jueves, 13 de febrero de 2020

Señal Eterna


Señal Eterna
El tiempo apremiaba, no había forma de saber cuánto restaba para el final.
El trabajo parecía multiplicarse, sentían que cada instante que pasaba faltaba más en vez de menos.
Ya casi no había nadie en el planeta, solo él y unos cuantos compañeros controlando que todos se hubieran ido, que no quedara nadie escondido por allí, rastrillando el planeta y sus entrañas en busca de los que, en su desesperación hubieran creído que una cueva los protegería del inevitable final…
Hasta que la seguridad de la tarea cumplida les permitió pensar en ellos mismos, en tomar la ultima nave especialmente reservada para los guardianes.
Colocados ya quedaban los instrumentos y transmisores que registrarían los últimos estertores de la estrella y el final del planeta bajo el infernal póstumo aliento que la misma exhalaría al final de su agonía.
La imagen era dantesca, al momento de abordar la nave la esfera estelar cubría ya una tercera parte del firmamento y la temperatura pasaba la de ebullición del plomo. Los trajes especiales apenas lograban mantenerlos a unos 313 Kelvin, (aprox 40ºC) lo que los hacía prácticamente inservibles.
Pero la nave soportaba bien, el diseño era el adecuado y la construcción la correcta. Ya todos acomodados se dispusieron a despegar cuando la estrella “tocio” y una llamarada de plasma castigo la superficie del planeta unos minutos después, justo cuando se iniciaba la secuencia de ignición…interfiriendo y haciendo que falle.
El horror (o la resignación quizás) se dibujo en los rostros de todos. Tenían un tiempo límite para partir, si no querían que la inevitable explosión los alcanzara en viaje.
Es en estas situaciones límites que los hombres muestran su valía, y él poseía una muy grande.
Sin decir casi palabra se quito los arneses, busco el traje con más reserva de energía, se lo puso, saco la unidad de despegue remoto y, saliendo de la nave, se dirigió a la desierta sala de comandos.
Coloco el modulo con los códigos correspondientes a la nave y disparo la secuencia de despegue, que, con la fuerza adicional del control de tierra, se realizo correctamente… salvando a sus compañeros, dejándolo a él solo, espectador de lujo del apocalíptico final.
Habiendo cumplido su cometido, sin otra cosa que hacer que esperar el cálido y mortal aliento de la cada vez más omnipresente estrella, se quedo recordando a la mujer que amaba mientras el atardecer llegaba quizás por última vez.
La sombra de la noche le daría unos últimos momentos de alivio. Su traje no soportaría otra exposición directa.
Contemplando las estrellas que, tímida y opacamente aparecieron en el convulsionado cielo, tuvo un instante para encarar un último desafío, utilizar sus últimas fuerzas para hacerle llegar un mensaje, tenía que hacerle saber que su último pensamiento había sido para ella. Dejaría su marca en el cielo, una luz brillante en señales que llegaran hasta el otro extremo del universo, si fuera necesario.
Para eso canalizó toda la potencia disponible, que en ese momento era tanta como la del sol que moría, y la dirigió hacia la batería de antenas que mantenían contacto con las naves. Les tomaría solo una fracción del tiempo dedicado a su tarea principal de monitoreo y control. En esos momentos enviaría ráfagas rápidas de radio gritando su nombre y el de ella.
Mientras el planeta siguiera rotando la señal seguiría barriendo un arco de 360º en el plano, reiniciando cada 16 días.
--- o ---
Quinientos millones de años después otros hombres en otros cielos vieron el mensaje sin entenderlo, porque su destinataria no estaba con ellos.

Omar R. La Rosa
Córdoba – Argentina / 12 – 02 – 2020
@ytusarg



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