
¿Qué si sé que es esto….? . ¿ha leído la Cábala
joven? –
-
Lo intente una vez…-
-
Yo la he estudiado – Afirmo el monje, haciendo
que el judío le prestara atención.
-
¿Y qué me puede decir? –
Nicolás medito seriamente sus siguientes palabras, y al
final se decidió a contestar la pregunta, después de todo para eso había hecho
el viaje a Córdoba. Si el disipulo de Hasday ibn Shaprut sabía que significaba
todo aquello, y de eso no le quedaron dudas después de ver como había
contemplado la línea de los pergaminos, también podría ayudarlos con el problema
que tenia.
-
Que algo o alguien ha activado una puerta que no
sabíamos que permanecía abierta – fue la humilde y extraña respuesta del
Bizantino
-
Ya veo – comento Hanock, meneándose la
barba…pero no pudo hacer nada más, de pronto un alboroto en el patio de los
naranjos les advirtió que alguien importante se acercaba…y había solo una
persona importante capaz de hacer eso, el Emir a quien los cristianos conocían
como Almanzor.
-
Rápido, haced desaparecer esto – urgió – vamos,
vamos, urgente, gente como él jamás debe sospechar siquiera la existencia de
esta puertas.-
Ignorante del revuelo causado, el emir ingreso al claustro
con el aire soberbio que lo caracterizaba, propio de un hombre que se ha hecho
a sí mismo y está convencido de no deberle nada a nadie. Aunque eso era
imposible en una corte como la del califato.
Majestuosamente recorrió los anaqueles repletos de libros,
mirándolos con un cierto desdén, no porque despreciara el saber, si no porque
era un hombre práctico, de acción, de armas tomar y para él esos “estudiosos”
incapaces de empuñar una espada eran poco más que incapaces.
Aun así sentía cierta reverencia por ellos, y hasta algo de
temor por alguna de las cosas que ellos hacían.
Miró al rabino con evidente antipatía y pasó a su lado sin
prestarle mayor atención.
Se paro frente a Maslama y ordenó a todos los presentes que
los dejaran solos. Una vez se hubieron retirado todos preguntó a boca de jarro
-
¿Qué información me tiene? ¿Qué dicen los
planetas? –
-
Lo mismo que la última vez sire – respondió el
aludido, con el tono más humilde que fue capaz. Esto enojo notablemente al
emir, pero se contuvo
-
¡Pues sus planetas están equivocados entonces!,
el califato no se desmembrara si no que crecerá a expensas de los reinos
cristianos del norte y nadie podrá evitarlo –
Maslama solo atino a hacerse a un lado, con la cabeza baja y
la mirada al piso.
El emir pasó a su lado sin saludarlo.
-
¿Por qué has dicho eso? – inquirió Nicolás, que había
escuchado la conversación tras la puerta – Sabes que Dios no habla a través de
los planetas como creen los villanos –
-
Porque es la verdad, y no he consultado a ningún
planeta, eso es para mantener contentos a los ignorantes…tan solo veo las cosas
que pasan a mi alrededor, si los gobernantes prestaran más atención a lo que
pasa en torno a ellos el futuro podría ser otro, pero no lo hacen, tan ciegos
están en su propia egolatría…-
Del discípulo de Hasday
ibn Shaprut no se volvió a saber nada más.
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Luego
de varios café llegaron a un acuerdo (algo que era inevitable) durante la
conversación ambos “se conocieron” y acercaron posiciones….
