Clase de Baile
Desde casi el suelo, rodilla en tierra, mano al piso,
levanto la cabeza más mirando la actitud de los demás que tratando de
orientarse.
Uno a uno poso su mirada en cada uno de los presentes, sin
decir palabra, mortificado.
Cerró momentáneamente los ojos y conto…uno, dos, tres….
Antes de llegar a 10 respiró profundo y se incorporo. Un
intento de aplauso se congelo ante su sola mirada.
Con disimulo movió sus manos sobre su cuerpo, como si se
quitara el polvo y volviendo a respirar esbozó una sonrisa, más desafiante que
divertida. Volvió a intentarlo…aquello no podía ser más difícil que un pase de
florete, pensó para sus adentros.
Pero lo era.
Por alguna razón no lo conseguía, le era imposible coordinar
sus pasos, y, con cada fracaso, la sensación de vergüenza y humillación que lo
invadían se lo hacía más difícil….hasta que por fin alguien se apiado de él e
impuso silencio…
Y eso fue mágico, fue como si sus oídos, libres en la
ausencia de sonido, dejaran libre la parte de su mente que necesitaba para
lograrlo.
Dentro de su cabeza era como que una orquesta propia tocara
solo música para él y su cuerpo, sincronizado, empezó a lograr los movimientos
requeridos…era como en batalla….y un, dos, tres, al fondo, retirada, media
vuelta y a empezar de nuevo….¡Lo estaba logrando!...
Hasta que la música volvió y la sincronización se perdió.
-
¡No puedo hacerlo!, la música me pierde!!
¡necesito silencio para concentrarme! –
-
Pero eso no se puede Alonso – Protesto Irene
-
¿Por qué? –
-
Pues, porque se baila con música - le aclaró
Amelia tomándole la mano mientras los altavoces volvían a vibrar al ritmo de
una bachata
-
Vamos animo, inténtalo de nuevo – Lo alentó
Pacino que se movía con mucha más soltura tomando la mano de Angustias que
giraba como un trompo siguiendo la música.
-
Que la gala es en las oficinas de Santo Domingo
y este ministerio tiene que estar a la altura – Sentencio Ernesto, que
saboreaba un delicioso ron con hielo acodado en la barra.
-
¿O prefiere ir a la gala de Buenos Aires? Ahí se
baila tango – desafío Salvador con una sonrisa picara.
-
¿Qué remedio? – se dijo así mismo el soldado
-
¡Música! – pidió.
Y todo empezó de nuevo. Si había aprendido a pelear con la
espada, y después de tantas batallas seguía vivo, también aprendería a bailar
bachata.
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