viernes, 25 de febrero de 2022

Lección de historia - estudiar para aprender

 


Resignada la niña se apoyó contra la ventana, para tener mejor luz, y abrió el libro de texto.
Estudiar, siempre estudiar, todo el mundo le decía que tenía que estudiar ¡Que fastidio!
- ¿Para qué tanto estudiar? – pensó en voz alta.
- Para que no te engañen – fue la escueta respuesta de la aya.
- Pero ¿Cómo voy a evitar que me engañen estudiando historia? –
- Pues, ven niña, mira – la voz ya no era de la aya.
- ¡Madre! – se alegró la niña, contenta de ver a su progenitora, cosa que cada vez le resultaba más difícil. Era una alta funcionaria mundial y, por lo que había escuchado, últimamente estaba muy ocupada.
- Ven niña, mira aquí –
Obediente, alegre de disfrutar la compañía de su madre, observo atenta la pantalla…pero a poco el semblante le cambió, se puso sombría y cuestionó.
- ¿Por qué me haces ver esto madre?. Es una película de guerra y a mí no me gustan las películas de guerra, muere gente, los chicos lloran y todo es desgracia, maldad –
- No es una película, es un programa de noticias – aclaró la mujer – presta atención, ¿ves ese hombre? –
Justo la imagen se centraba en la demacrada figura de alguien que parecía dirigir las tropas que estaban siendo aplastadas por sus enemigos. La niña asintió en silencio.
- Pues, ese buen hombre no estudio historia y tomo decisiones equivocadas por ello. Como un tonto creyó que en verdad lo iban a ayudar por el simple hecho de que su causa era justa –
- ¿Y no lo era? –
- Eso no nos corresponde a nosotros decidirlo, pero él debería haber sabido que no existe en toda la historia de la humanidad un solo ejemplo de alguien que haya peleado una guerra por otro y no se haya quedado con todo. Aprende esto hija, no inicies batallas confiando que otros las pelearan por ti –
Sentenció la madre, luego le dio un tierno beso en la frente, tomo su bolso y salió hacia el aeropuerto.
Ella se quedo mirándola, ¡como admiraba a esa lejana mujer!.
Un asomo húmedo quiso correr por su mejilla, corriendo desde sus ojos, pero prontamente la seco, había que aprender a no mostrar debilidad.
Volvió a ubicarse contra la venta, con el libro abierto, y siguió leyendo.
© Omar R. La Rosa
25/02/22

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