-
Entonces, yo le entrego la puerta que busca y a
cambio me quedo con los pergaminos faltantes – resumió Roa, al tiempo que se
asombraba de que el jefe actual del ministerio fuera tan ciego de conformarse
con una puerta más, pudiendo tener el secreto para todas las posibles
existentes…a no ser que pensara traicionarlo y quedarse con las dos cosas…tendría
que estar atento, ya se vería quien era más inteligente
-
Así es “colega”, usted que tiene mejor
información podrá ubicar esa puerta más eficientemente que nosotros, como sabe
tenemos un método alternativo de viaje en el tiempo – recordando el túnel de Darrow
– pero los costos comparativos la hacen poco conveniente – omitiendo mencionar
las consecuencias sobre la salud de los viajeros – y a cambio estamos
dispuestos a colaborar con sus investigaciones permitiéndole conservar los
documentos que encuentre – concluyó estrechándole la mano y pensando que
quizás, cuando encontrara la puerta advertiría que su valor era tremendamente
superior al de unos papeles viejos…tendría que tomar precauciones, no fuera a
ser que al arquitecto se le cruzaran ideas raras en ese momento.
-
Muy bien, si no desea tomar un descanso antes lo
acompaño hasta nuestra maquina de viajes en el tiempo. ¿A qué época desea ir?-
-
Al final del gobierno de Almanzor – fue la
escueta respuesta mientras ambos se dirigían a un conteiner donde estaba la
maquina que habían rescatado de Darrow, guardándose bien de mencionar que su
objetivo era Maslama y sus estudios.
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El
norte de España, allá por el año 1000 no era precisamente un tranquilo jardín
por el que pasear apaciblemente.
En
un principio, al salir de Guijón rumbo a León, el recorrido fue relativamente
tranquilo. Un grupo de jinetes, 3 caballeros escoltando a 3 damas era una caravana
no del todo extraña y los vecinos de las distintas villas se mostraban amables
con ellos…que no todos los días señores gascones de tan alta alcurnia recorrían
aquellas rutas.
Pero
al salir de León la cosa comenzó a cambiar. La presencia del musulmán se comenzó
a hacer algo más que rumores de frontera. La meseta castellana era un gran
campo de batalla donde el cristianismo y el islán median sus armas.
A
duras penas los condes castellanos sobrevivían ante las aceifas de Almanzor. Ya
sea combatiéndolo o aliándose con él, según la ocasión.
En
los campos, próximos a la cosecha, se hizo normal ver hombres armados junto los
campesinos que trabajaban en ellos.
Al
entrar en Burgos toda la ciudad parecía un cuartel, algo gordo se cocinaba
allí.
Con
trabajo consiguieron hospedaje. En realidad las mujeres que, en atención a su
condición, obtuvieron cuarto en casa de una familia de burgueses, los hombres
pasaron la noche al sereno en un patio interno.
Allí,
junto a otros hombres, relacionados con la casa, se anoticiaron de lo que
pasaba
-
Al alba salimos a Covarrubias, a unirnos a las
fuerzas del Conde –
-
Hace un par de días comenzaron a llegar los de
Pamplona, que también nos acompañan en esta –
-
Y esta tarde se ha visto a don Sancho Garces ya
pronto a salir –
-
Y el rey también está en camino – asevero otro.
-
¿Y contra quien marcháis? – pregunto Pacino,
ante la mirada atónita de todos los presentes
Un silencio como de sepulcro se hizo en el corrillo, tanto
asombro causo la pregunta
-
Caballero, ¿de qué país venís que no sabéis eso?
–
-
Pues no, no lo sabemos, ¿Cuál es el problema? –
respondió desafiante Pacino, más por culpa del cansancio que por la respuesta.
El aludido acepto el golpe y, sin que nadie se diera cuenta,
rápido como un rayo, desenfundo la daga y la puso en la garganta de Pacino.
-
Este es el problema bellaco -
Alonso y Julián reaccionaron con presteza y lo contuvieron
con lo justo, los demás quedaron expectantes…El hombre, pasado el choque de
ira, lentamente guardo el estoque, mientras pronunciaba
-
En los próximos días todos los hombres capaces
de levantar una espada serán necesarios para parar al demonio ese de Almanzor.
No seré yo quien os corte el cuello -
haciendo una pausa agrego
-
Algo tendrán que matar los sarracenos también…-
Y se fue. El entredicho había cesado, pero no pasado.
