sábado, 10 de junio de 2023

BMW - no hay respeto

A última hora de la tarde paso por el lavadero a recoger su flamante BMW.

Al ingresar en el vehículo respiro profundamente, el penetrante aroma a cuero y los embriagantes perfumes de un auto nuevo actuaban como bálsamo para su torturado espíritu.

La sensación duro solo unos segundos, era un hombre práctico, un profesional en lo suyo y ese tipo de desvaríos no eran propios ni convenientes.

Puso en marcha y el rugiente el motor, oculto bajo el capot, transmitió toda su potencia al grupo tractor, precipitando raudamente el auto hacia su destino.

Hermosa maquina, se volvió a repetir, orgulloso de poseerla, que su buen trabajo le había costado.

Por su puesto, la ciudad en que trabajaba distaba mucho de ser la más adecuada para el lucimiento del auto, ¿Qué remedio? Los intereses de sus clientes estaban allí, y allí había que cuidarlos.

Llegado a destino apareció el clásico inconveniente, ¡No había lugar donde aparcar! Maldita ciudad, si nadie respeta nada, ¿Cómo iban a respetar los carteles de prohibido estacionar?

Pero, la dinámica de su trabajo ya estaba en marcha, y no se iba a detener por una tontera así. No lo dudo, estacionó en doble fila y rio a modo de desafío. ¡Pobre del que se le ocurriera decirle algo! Aunque, en aquella ciudad, nadie cuestionaba esas cosas.

Al cerrar el auto la alarma se conectó automáticamente y se desentendió de él.

A grandes pasos subió los escalones del lúgubre lugar. En el primer entrepiso encontró el objeto de su trabajo, un hombre de unos 40 años que se había creído más inteligente que su jefe, con derecho a quedarse con lo que no le correspondía.

Cuando el tipo lo vio entrar le mudo el semblante.

Por supuesto, aunque se sabía en peligro de muerte no estaba entregado.

Siguió un breve intercambio de disparos, al cabo del cual los dos esbirros con que el desgraciado había creído protegerse yacían inertes y él, erguido triunfante se preparo a terminar su trabajo, ante la desesperación del sujeto.

Fue justo en ese momento que la alarma de su amado BMW comenzó a sonar estridente, desesperadamente.

La distracción fue de una fracción de segundo, suficiente para brindarle un escape a su víctima.

Maldijo en vano.

A la carrera, insultando a todo el mundo llego hasta su querido auto, para encontrarlo con la luneta trasera destruida y el auxilio desaparecido.

¡Qué ciudad de m…, llena de mal nacidos!¡No hay códigos!¡Esto no era vida!.

Pensó en salir tras los rateros…pero el trabajo estaba primero.

Resignado e indignado dejo el auto donde estaba y corrió en busca de la presa escapada. ¡Había que seguir trabajando!. La reparación no sería gratis.

© Omar R. La Rosa
 

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