viernes, 28 de febrero de 2020

Cosa de Flores - la vida a secas


Cosa de Flores

Primavera en Córdoba. Clima cálido a caluroso, seco y ventoso, todos los años igual, una porquería.
A pesar de ello, la pobre flor abrió lo mismo sus pétalos una vez más, luchando contra el polvo que la cubría. Al igual que ella, decenas de otras flores cumplían con su ritual anual, abriéndose de par en par y engalanando las resecas sierras con sus colores, buscando atraer a los insectos y animales que, involuntarios portadores, traerían el polen que les permitiría convertirse en fruto.
Atraer un polinizador, ¿pero cómo? La pobre se veía así misma deslucida y sin brillo. Si por lo menos lloviera algo, aunque sea lo suficiente para quitarle el polvo de encima.
Pero nada, no llovía, así que había que ingeniárselas, para colmo la competencia era grande, con todos esas flores por ahí, tan cerca, algunas nuevitas, que a penas si pintaban pétalos, pero lo mismo ya estaban a la caza de cualquier bicho que pasara cerca.
Pero ella estaba decidida a que no se le pasara el tiempo, algo tenía que hacer para ser más vistosa que las demás, para llamar más la atención y así poder atraer a los portadores del polen.
Haciendo un gran esfuerzo estiro sus pétalos, aprovechando una brisa se sacudió algo del polvo y quedo expuesta, en todo su esplendor, a la espera del deseado polen.
Por ahí anda una abeja, si ¡una abeja! ¡Acá! ¡Acá! Grito silenciosamente esforzándose aun más (si esto fuera posible) en extender sus pétalos  atrapando el aire en espera de atrapar su ansiado polen, y el aire la atrapo a ella, recorriéndola intima, groseramente.
La abeja se acerco, le dio un par de vueltas, sin duda la había visto. Ella se esforzó para que la viera toda, pero esto no fue bueno, pues mostro tanto que puso a la vista del insecto lo que debía haber ocultado, pues su cáliz, expuesto en el supremo esfuerzo de llamar la atención, había quedado expuesto al árido  aire de la tarde serrana y se encontraba prácticamente seco. Visto esto la abeja retomo su ruta hacia una pequeña florecita apenas abierta que prometía ser una mejor fuente del néctar que estaba buscando.
La flor vio esto con una tremenda tristeza en su corazón, tan grande fue esta pena que no pudo sostener su apertura y se cerró sobre si misma, en una temprana muerte que no era otra cosa que muestra de la debilidad que la acongojaba.
Esa noche no durmió, mientras sus compañeras, independientemente de la suerte que hubieran tenido esa tarde, replegaban sus pétalos, como hacen todas las de su especie, para pasar la noche, ella se mantuvo atenta, ya tenia varias noches y había aprendido que, aun en ese ambiente tan seco, a la madrugada la temperatura podía bajar hasta condensar alguna gota de roció y, si esto sucedía, ella no lo dejaría pasar.
Si por lo menos esa noche lloviera.
Pero no, así que espero y espero, sin dormir, hasta que, cerca del amanecer, sintió que el aire se ponía más frio. Haciendo un esfuerzo supremo abrió sus pétalos para poder captar alguna gota del roció que esperaba se formara.
Y así paso, primero una pequeña gota, luego otra, como pequeñas perlas sobre terciopelo, solo unas pocas, pero suficientes para engalanarla y resaltar su ya madura belleza.
Apenas comenzaba a clarear el alba cuando un ruido la sobre salto, ¡un animal! Si, ¡Un animal! ¿Traería el ansiado polen? ¿La vería y se le acercaría? Esta vez si seria, era la única que estaba abierta, todas sus compañeras dormían cerradas. ¡Que tontas ellas! No en vano pasan los días, para algo se había sacrificado, esta vez seria la primera y tendría su ansiado fruto.
--- o ---
¡José! Niño haragán, ¡otra vez te olvidaste de atar la cabra! ¡Mira el desastre que me ha hecho en las plantas ese taimado animal! ¡Vaya a saber las flores que se habrá comido la condenada. ¡José!...... levántate de una vez y anda a buscar a esa desgraciada.
© Omar R. La Rosa
Córdoba 01/10/2013
@ytusarg


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