Los tres se alejaron algo, y se acomodaron contra uno de los
muros, al reparo de un pequeño alero.
-
Como sea mañana nos vamos de aquí. No podemos
perder tiempo con esta gente – dijo Julián, expresando el deseo de todos
-
Pues, durmamos entonces, habrá que buscar a las
damas antes que salga el sol – comento Alonso al tiempo que se daba vuelta,
envolviéndose con la manta que llevaba, que aunque entraban en la buena
estación, las noches se ponían frías.
-------------
En
el palacio del califa una aparición se convirtió en un noble sarraceno.
Una
vez corporizado Roa se miro a si mismo detenidamente, todo parecía bien.
-
¿Por qué tanto interés en las puertas, teniendo
este artefacto? – pensó para sí mismo, y, hombre inteligente como era, al
instante dedujo que algo malo habría en ello, si no estaría ahí buscando una
puerta para ellos.
Medito unos instantes en eso, quizás se equivocaba al
centrarse en encontrar la copia original del libro de las puertas. ¿No sería
esa misteriosa puerta una de las primeras puertas, una de esas que estaban por
debajo del último nivel del túnel de las puertas?
Poco más pudo meditar, pues una puerta al fondo de la
estancia se abrió y por ella entro un hombre alto de aspecto importante.
Este, al verlo se sobre salto, desenfundando su espada
amenazadoramente
-
Mis saludos noble Emir – saludo Roa prestamente,
al tiempo que en una profunda reverencia tocaba el piso con la frente
-
¿Me conocéis? Yo no os recuerdo ¿nos hemos visto
alguna vez? – inquirió este
-
No es necesario señor su fama ha llegado hasta
la corte de Bagdad. En todo el mundo se cuentan las hazañas del gran Abu ʿAmir
Muhammad ben Abi ʿAmir al-Maʿafirí – recitando de corrido el nombre
completo del emir.
Este se mostro muy sorprendido de escucharlo decir, no era
algo común que la gente conociera.
Con cautela bajo la espada (aunque no la envaino)
-
¿Cómo habéis entrado aquí? –
-
Con el poder de mi magia –
-
¿Sois mago? –
-
Vos lo decís señor –
-
¿Y qué hacéis aquí? –
-
Ala me envía a ayudaros en vuestra yihad – mintió ladinamente
-
¿Y cómo podrías hacer eso? –
-
Con mi magia y la colaboración de vuestro
físico, el conocido Maslama –
-
¿Maslama?, porque he de confiar en ese charlatán
que no se cansa de repetir que el califato esta herido de muerte –
-
Porque yo hare que lo haga – fue la categórica
respuesta
-
Pues si asi debe ser deberéis disponeros a cabalgar hasta la villa de Madrid, está allí
desde hace bastante tiempo.- dijo en tono que daba por zanjada la presentación
-
Salvo que vuestra magia nos permita volar hasta
allí – desafío a un Roa que no respondió
-
Veo – comento como para si – quizás seáis tan
sabio como Maslama –
-
Ahora vendrá con migo quiera o no y allí veremos que tan mago sois –
-
A sus ordenes sire – Había picado, ahora solo
era cuestión de encontrar a Maslama
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En
Madrid Masalma caminaba esperanzado por los pasillos de la escuela que había
fundado poco tiempo atrás.
En
sus aulas decenas de estudiantes aprendían letras y números, copiaban
manuscritos y mantenían viva la cultura clásica
Como
habían acordado con Nicolás, después de la última entrevista con el rabino Hasday
ibn Shaprut, los pergaminos se dividieron en distintas partes. Allí entre mucha
tinta y papel el conocimiento de las puertas se fraccionaba y perpetuaba.
Difícil
seria para cualquiera juntar todas las partes….y al mismo tiempo todas las
partes se mantendrían intactas, preservadas para el futuro, si Ala decidía que
su conocimiento fuera devuelto a los hombres.
