domingo, 24 de julio de 2022

Manzanas. La tentación es grande...


 Manzanas

La tarde no tenía nada de especial, el cielo era como cualquier otro, con azules y blancos, y una brisa apenas perceptible.

Una tarde para hacer cualquier cosa, menos tener que ir a casa de la abuela a llevar estas jugosas manzanas, se lamento la niña que a desgano caminaba por el sendero del bosque.

-        Ve y llévale esto a la abuela – repitió la orden de la madre, impostando la voz en evidente tono de burla.

-        Y no te comas ninguna – fue la advertencia final.

-        No te comas ninguna…ña ña ña –

Y así todo el camino, con el tentador aroma de las manzanas frescas invadiendo su olfato.

-        No te comas ninguna…ña ña ña – seguía repitiendo como en una letanía.

De pronto, tras un recodo apareció la fuente, haciéndole notar que tenía sed.

Dando un par de saltitos llego hasta ella y se inclino sobre el cristalino espejo para sacar una palma de agua.

Pero no llego a meter su mano, pues ni bien asomarse la vio, ahí en la superficie del estanque. Una niña como de su edad, con una caperuza roja, no tan linda como la que llevaba ella, pero muy parecida.

-        ¿Qué haces? – escucho una voz que la interrogaba. Asustada se irguió mirando para todos lados.

Su madre le había advertido mil veces de los peligros del bosque, pero ella nunca le prestaba mucha atención. ¿Qué podía pasar en ese bosquecillo de no más de dos cuadras que separaba su casa de la de la abuela.

-        ¿A dónde vas niña? – volvió a escuchar, y esta vez advirtió que le hablaban desde el estanque.

Intrigada se asomo, y allí estaba de nuevo esa misma niña.

-        A llevar estas manzanas a casa de la abuela – explico sin saber por qué.

-        ¡Qué bien huelen! – dijo la voz aspirando profundamente, como si la imagen pudiera olfatear el aroma.

-        Sí, son las mejores manzanas de nuestro árbol –

-        ¿Cómo lo sabes? ¿Ya las has probado? –

-        N… no. Mamá me lo ha prohibido – se excuso.

-        ¿Qué pena? Se ven tan ricas – deseo la imagen, para luego preguntar  – ¿Están contadas? –

-        No. No sé. Creo que no, mamá las saco del tonel, pero no vi que las haya contado –

-        Entonces no sabe cuántas hay… –

-        Supongo que no –

-        … y nadie se dará cuenta si falta alguna … -

-        Creo que no -

Y la tentación, flotando en el aire, guio su mano hasta la canasta.

Como si una fuerza superior la guiara se posó sobre la manzana que se veía más roja y jugosa.

-        ¡Los duendes del bosque! – se asusto de pronto.

Recordando los cuentos de la abuela, y la soltó. Ni bien hacerlo una carcajada sonora broto de la fuente.

-        Que eres tonta niña. Los duende no existen –

-        Tienes razón, ¿Quien se cree esas cosas de viejas? – se desafío a sí misma.

Tomo la manzana con decisión e hinco sus dientes en ella.

Efectivamente, estaba deliciosa, era un verdadero majar. ¡Qué cosa rica!

-        Has visto como tenía razón. Las manzanas están riquísimas y nadie se enterara de nada – escuchó decir a la imagen que le hablaba desde la fuente.

-        Aja – afirmo ella con la boca llena.

 

-        ¡Qué haces niña! ¡No te dije que no te comas ninguna! – la voz sonó como una sentencia en sus oídos

La madre, con los brazos en jarra la miraba enojada desde el extremo de la senda.

-        Mamá…la chica de la fuente me dijo que la coma – trató de justificarse.

-        Maria, no mientas, no te justifiques con esas historias que te inventas. – le reconvino la madre – En la fuente solo hay agua y tu reflejo –

-        Pero má –

-        Pero nada, vamos, apúrate a llevarle esa canasta a la abuela y dale esto que casi me olvido – dijo la madre extendiéndole un paquete.

-        Y no te comas ninguna más que no alcanzara para la tarta –

 

Avergonzada puso el paquete en la sesta y siguió viaje obedientemente…mientras una risa burlona no dejaba de brotar desde la fuente.

 

© Omar R. La Rosa


23 Julio 2022

 

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