jueves, 24 de enero de 2019

El cordobe errante.


El cordobe errante

Un día de niebla en Córdoba no es precisamente algo común, por eso, cuando se da, no es de extrañar que cualquier cosa sea posible…
Esa noche había comenzado completamente diáfana  con el cielo repleto de brillantes estrellas y nada hacía prever que algo pudiera alterar el turno de guardia de la policía caminera en el puente Pilar de la autopista Córdoba – Rosario.
Pasada las 12 de la noche ya casi nadie circulaba por la ruta y la guardia se tornaba aburrida, por lo que el oficial Rodríguez se acomodo lo mejor que pudo, en el asiento del acompañante, y le encargo al agente Fabeldichter  que mantuviera los ojos bien abiertos y el oído atento, por si alguien llamaba por radio o algo pasaba mientras él se entregaba a la ardua tarea de meditar no se qué grave problema que lo tenía preocupado, cosa que quizás lo llevara a mantener los ojos cerrados, ensimismado en sus pensamientos, durante algún tiempo.
Fabeldichter, pensó Rodríguez, ¡que apellido!, ¿de dónde seria?, ¿Alemán tal vez?¿seguro que algún abuelo de este venia en el Graff Spee, o como se llamara el barco ese que los piratas habían hundido en el río de la Plata, toda la zona de Villa Belgrano y La Cumbrecita estaba llena de tipos que decían descender de los cosos esos.
Y, meditando en este intríngulis apelativo, fue entrando de lleno en su etapa de meditación, por lo que no pudo ver ni oir nada de lo que Fabeldichter vivió aquella noche,  que hizo, a la postre, al agente desistir de su carrera policíaca.
Según se desprende de las notas del departamento de psicología aplicada de la policía de Córdoba, refrendadas por el eminente psicólogo profesor Bajkopisarz esa noche, pasadas las 00:30 hs aproximadamente, comenzó a descender una espesa niebla sobre el tramo de autopista custodiado por el oficial Rodríguez y el agente Fabeldichter, cosa que no se pudo comprobar, pues en el observatorio meteorológico de Pilar no hay registro de que tal evento sucediera esa noche.  Como sea, el citado Fabeldichter dice que, ante el evento meteorológico relatado, y como norma de seguridad, decidió encender las balizas de la patrulla y las de los conos en la ruta, pero que no pudo llevar adelante la tarea por producirse un fallo general del sistema eléctrico del móvil.
Sin embargo, con encomiable celo profesional, orgullo del cuerpo policíaco, no pudo dejar las cosas así, en condiciones que podían ser peligrosas para algún distraído conductor que acertara a pasar por el lugar a esas horas, por lo que bajo de la unidad policíaca, con sumo cuidado de no hacer ruido ni nada que pudiera perturbar las profundas meditaciones del oficial Rodríguez, y camino por la ruta hacia la baliza más alejada de la unidad a fin de encender algún fuego o algo que la hiciera visible.
En ese menester se encontraba cuando percibió el inconfundible ruido de un rastrojero diésel, o de lo que hubiera sido un inconfundible ruido a rastrojero si Fabeldichter no hubiera sido tan joven como para no saber que era un rastrojero diésel. Como sea, luego de unos minutos que parecieron horas, en los cuales el extraño ruido fue aumentando de intensidad, algo apareció de entre las brumas, un vehículo visiblemente viejo y desvencijado que apenas tenía una pobre iluminación, lo que lo hacía, a todas luces (valga el contrasentido), peligroso, por lo que Fabeldichter procedió a darle voz de detenerse.
Pero el vehículo no se detuvo, y paso, no raudamente porque eso le era imposible, por sobre la posición que ocupaba el agente, que tuvo que hacerse al costado de un salto, para evitar ser atropellado. Fabeldichter, hombre joven, recién egresado de la escuela de policía, no podía creer lo que había visto, y no era que lo sorprendiera casi ser atropellado, si no que, a la pasada, iluminado por su linterna, había creído ver que nadie iba al volante del cacharro ese.
