Cosa de Flores
Primavera en Córdoba. Clima cálido a caluroso, seco
y ventoso, todos los años igual, una porquería.
A pesar de ello, la pobre flor abrió lo mismo sus
pétalos una vez más, luchando contra el polvo que la cubría. Al igual que ella,
decenas de otras flores cumplían con su ritual anual, abriéndose de par en par
y engalanando las resecas sierras con sus colores, buscando atraer a los
insectos y animales que, involuntarios portadores, traerían el polen que les
permitiría convertirse en fruto.
Atraer un polinizador, ¿pero cómo? La pobre se veía
así misma deslucida y sin brillo. Si por lo menos lloviera algo, aunque sea lo
suficiente para quitarle el polvo de encima.
Pero nada, no llovía, así que había que
ingeniárselas, para colmo la competencia era grande, con todos esas flores por
ahí, tan cerca, algunas nuevitas, que a penas si pintaban pétalos, pero lo
mismo ya estaban a la caza de cualquier bicho que pasara cerca.
Pero ella estaba decidida a que no se le pasara el
tiempo, algo tenía que hacer para ser más vistosa que las demás, para llamar
más la atención y así poder atraer a los portadores del polen.
Haciendo un gran esfuerzo estiro sus pétalos,
aprovechando una brisa se sacudió algo del polvo y quedo expuesta, en todo su
esplendor, a la espera del deseado polen.
Por ahí anda una abeja, si ¡una abeja! ¡Acá! ¡Acá!
Grito silenciosamente esforzándose aun más (si esto fuera posible) en extender
sus pétalos atrapando el aire en espera
de atrapar su ansiado polen, y el aire la atrapo a ella, recorriéndola intima,
groseramente.
La abeja se acerco, le dio un par de vueltas, sin
duda la había visto. Ella se esforzó para que la viera toda, pero esto no fue
bueno, pues mostro tanto que puso a la vista del insecto lo que debía haber
ocultado, pues su cáliz, expuesto en el supremo esfuerzo de llamar la atención,
había quedado expuesto al árido aire de
la tarde serrana y se encontraba prácticamente seco. Visto esto la abeja retomo
su ruta hacia una pequeña florecita apenas abierta que prometía ser una mejor fuente
del néctar que estaba buscando.
La flor vio esto con una tremenda tristeza en su
corazón, tan grande fue esta pena que no pudo sostener su apertura y se cerró
sobre si misma, en una temprana muerte que no era otra cosa que muestra de la
debilidad que la acongojaba.
Esa noche no durmió, mientras sus compañeras,
independientemente de la suerte que hubieran tenido esa tarde, replegaban sus
pétalos, como hacen todas las de su especie, para pasar la noche, ella se
mantuvo atenta, ya tenia varias noches y había aprendido que, aun en ese
ambiente tan seco, a la madrugada la temperatura podía bajar hasta condensar
alguna gota de roció y, si esto sucedía, ella no lo dejaría pasar.
Si por lo menos esa noche lloviera.
Pero no, así que espero y espero, sin dormir, hasta
que, cerca del amanecer, sintió que el aire se ponía más frio. Haciendo un
esfuerzo supremo abrió sus pétalos para poder captar alguna gota del roció que
esperaba se formara.
Y así paso, primero una pequeña gota, luego otra,
como pequeñas perlas sobre terciopelo, solo unas pocas, pero suficientes para
engalanarla y resaltar su ya madura belleza.
Apenas comenzaba a clarear el alba cuando un ruido
la sobre salto, ¡un animal! Si, ¡Un animal! ¿Traería el ansiado polen? ¿La
vería y se le acercaría? Esta vez si seria, era la única que estaba abierta,
todas sus compañeras dormían cerradas. ¡Que tontas ellas! No en vano pasan los
días, para algo se había sacrificado, esta vez seria la primera y tendría su
ansiado fruto.
--- o ---
¡José! Niño haragán, ¡otra vez te olvidaste de atar
la cabra! ¡Mira el desastre que me ha hecho en las plantas ese taimado animal!
¡Vaya a saber las flores que se habrá comido la condenada. ¡José!......
levántate de una vez y anda a buscar a esa desgraciada.
© Omar R. La Rosa
Córdoba 01/10/2013
@ytusarg