¡Qué bueno es ser niños cuando los mayores saben ser adultos!
Lobatos
Todos los años, para esta época más o
menos, se realizaba la promesa de los lobatos de nuestro grupo scout, lo que
incluye una ceremonia secreta, que por su puesto no estoy autorizado a
comentar.
Solo diré, y por qué importa a la historia que estoy contando, que en ella se representan escenas del “Libro de la selva” de Rudyard Kipling. (1)
Aquella tarde, junto a un fuego, unos
veinte pequeños de entre 7 y 10 años viajaban con su imaginación por paisajes
selváticos acompañando a Bhageera, la
sabia pantera; escalando arboles gigantescos, saltando de rama en rama,
siguiendo a los anárquicos Bandar-Log, un ruidosos grupo de monos sin ley, o
atendiendo a los sabios consejos de Baloo, el viejo oso pardo, viviendo sus
aventuras.
Pero sobre todo aprendiendo; atentos a
la vigilante mirada de Akela, el lobo jefe de la manada, que los cuidaba del
asecho del malvado tigre Sheere Khan, a quien me tocaba representar a mí,
debido a una misteriosa ausencia del maestro que tenia hacer ese personaje.
Junto al fuego la narración se
desarrollaba
- …entonces los lobeznos escucharon un fuerte rugido llegando
del interior de la selva – contó Baloo con voz profunda y misteriosa, y yo rugí
con todas mis fuerzas, oculto tras una tapia que no me permitía ver lo que
pasaba en el fogón.
Un rumor general recorrió
toda la manada.
- Agáchense todos para que Sheere Khan no los vea – recomendó
Bhageera poniéndose en cuclillas, colocando sus manos como pabellones sobre sus
orejas, como si quisiera escuchar mejor los movimientos del tigre. Toda la
manada la imito.
- En caso de peligro la manada debe permanecer unida, esa es
nuestra fuerza. Los depredadores, aunque poderosos, como el malvado tigre, poco
o nada pueden hacer contra nosotros si estamos juntos – Aconsejo más que ordeno
Akela, siempre atento a instruir a los lobatos.
- Observen a los búfalos y otros herbívoros, saben que nada
pueden solos contra el tigre, por eso pastan siempre juntos en manada – recalco
Baloo.
- ¡Mentiras! –se escuchó la sibilina voz de Kaa, la serpiente, que desde una rama del cercano
árbol desautorizaba las sabias palabras de Akela y los ejemplos de Baloo.
- Solo los quieren sometidos, son niños. ¡son libres! ¡no
tienen por qué estarse quietos! – destiló su ponzoñoso veneno.
Ciertamente algunos niños dudaron,
estarse quietos, callados no era una tarea fácil, hacía falta fuerza de
voluntad y salir corriendo era algo muy tentador.
Pero la paternal presencia de Akela
basto para mantener el orden.
En eso estaban cuando se escucharon
voces llamando al lobo, que tuvo que ausentarse para atender otros asuntos,
dejando solos un momento a los lobatos. Tal cual indicaba el preciso guión que
todos seguían.
Con todo, los niños, involuntaria parte esencial de la
obra, seguían agachados, en posición expectante, en silencio, atentos al
tigre…y a pesar de la cantinela de Kaa, que insistía instando a la rebelión, todo
hubiese ido bien si de pronto no hubieran aparecido los Bandar-log, esos monos
ruidosos y anárquicos que no respetaban a nada ni a nadie.
Un grupo de scouts, muy felices de
representar a los indisciplinados monos, se metió entonces entre los lobatos
generando un gran lio, desconcentrando a los chicos.
Mientras la serpiente aplaudía, aunque
no tuviera manos, loca de contenta viendo como el orden desaparecía y algunos
miembros de la manada se alejaban, transformándose así en potenciales presas
del tigre que le había prometido las sobras del banquete como pago por su
colaboración.
Efectivamente algunos chicos, poco
afectos al orden aprovecharon la oportunidad para ponerse a saltar y dar
vueltas siguiendo a los más grandes, desoyendo los aparatosos pedidos de los
jefes
- ¡Lobatos! Compórtense o serán presa del tigre – trato de
advertir Baloo…pero ya era tarde, un par de ellos, siguiendo a los monos se
alejaron del circulo del fogón y pasaron cerca de la tapia tras la cual el
tigre esperaba agazapado.
Por su puesto, cuando estuvieron a mi
alcance salte sobre ellos y pude atrapar a uno que empezó a gritar y patalear
como un marrano, hasta que lo solté, siguiendo con el juego.
Pasado el susto todos se sosegaron y
volvieron a sentarse en torno al fogón donde la ceremonia, ya con Akela de
regreso, continuó hasta el emotivo momento en que, frente a la bandera, cada “pie
tierno” fue haciendo su promesa y recibiendo el pañuelo que lo acreditaba, de
hecho y derecho, como miembro de la manada.