Pero
no parecía que eso fuera a ser pronto, Ala parecía estar distraído ya que
permitía que pasaran las calamidades que los amenazaban, nadie podía estar
seguro ni tranquilo después de que llegaran a la villa las nuevas de Burgos.
Allí
el rey Alfonso V de León preparaba sus huestes dispuesto a dar batalla
nuevamente.
¿Sería
que aquello jamás acabaría?.
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El
descanso no duro mucho, a eso de las 3 de la mañana un pie sacudió su cuerpo
con alguna brusquedad, aunque sin enojo.
-
¡Vamos holgazanes! ¡Arriba que llaman a misa! –
-
¿Qué pasa? – pregunto Julián más dormido que
despierto
-
Que nos están levantando a patadones – se quejo
Pacino
-
Que hemos sido enrolados, nos hemos demorado en
irnos – Aclaro Alonso, conocedor de los usos de la guerra.
-
Pero no podemos enrolarnos, debemos seguir a
Madrid – dijo Julián, ahora si ya despierto
-
Pues eso no será ahora, si llegan a ver que nos
vamos pensaran que desertamos y seremos hombres muertos –
-
Tienes razón Alonso, por ahora sigámoslos, ya
tendremos oportunidad en la marcha de ver que se hace –
-
No tenemos otra, vamos –
E, incorporados, se unieron a la caterva de villanos,
infanzones y demás que ya hincaban rodilla a tierra, orando al padre de los
cielos
-
Nunca he entendido esto de orar a Dios para ir a
matar gente – cuestiono Julián
-
No es para ir a matar gente, es para pedir a
Dios regresar con vida – Aclaro Alonso murmurando entre dientes mientras seguía
las instancias de la ofrenda.
Terminada
la misa todos fueron a tomar el rancho ya preparado por las mujeres de la
ciudad.
En
general el ambiente era festivo, y en muchos casos se veía como algunos, ya
olvidados del rito religioso se entregaban con alguna de ellas a un rito mucho
más antiguo y profano.
En
cualquiera de los casos era la vida que buscaba ignorar la muerte que se cernía
sobre sus cabezas.
De
apoco el contingente se puso en marcha y, antes de que el sol iluminara los
campos, ya se podía oír con claridad los ruidos de la tropa recorriendo los
caminos alejándose de Burgos hacia el sur.
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La pequeña villa fronteriza de Maǧrīţ se vio alterada por la
llegada de las tropas del emir. Como en ella no había lugar para todos, el
ejército levanto campamento en las afueras, mientras Almanzor y su gente
entraron en ella.
Roa
siguió a un emisario del emir hasta la escuela fundada y regenteada por
Maslama.
Al
ser recibidos el soldado entrego una carta con órdenes para el dueño del lugar,
hiso entrar a Roa y saludando se marcho.
La
persona que lo recibió lo acompaño hasta un patio interno donde lo dejo
esperando mientras llevaba la nota a su
amo. Al cabo de unos minutos regreso y lo invito a pasar a una estancia fresca
y ventilada que allí había. En ella pudo por fin ver al matemático, estaba
apoyado contra una ventana para aprovechar la luz del sol que ingresaba por
ella, releyendo la nota que tenía en sus manos.
-
Arquitecto Nuriel Oded Roa… con este nombre
supongo que no es usted un simple albañil – comentó entre bromas y en serio
-
No señor, no lo soy, aunque pienso que mis padres
exageraron un poco – contestó este amablemente
-
El emir me conmina a colaborar con usted para
ciertos asuntos. ¿Qué asuntos son esos señor? –
No escapo a Roa el tono hostil de la pregunta. Por lo que,
recurriendo a todo su don de gentes y habilidad diplomática, paso a relatar la
historia que traía preparada para la ocasión.
