Jazmin
Ese día
fue exactamente igual a todos los últimos 10 días, casi, casi desde el comienzo
de la primavera.
La
noche anterior no había dormido muy bien, las consecuencias de su relación con
ella hacían estragos en su cuerpo y poco o nada mitigaba el dolor el recuerdo
de su dulce y penetrante perfume.
Como se
había hecho costumbre en la última semana, tomo una pastilla, en la espera del
alivio que el medicamento le proporcionaría, y trato de dormir, con poco éxito.
Él
sabía que, si esto no se solucionaba pronto, tendría que tomar una decisión
drástica, tenía que sobreponerse, ser más fuerte, unos instantes de voluptuoso
placer sensual, sus caricias, su belleza, su embriagante perfume, lo estaban
matando, pero, … es tan linda. Y él, que se consideraba un hombre duro, debía
admitir que ella lo podía.
A la mañana, mal dormido,
desayuno unos mates y se fue a trabajar. Todo el día, estuvo ocupado en
diversas tareas, por lo que para nada se acordó de ella y un cierto alivio lo
reconforto. Cuando notaba que podía estar todo el día sin ella crecía su
determinación de cortarla, no la necesitaba, el mundo no se acababa cuando ella
no estaba y su cuerpo retomaba la fuerza y vitalidad que tan bien lo hacían
sentir….sí, si, si, sin lugar a dudas tenía que cortarla.
Con esa idea en la cabeza
emprendió el regreso a casa. Mientras manejaba iba repasando los pasos que
daría, como se le acercaría, y como la cortaría, sin decirle nada, sin
intercambiar palabra, solo la cortaría y arrojaría los restos a la basura. Si,
se tenía que terminar así, por su propia decisión, no cavia esperar a que todo
sucediera naturalmente, su cuerpo no soportaría la lenta agonía de esperar que
todo se diluyera con el tiempo, porque de eso también estaba seguro, más tarde
o más temprano todo acabaría, ella cambiaria, su belleza ya no sería igual y su
embriagador perfume, inevitablemente, se desvanecería y desparecía. Pero estaba
seguro que no lo aguantaría, debía tomar la decisión y hacerlo.
Porque, ¿para qué prolongar esto?
¿Cuánto más podía durar? Seguramente que no mucho...y entonces, ¿Por qué no
aguantar? ¿Por qué privarse así de su belleza, del placer de verla cada mañana
al irse y cada tarde al regresar? Odiaba la duda, el sentirse así, inseguro,
por una cosa tan tonta. Eso lo enojaba más. No, no, tenía que cortarla y debía
hacerlo ya.
Llego a la casa con la decisión
firmemente tomada. Sin bajarse del auto, abrió el portón automático, se
estaciono en el jardín y….al abrir la puerta para bajarse…. La realidad le
golpeo con la fuerza de un huracán. Solo abrir la puerta fue suficiente para
que su perfume lo invadiera todo, para que su cerebro, embriagado por el aroma,
le ordenara quedarse quieto, disfrutando las imágenes de la belleza y placer
que ella le brindaba.
Entonces una lagrima comenzó a
correrle por la mejilla, no pudo evitar notar su debilidad en este acto, luego
se le hizo como un nudo en la garganta, y le nació el incontenible deseo e
estornudar…no una sino dos, tres, cuatro veces.
No no había duda, era fuertemente
alérgico a las flores, o podaba la planta o se moría.
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