viernes, 4 de septiembre de 2020

Puesto estático 27 AA er

 

 


Nota: el original de la presente crónica se encuentra perdido, se presupone que fue escrito en Galáctico temprano (idioma completamente desconocido en la actualidad), pero no podemos saberlo ya que solo ha llegado hasta nosotros una copia de una traducción, cuyo origen desconocemos, que actualmente se encuentra en el museo de ciencias naturales de Az Ezüst (La Plata, Argentina), aunque no es posible verla pues su estado es tan endeble que su exposición al simple aire podría dañarla irremediablemente.

El acceso que hemos tenido a una digitalización de la misma es lo que nos permite transcribir la presente historia.  Nuestro agradecimiento al doctor Régi Történész por permitirnos verla.

El Editor

 

Estaban a punto de completar su año de servicio en el puesto estático 27 AA er, un remoto destacamento en la periferia de la galaxia donde nunca pasaba nada y por tanto, era el lugar ideal para unos novatos como ellos.

Cuando parecía que definitivamente así era y que en verdad no pasaba ni pasaría nada uno de los becarios, que de puro aburrido no más se puso a estudiar los últimos registros del cuadrante 27 AA er, detecto con gran sorpresa  actividad electromagnética codificada

Lo que tenia ante si era algo desconcertante, pues parecía ser artificial. Eran señales de radio de amplitud fluctuante, con un paulatino corrimiento al azul, como si la fuente emitiera cada vez a una frecuencia más alta….

En seguida solicito ayuda y junto al resto de la dotación no afectada a la preparación del relevo, se abocaron a identificar la posible fuente de las emisiones.

Luego de arduos y trabajosos manejos de telescopios e instrumental determinaron un espacio determinado, una estrella de clase G, con varios planetas orbitando a su alrededor. Desde la distancia a que se encontraban podían distinguir a por lo menos 3 de ellos, los más grandes sin duda.

El hecho de que la estrella se estuviera acercando hacia ellos explicaba la aparente disminución de las longitudes de onda de emisión. Las mismas deberían ser más bajas, pero por el efecto Doppler se hallaban corridas al azul y se iban ajustando conforme se les acercaban.

Pero había otra cosa, las señales parecían ocultarse periódicamente. Eso tendría sentido, por ejemplo, si la fuente estuviera en órbita muy cerca de la estrella, lo cual haría que la portentosa emisión de la misma eclipsara la fuente cada vez que esta estuviera en tránsito aparente delante o detrás de su disco.

Y esta sospecha los llevo a descubrir el planeta del cual parecían provenir las señales, ahí, casi en medio de la zona habitable estaba el pequeño punto de brillos azulados que periódicamente se encontraba a derecha e izquierda de la estrella.

Un pequeño planeta girando en torno a una estrella clase G, algo muy común y poco relevante para llamar la atención de nadie. De hecho, al consultar los registros apenas si encontraron alguna referencia al sistema en cuestión. Solo una nota, como al margen daba cuenta de que el año anterior(1), cuando la estrella había pasado más cerca del puesto de observación de lo que lo haría ahora, una exploración no tripulada había detectado vestigios de vida, pero nada evolucionado ni mucho menos nada que hiciera pensar que allí habría algo en proceso de desarrollo tecnológico.

Es decir que, fuera lo que fuera, en menos de un año galáctico había pasado de la casi nada al dominio de la radio…¿sería algo natural o tenían visitas desconocidas?

La pregunta era inquietante, ¿podía ser que los visitaran de otras galaxias, o que alguien estuviera “colonizando” el sector sin aviso?

Una nota de alarma se encendió en la estación, eso podía ser algo grave.

Era preocupante, si, pero no podían dar la alarma así como así, debían tener más datos, por lo que, por orden del jefe de estación, se suspendieron permisos y descansos para abocarse de lleno a la pesquisa.

Para cuando la nave de relevo llego a la estación parte del misterio estaba develado, siguiendo las leyes de la mecánica celeste la estrella se había acercado ya a su perigeo y era perfectamente “estudiable”,  fuera lo que fuera que generara la emisión estaba confinado al tercer planeta. Si algo lo había abandonado no era masivo, a lo sumo algunas avanzadas, pero nada significante.

Sin esperanzas solicito permiso para un viaje de exploración, solo ir, mirar de cerca y volver. Pero no era posible, ¡las leyes de la mecánica celeste!, el gasto extra debido a demorar la partida hacia imposible cualquier pérdida de tiempo. Otra vez seria.

Con una mescla de dolor y alegría recibieron a los compañeros que los reemplazarían, por un lado significaba que por fin regresaban a casa, por otro que debían abandonar la investigación. Era algo injusto que, después de un año de aburrimiento, cuando algo interesante pasaba tuvieran que abandonarlo.

Pero así eran los reglamentos, cuando había reemplazo, había reemplazo. Ya los nuevos continuarían el trabajo.

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Pasados los primeros días, cuando el relevo se había completado, con la dotación nueva haciéndose cargo de la estación y la vieja ya fuera de alcance, adentrándose en las profundidades de la galaxia, alguien retomo la tarea de seguir la extraña emisión estudiada por sus antecesores.

Con profesional actitud revisaron datos, corrieron proyecciones y fijaron los instrumentos en la nueva posición indicada para la estrella en cuestión.

Según los informes las señales provenientes del tercer planeta que la orbitaba habían evolucionado rápidamente del estadio analógico al digital. Eso era lo que se veía en los registros, apenas pasado el perigeo la actividad radio eléctrica detectada era abundante y evolucionada…era posible seguir las mismas, haciendo los correspondientes correcciones para compensar el corrimiento al rojo, por la velocidad de alejamiento de la fuente, hasta el punto donde los estudios se habían interrumpido por las tareas de relevo.

Siguiendo los protocolos retomó los trabajos, pero sus resultados fueron decepcionantes. No había nada que estudiar.

Preocupado reviso varias veces los cálculos y, con ayuda de algún compañero que le cedió algo de su tiempo libre, los volvió a rehacer, todo para confirmar que eran correctos, la estrella era la correcta, los instrumentos estaban trabajando normalmente, todo estaba bien, pero allí no había nada. Si había habido alguna señal inteligente ya no existía, por lo menos no de la forma en que había sido descubierta, ni en ninguna otra que ellos investigaran.

Por fin, al cabo de varios días, el asunto perdió interés. Había mucho que hacer como para seguir la trayectoria de una común estrella de tipo G que se alejaba de ellos silenciosamente.

Ya habría oportunidad de estudiarla nuevamente cuando regresara a ellos dentro de casi un año, antes del próximo relevo.

© Omar R. La Rosa

Córdoba – Argentina – 23/11/2019

 

(1)    Año galáctico, tiempo que tarda el sol en completar una órbita en torno al centro de la galaxia, entre 225 y 250 millones de años << volver


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