Maslama lo escucho sin creerle en lo más mínimo, pero tenía órdenes
del emir y eso no lo podía ignorar, por lo que se dispuso a trabajar con el
recién llegado, haciendo uso del acervo cultural de su gente, como buenos
semitas maestros en el arte del regateo.
Roa así lo entendió y se dispuso a llevar adelante una larga
partida de ajedrez con el matemático. Iba a ser algo tedioso, pero no por eso
dejaría de ser un desafío, tanto más interesante como que el premio eran los
manuscritos que necesitaba para controlar la tecnología de las puertas de una
manera que nadie había hecho hasta entonces.
Un par de días después, anoticiado de los hechos de Burgos,
y consistente con su política de los últimos años Almanzor salió a un nueva
afesia.
Partidas las tropas la villa volvió a recobrar su ritmo
habitual ritmo cansino.
En este ambiente los dos hombres, cada uno siguiendo su
juego, avanzaban en el trabajo encargado por el emir. Determinar qué hacer para,
no solo evitar la predicha caída del califato, si no para asegurarle la
conquista de toda la península.
-----------------
-
Señora, señora – la criada llamaba urgida – que
se llevan a vuestros caballeros –
-
¿Cómo?¿qué decís? –
-
Pues eso, que los hombres se van a la guerra y
han reclutado a los suyos. Lo he visto con mis propios ojos señora - al tiempo que se llevaba los dedos a los ojos
para dar énfasis a las palabras.
En vano fue el apuro, cuando llegaron al patio ya solo
quedaban los últimos pajes juntando las vituallas faltantes. Por la calle, rumbo
al sur, la columna de hombres marchaba a buen paso.
-
¿Qué haremos? ¿A dónde van? –
-
A pelear con Almanzor – explicó Amelia, hemos
llegado en la época de las afecias. Dios nos ayude a no dejar los huesos aquí -
-
¡Qué asustas mujer! –
-
No, los que mueren son los hombres, si ellos
pierden nuestro destino es el harén, si tenemos suerte-
-
Pero eso no pasara –
Diciendo y haciendo, Lola se encamino al patio trasero y
volvió minutos después con ropas masculinas
-
¿No será demasiado peligroso esto en esta época?
–
-
Si no nos descubren no. A demás la historia está
llena de mujeres que vistiendo como hombres, según el caso, realizaron mayores
hazañas que ellos –
-
Ya esta, vamos –
-
Si, pero no por ahí-
-
¿No vamos tras ellos? –
-
No, nuestra misión es interceptar al tal Roa ese
antes de que sea demasiado tarde –
-
Pero, nunca se abandona a un compañero –
-
Niña, si no paramos a Roa no habrá siquiera
compañeros que abandonar –
Al paso, cuando el sol asomo por el horizonte, ya llevaban
varias leguas cabalgadas. A pesar que los pobres jamelgos no valían ni la mitad
de lo que habían pagado por ellos.
Con todo el mundo movilizado por la guerra no podían
quejarse, suerte habían tenido de encontrar esos animales y de que nadie las
delatara por desertoras.
Por la misma razón se veían obligadas a dar un rodeo para
llegar a Madrid, via Soria y Medinaceli. Eran casi 400 km pero las alejaba de
la zona de combate.
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El sol despunta en la meseta castellana, cerca de la ciudad
Soria.
El silencio hiela el aire matinal, hay un rumor de sordos
ruidos, pero nada estridente. Un resoplido por aquí, un bufido por allá y un
insistente rumor de pasos desde ambos lados del Milanos.
De apoco los rayos del astro rey comenzaron a arrancar
brillos de aceros y pendones, de un lado las huestes del islán tras el
estandarte de Ala, del otro la confederación de reinos cristianos, tras la Cruz
de Jesús.
De un lado el más grande héroe de Al Andaluz, el temido y
temible Almanzor, del otro un rey, Alfonso V de León, otro rey, Sancho Garces
III de Pamplona y un conde cuya estirpe pronto superaría a los otros, don
Sancho Garcia de Castilla.