Sin hacerse repetir la emoción saco el arma reglamentaria y salió corriendo en la misma dirección que el vehículo. Aunque la niebla no dejaba ver más allá de la mano extendida, el ruido del motor  parecía indicar que, al final, el vehículo se había detenido unos metros más adelante.
Cautelosamente se acerco por atrás, de apoco vio la caja de carga, con un farol caído que apenas se veía en la niebla, nada se movía, todo parecía quieto y, efectivamente, parecía no haber nadie. Con el arma apuntando abrió la puerta, o lo que debía ser la puerta y miro dentro del habitáculo, al contrario que el exterior, el interior estaba en perfecto estado, parecía original, hasta tenía una placa de DINFIA, pero todo estaba vacío, nadie estaba allí. Sospechando alguna clase trampa se alejo rápidamente, en vano miro para todos lados, pues la cerrazón era total, y volvió a mirar dentro, nada, solo el monótono ruido del motor. Efectivamente, pensó, eso debía haber pasado, algún desprevenido chacarero se debía haber bajado a orinar, dejando el motor en marcha, y el vehículo se le había ido. Ya vería el idiota ese cuando apareciera, poner en peligro así la vida de un policía. Había que apagar el motor para que no pasara de nuevo.
¿Pero cómo? No había llaves, ni nada, que él pudiera distinguir, que sirviera para detener el motor. Por lo que se metió en la cabina y se sentó del lado del conductor, para buscar mejor. Al principio no se dio cuenta, tan ocupado estaba tratando de detener el cacharro, pero de pronto cayó en la cuenta que había otro sonido en la cabina, y se le heló la sangre.  Se quedo muy quieto, el arma amartillada y escucho, si, no había duda, una mujer sollozaba…atrás de él.
De un golpe, rápido como un rayo, para sorprenderla, se dio vuelta iluminando con la linterna, y la vio, ahí estaba ella, no sabía cómo, entre el respaldo del asiento y la pared de atrás, hecha un ovillo, como tratando de no ser vista.
Cuando pudo recuperar el habla le pregunto quién era, pero la muchacha no le respondió, se la veía asustada y demacrada, blanca como un papel, de piel casi transparente. ¿Una cautiva? Se pregunto, a lo mejor la pobre chica era una esclava en manos de una red de trata de blancas que se había subido a esa cosa en un intento de escapar de sus captores, o quizás el granjero que, seguramente, era el dueño del rastrojero, la había raptado y la llevaba ahí. Extendió la mano para agarrarla pero la muchacha lo esquivo.
Ven - le dijo, soy de la policía- ya nada te puede pasar. Ella abrió los ojos muy grande y dijo -vete antes que llegue - - ¿antes que llegue quien? – pregunto y quiso agarrarla por la fuerza, pero su mano la atravesó de lado a lado y se lastimo al golpearse con la pared.
-El cordobe errante- musito ella.
Fabeldichter no sabía qué hacer ni que pensar, lenta, cautamente se aparto de la joven, que pareció desdibujarse entre la niebla, con intensión de llamar al oficial Rodríguez, aun a sabiendas de lo peligroso que era interrumpir las meditaciones de un superior.
Pero no pudo hacerlo, algo le golpeo por detrás, dejándolo tirado sobre la tierra mojada. En la semi inconsciencia en que quedo pudo ver unos pies, en alpargatas desflecadas, que subían al rastrojero, lo ponía en movimiento y luego lo detenía, le pareció distinguir la figura de la muchacha que había visto instantes antes bajar del vehículo, momentáneamente detenido y caminar hacia él, en compañía del hombre que seguramente lo había golpeado... y quedo desvanecido completamente.
Al día siguiente, cuando el sol interrumpió la meditación del oficial Rodríguez, encontró al agente Fabeldichter recostado sobre el volante de la unidad, completamente desvanecido y al oficial Nesavitljiv, su relevo, mirándolo desde afuera, con cara de pocos amigos. Tipo jodido el Nesavitljiv ese, capaz de "botonear" todo. ¿Por qué serian tan jodidos los cosos estos? ¿Tan mal la habrían pasado en sus países que no pueden ver un criollo tranquilo?
Omar R. La Rosa
@ytusarg
Córdoba – Argentina
22 de Noviembre 2017

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