Debe ser una de las experiencias más
lindas que se pueden vivir, el ver como los chicos crecen y toman alas…en la manada,
en la tropa y en la vida.
Pasado el momento, y con el
agradecimiento de los maestros de lobatos me retire a descansar cerca de lugar
donde la tropa tenía su campamento. Y ahí me hubiera quedado muy tranquilo de
no haber sido por la repentina aparición de un grupo de diez o doce lobatos,
que, acabada la ceremonia se estaban retirando cada uno a su casa.
Al pasar a mi lado, como correspondía,
me saludaron con la típica venia de los dos dedos llevados a la frente.
Todos, menos uno, el que había atrapado
minutos antes, que al verme no vio en mí al maestro scout que era si no al
tigre que había representado y al grito de:
-
¡SHEERE KHAN – se abalanzó sobre mí, seguido por todos los otros y muchos más que, sin ser de la partida no perdieron oportunidad de saltar sobre un mayor…Solo la oportuna intervención de mis
compañeros me salvo de una segura muerte por aplastamiento debajo de la parva
de chicos que se me tiro encima, dejándome algunos moretones y uno de los
mejores recuerdos que tengo de esa época.
Siempre listo
Búho Observador
(1) Resumen del Libro de la Selva
“The Jungle Book” es, en
realidad, una recopilación de cuentos. De cualquier forma, los primeros ocho
son, en realidad, parte de una misma historia. La misma comienza cuando,
huyendo del ataque de Shere Khan (el tigre), dos esposos pierden a su hijo
pequeño. Éste aparece en la cueva de unos lobos (papá Lobo y Raksha -el
demonio-) quienes no solo lo salvan de las garras de Shere Khan, sino que a su
vez lo acogen como a su propio hijo. Raksha lo llama Mowgli -la rana, dado que
no tiene pelo- y lo hace de su familia.
Mowgli es entonces presentado en el Consejo de Roca, máximo órgano deliberativo de la manada de lobos, para que sea aceptado como tal. El Consejo es liderado por Akela que dice que, tal como marca la Ley de la Selva, algo tiene que ser ofrecido para salvar su vida y ser aceptado, por lo que Bagheera (la pantera negra que enseña a los lobatos a cazar) ofrece a la manada un buey que acababa de matar. Así, Mowgli pasa a formar parte de la manada de lobos.
Como cualquier otro lobato, es instruido en la Ley de la selva (un conjunto de 6 artículos donde se presentan los principales valores que debe tener un lobo) por Baloo, un viejo oso pardo. Mowgli vive así diferentes historias que le hacen entender el verdadero valor de la amistad, de las leyes (especialmente cuando se enfrenta a los Bandar-Log, el pueblo mono que no tiene ley), y sobre todo del trabajo en equipo.
Sin embargo, a medida que crece (y que sus amigos como Akela se vuelven más viejos) las diferencias entre Mowgli y los lobos se hacen más evidentes. Es aquí cuando el poder de Shere Khan se hace más fuerte. Mowgli es así expulsado de la manada, y se va a vivir con su madre biológica a quien ha encontrado en un pueblo cercano. De cualquier forma, todavía tenía pendiente una tarea dentro de la selva: matar a Shere Khan, tal como lo había predicho Raksha cuando Mowgli no era más que un niño.
En la aldea, Nathoo (nombre verdadero de Mowgli que Messua, su madre, le había dado al nacer) se convierte en un pastor de bueyes, aunque no logra adaptarse completamente al estilo de vida, durmiendo en jaulas, e inventando historias de espíritus de la selva. Sin embargo, es este trabajo el que le provee de la herramienta adecuada para cumplir su misión. Engañando a Shere Khan, con la ayuda de Akela y Hermano Gris (lobo hermano de Mowgli) logra que toda el rebaño de bueyes, liderado por Rama el buey, aplaste, literalmente, al tigre.
Cumplida su tarea, Nathoo se apresta a vivir para siempre entre los humanos, aunque debe huir del pueblo donde vivía con Messua, porque es considerado un espíritu maligno de la selva por poder hablar con los animales y, principalmente, por dirigir a los bueyes a su antojo. Así ambos escapan a otro pueblo, liderado por ingleses, quienes serán los que impongan el orden, las leyes, y sobre todo, la justicia.
En el octavo cuento, termina la historia de Mowgli, y al mismo tiempo, la unicidad de las historias. De aquí en adelante, si bien todas se relacionan por tener a la Selva de Seonee como elemento locativo, todas son historias diferentes, con distintos personajes. Aparecerá Hathi, el elefante sabio, o Rikki-Tikki-Tavi, la mangosta.
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