La parada era osada, desde que asumiera el poder en Córdoba
y comenzara sus veraniegas incursiones al norte, jamás nadie había vencido al
Emir. Eran tantas las victorias que había tenido, los cristianos que había
matado y las esclavas que había tomado que su solo nombre inspiraba pavor.
A penas días atrás había hecho morder el polvo a las gentes
de esos mismos varones en el
monasterio de
San Millán de la Cogolla y ahora se los encontraba de nuevo allí, en
las cercanías del castillo llamado de las
Águilas (Calatañazor)
Con algo de hastió, se estaba haciendo viejo, acomodo sus
huestes y, cuando las vio listas, las lanzo a la batalla.
Del otro lado el
ánimo era ambiguo, por un lado estaba la desazón que causaba el nombre del
hombre que tenían que combatir, y por otro una serena certeza de que esta vez
la cosa seria distinta, que en esta la victoria estaría con ellos.
El silencio se rompió hecho trizas en mil gritos y golpes,
aceros contra aceros, aceros contra carnes, gargantas destrozadas en un grito o
sin llegar a lograr emitir sonido alguno. Animales caídos junto a jinetes,
arcos impulsando flechas que rasgan el aire y arqueros cayendo por otras
flechas enviadas por otros hombres, cayendo desde el cielo, pero sobre ellos.
Soldados contra soldados, nobles o reyes
Reyes contra reyes, nobles o soldados, que el campo de
batalla los iguala a todos, por lo menos en esa época donde los que mandaban
iban a pelear con sus hombres, afrontando los mismos peligros cual villanos
Por un lado Alfonso o Sancho blandían sus espadas y a cada
mandoble un musulmán partía hacia Ala, de otro lado Almanzor y su gente hacían
lo mismo, pero los que partían a visitar a Dios eran cristianos.
Alonso, avezado en la guerra, parecía disfrutar la batalla.
Pacino y Julián hacían lo que podían.
En tantas vueltas y revueltas se separaron. Alonso, llevado
por su ardor, se adentro en las líneas enemigas y guerreo allí hasta que el sol
toco las colinas del oeste. Ya cansado pensó en volver, giro talones y lo vio,
se encontró ante él y hubiese deseado esquivarlo. Por la mirada del otro es de
suponer que el también pensó en esquivar el embate. Pero a la guerra se va a
pelear y se mata o se muere
Con resignación se trenzaron en combate. El musulmán era
persona importante, sus ropas y movimientos lo probaban, a duras penas pudo
Alonso contener sus embates. Cayó a tierra varias veces antes de esquivar un
golpe que se clavo en tierra a escasos centímetros de su cabeza. La espada se trabó
momentáneamente dándole el tiempo justo para salir de aquella posición y
colocarse, daga en mano, a un par de palmos de su atacante. Pero no pudo dar la
estocada, pues este giro velozmente, con furia en los ojos e imprudencia en el
movimiento.
El acero del cuchillo rasgo la mano del árabe y la sangre
manó de ella. Nada importante…
En ese momento un pescador que observaba la batalla aguas
arriba canto “En Calatañazor perdió
Almanzor el tambor” extrañamente la copla se escucho por sobre los
ruidos de la batalla.
El sol por fin cayó y la batalla ceso. Contrariamente a lo
usual los cristianos aun seguían en el campo, vivos.
A la mañana siguiente Sancho V ordeno tomar por sorpresa el
campamento Andaluz, pero al llegar a él solo encontraron tiendas vacías y armas
rotas abandonadas. Los Amirí habían desaparecido.
En Calatañazor perdió
Almanzor el tambor, la copla volvió a surcar el aire.
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Llegadas a Medinacelli buscaron refugio en un establo algo
alejado. Unas monedas sirvieron de pago por la nula estancia, no más que algo
de paja en el fondo del establo, abrigo más que suficiente para tres viajeros.
La hogaza de pan y el jarro de vino aguado fueron atención
del hospedero.
Pocas palabras cruzaron entre ellas, tan grande era el
cansancio del viaje que ni siquiera sortearon guardias. Solo la benevolencia de
Dios quiso que los derrotados soldados pasaran a su lado sin notarlas.
La fila que llegaba a Medinacelli tenía un aspecto patético,
obviamente los hados de la guerra no los habían favorecido, pero, peor que eso,
el jefe máximo estaba enfermo de muerte. Las batallas se ganan o se pierden y
todo sigue igual, pero cuando un buen jefe cae, todo cambia. Y aquel que iba
moribundo en el carromato era el mejor que jamás hubieran tenido o tendrían.
Superando el temor y dándose un respiro en su objetivo, se
infiltraron en la ciudad para averiguar qué pasaba.
Los rumores eran muchos, pero había uno por sobre todos
ellos, un cristiano hereje que tenía un pacto con el demonio había herido a
Almanzor con una daga envenenada y el Emir se moría.
Anoticiadas se reunieron azoradas. Almanzor se moría, no
tenían muy claro que significaba eso, pero si eran consientes que algo grande
se avecinaba.
Sabían que en algún momento los musulmanes se derrumbarían y
su declive seria incesante e inevitable. El, en ese momento, poderoso califato
Omeya se veía cercano a su fin y posiblemente acababan de ver su punto de
inflexión….
Normalmente antes de una misión tenían posibilidad de
estudiar el contexto histórico y los hechos con los que deberían lidiar, pero
nada de eso pasaba ahora, lo único que sabían de la España del año 1000 era lo
poco que recordaban del colegio y las leyendas que aun persistían en los
pueblos. Bastante pobre, ni si quiera Amelia tenía una idea clara de lo que
vendría.
Pero una cosa quedaba clara, el tiempo se acababa, urgía
encontrar la puerta secreta y, si era posible, neutralizar al Roa ese.
Parte 8 Precauciones acertadas
Al partir las tropas de la villa de Maǧrīţ Roa cambio de
proceder, sabía bien cuál sería el resultado de esa salida y que podía, debía,
actuar con presteza, mientras tuviera tiempo.
Una mañana luego de la partida del emir, sin miramientos, se
apersono en las aulas donde Maslama dirigía el avance de las decenas de
manuscritos que allí se copiaban, acompañado de tres hombres contratados a tal
fin y le planteo claramente lo que quería
-
¿Qué deseáis señor?-
-
El libro de las puertas – espeto a boca de jarro
-
¿De qué habláis? –
-
No os hagáis el desentendido que no os queda. No
he pasado por la maquina esa que me trajo a esta época para irme con las manos
vacías. Sé que ha recibido un manuscrito que tiene los datos que faltan y me lo
he de llevar – dijo esto último mostrando la daga que llevaba en la cintura,
otro tanto hicieron los sicarios.
Una leve luz cruzo los ojos del matemático. Entonces era
todo verdad, las horas pasadas con el monje Nicolás, elucubrando posibles
salidas a los problemas que imaginaban sobrevendrían a causa de los pergaminos
que estudiaban al fin tenían sentido.
De las dos decisiones importantes que habían tomado, la
primera, dividir el pergamino en muchas partes y copiarlo en otras tantas,
empezaba a dar frutos. Si el Roa este quería recomponer el texto original
tendría que juntar un motón de partes y sentarse a leer un largo rato.
Como si le hubiese leído la mente de pronto Roa pareció
comprender
-
…Esta aquí verdad… - no era hombre falto de
luces, la jugada del matemático de pronto se le presento clara y magistral,
como era.
-
¿Cómo escondes un camello en el desierto?...- se
preguntó – metiéndolo en medio de un rebaño de camellos – se contesto así
mismo, y allí había posiblemente miles de camellos.
-
Muy buena jugada – dijo poniendo la daga en la
garganta de Maslama – pero de nada os servirá si estáis muerto. ¿Qué copias
tienen lo que busco? –
Pero algo paso, en los pasillos aparecieron unos soldados
muy excitados dando gritos en busca del matemático.
-
¡¡ La carta astral del emir, pronto!! – urgía el
militar a cargo
Eran tropas de
Almanzor, había equivocado sus cálculos, todo había terminado antes de lo que
él había pensado. Debía huir urgentemente, pero no había perdido, solo tenía
que cambiar la estrategia, en vez de empezar por el libro lo haría por la
puerta. Y así lo hizo. Córdoba pasó a ser el objetivo.
------------
Esa triste noche en la villa de Medinacelli, la espada del
islam cerro por fin cerró los ojos y todos sus deudos rezaron para que Ala le
recibiera en su reino… o casi todos, porque Ala era eterno y se podía permitir
la espera, pero los asuntos de los hombre no.
El hijo de Almanzor no espero a que su padre terminara de exhalar
su último suspiro. Con la velocidad del rayo salió al galope hacia Córdoba. Había
que llegar allí antes que los enemigos ganaran el favor del Califa y perdiera
el poder.
-
¡Los que estén con migo que me sigan! – sonó
como grito de guerra, y de inmediato varios hombres se le unieron en la
carrera.
Entre ellos tres caballeros que habían llegado desde Burgos
la noche anterior y que no eran musulmanes pero tenían apuro por llegar a
Córdoba.
--------------------
En Córdoba la noticia había causado un gran revuelo. No por
la derrota de Calatañazor que al fin de cuentas no era más que otra batalla,
unas se ganaban otras se perdían, como por el rumor de que el emir estaba
grave.
De pronto gentes de todo el califato empezaron a arribar a
la capital, unos con noticias, otros con rumores, los más con expectativas.
Entre tanto gentío Roa pudo pasar desapercibido y sin que
nadie le prestara atención llegar hasta las heredades donde Maslama había
sentado reales. Para quien no supiera nada del tema el lugar era perfecto para
esconder el secreto que contenía. ¿Quién entraría a los jardines de palacio por
simple gusto?. Pero para él, que si sabía que buscaba, era como una cruz roja
en un mapa.
Unas pocas monedas sirvieron para franquear la entrada,
luego fue cuestión de recordar los planos estudiados en la universidad, ventaja
de ser arquitecto, para encontrar los almacenes que buscaba.
Sin esfuerzo los hallo, ingreso en ellos y llego, ¡ahí
estaba la puerta que buscaba! Tal como él sospechaba, tal como se había cuidado
de disimular. Si había algo que no le interesaba era poner al “ministro” de
Madrid del 2018 al tanto de su posición.
La precaución se mostraba ahora en toda su utilidad. Tenía
una puerta del tiempo a su entera disposición sin peligro de que algún
“curioso” del futuro apareciera por ella.
Se acerco a la misma y la abrió.
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-
¿Y ahora qué hacemos? – Pregunto Irene en medio
del pandemónium que era Córdoba.
El hijo de Almanzor, con sus soldados ni había reparado en
ellos, su única meta era el palacio del califa y allí había entrado,
franqueando la entrada, por la que ellas también ingresaron, de otra manera le
hubiese sido imposible llegar hasta los jardines, como ahora. Pero, a
diferencia de Roa, ellas no eran arquitectas y no tenían ni idea de los planos
de palacio.
-
¿Dónde estará esa maldita puerta? – se enojo
Lola dando una patada al suelo…y el suelo tembló.
-
¿Qué haces Lola? – le pregunto Amelia con cierto
temor
-
¿yo? Nada-
-
Terremoto – se alarmo Irene.
------------------------
Lejos de allí, en la fronteriza villa de Madrid, Maslama
sonrió, la otra decisión tomada con el monje Bizantino también había sido
correcta y acertada. Alguien había tratado de abrir la puerta en Córdoba, y
posiblemente eso habría sido lo último que hizo.