Continuación de "Demora Real"
Barrabas
Concluido el “incidente de la escalera en el avión”
partieron para Córdoba, donde los reyes participarían de la inauguración del
VIII Congreso Internacional de la Lengua Española. El que, a Dios gracias, paso
sin mayores incidentes.
Antes de que los reyes iniciaran el regreso, les llego una
invitación muy especial. Los invitaban a tomar un café en el consulado, la
reina tenia deseos de conocerlos.
Llegaron a la hora prevista y los hicieron pasar sin demora.
Los llevaron a una oficina con una pequeña mesita en el centro y varias sillas
y un par de sillones alrededor. Allí aguardaron unos minutos hasta que por una
puerta lateral entraron Felipe VI y doña Leticia.
-
Su majestad – saludo Alonso haciendo una
aparatosa reverencia que arranco una leve sonrisa en la reina
-
Señor – Saludo Pacino, formal pero no tanto,
mientras Amelia hacia una leve y femenina reverencia.
-
Por favor señora, señores – pidió el rey
indicando los asientos, al tiempo que él y la reina se ubicaban en sendas
sillas.
-
Es un placer conocerlos – Comenzó el rey.
-
La existencia del ministerio es un secreto de
esos que se transmiten de generación en generación y todos los reyes de España
sabemos de él, pero son pocas las oportunidades que tenemos de encontrarnos con
algunas de sus patrullas – explico al tiempo que expresaba su beneplácito por
tenerlos allí.
-
Siempre es un honor servir al país – índico
Pacino al tiempo que un mozo entraba con una bandeja en la cual humeaban varios
pocillos de apetecible café.
Mientras el servidor estuvo presente la conversación fue
trivial. Cuando este se retiro el rey se puso más serio y cambio abruptamente
de tema
-
Como sabéis, dentro de nuestro gobierno hay
muchos a los que nos les gusta que se destinen fondos públicos para mantener
vuestras operaciones – todos asintieron, consientes de la realidad que vivían.
-
Aun así hemos logrado que TVE asegure el
funcionamiento del ministerio del tiempo por una temporada más, por lo menos…-
hizo una pausa para sorber un trago de café
-
Esto nos ha ganado algunos enemigos –
-
Varios enemigos, diría yo – tercio la reina
-
Ellos harán todo lo posible por lograr que la
historia de España se pierda, y con ella el mundo hispano – continuo el rey
-
Ya veis lo que ha pasado al llegar a Buenos
Aires – índico doña Leticia, mientras la patrulla intercambiaba miradas,
tratando de adivinar para donde iba la charla.
-
¿Se sabe quiénes son los enemigos? – indago
Alonso, ya dispuesto a empuñar su espada
-
Desgraciadamente aun no – negó don Felipe
-
Es que la gente de TVE y don Javier Olivares aun
no nos lo dicen – se disculpo innecesariamente doña Leticia
-
¿Qué deseáis de nosotros? – pregunto impacienté
e imprudentemente Pacino.
-
Pues, como sabéis, si bien los reyes conocemos
la existencia del ministerio desde Isabel I, el lamentable suceso de don Felipe
II, nos ha vedado utilizar sus puertas –
-
Menudo cambio se había mandado el Felipillo –
susurro Pacino al oído de Amelia. Con una leve inclinación de la cabeza asintió
recordando aquel episodio.
Mientras el rey seguía con su explicación
-
Por eso
necesitamos que cuando lleguéis a España, a la España del 2020, entreguéis esto
al ministerio – indico el rey dándole un pequeño mensaje a Amelia.
-
Nos ha llegado esta advertencia ni bien arribar
a Córdoba, pensamos que ha tenido que ver con la amenaza de Buenos Aires. –
-
No sabemos qué tan mal está el asunto – acoto la
reina.
-
Ni que medios son seguros ni cuales no – asevero
el rey
-
Por eso, al saber que estabais aquí, hemos
decidido hacerlo llegar al ministro por medio de ustedes – continuo doña
Leticia
-
Esperamos que el enemigo no conozca de vuestra
presencia aquí y podáis cumplir con este encargo sin mayores inconvenientes – deseo
don Felipe
A continuación la conversación viro durante unos minutos
hacia temas más vánales, hasta que, terminados los cafés, los reyes se
levantaron retirándose, no sin antes indicarles que siguieran al cónsul, que
los acompañaría para salir de allí por algunas puertas singulares, de las que
ellos tenían conocimiento.
--------
Siguiendo al cónsul entraron en una habitación, donde el
funcionario los dejo solos, siguiendo estrictamente las ordenes reales.
Ya solos inspeccionaron la habitación, la habitación estaba
casi vacía, solo un pequeño armario hacia las veces de mobiliario, junto a una
destartalada silla colocada a su lado.
No había allí otra puerta que aquella por la que habían
llegado y por la cual se habia retirado el cónsul.
Se miraron entre ellos e, inseguros, la abrieron, tras ella
solo el pasillo que conducía hasta allli.
-
Por aquí no es – Pacino afirmo lo obvio
-
¿quizás tras el armario? – sugirió Amelia
intrigada ¿Qué sentido tenía que los hicieran jugar a las escondidas de esa
manera?
Mas practico Alonso no dudo y sin casi esfuerzo movió el
pequeño mueble. Tras el nada, solo una pared desnuda.
-
No, aquí tampoco hay nada –
-
¿Entonces? – dudo Amelia desconcertada
-
¿Habéis leído Narnia? – sugirió entonces Pacino,
abriendo el pequeño armario lleno de extraños abrigos. Tras ello vio el pasillo
de las puertas del ministerio. Sonriendo llamo a los otros
-
He, es por aquí vamos – y todos se precipitaron
por allí, deseando llegar a casa de una vez….
Pero no fue así, una fuerte explosión sacudió la sala expulsándolos violentamente de allí.
El rey tenía razón, los enemigos del ministerio estaban activos.
Cuando se disipo el humo se encontraron en algún lugar que,
seguramente, no era el ministerio del tiempo. Por lo menos no en 2019 ó 20.
Más bien parecía una callejuela de alguna ciudad antigua,
posiblemente mediterránea a juzgar por el clima y las construcciones.
De pronto paso un joven a toda prisa, Pacino lo tomo para
preguntarle donde estaban pero no lo pudo retener, el rapaz le pego un fuerte
puntapié y siguió su carrera
-
Pues, veamos que pasa – se dijeron siguiendo la
dirección que llevaba el mozo
Llegaron así a una especie de plaza donde una multitud se
comenzaba a congregar frente a lo que parecía un palacio o edificio importante.
Las ropas de las gentes que allí había y, sobre todo unos
soldados que vieron rodeando la plaza, les orientaron sobre la época y lugar a
la que los había arrojado la explosión.
-
¿Piensas lo que yo? – consulto Pacino a Amelia
que estaba igual de asombrada que él.
-
¿Estamos en la Jerusalén de la época romana? –
se cuestiono luego de escuchar el habla de las gentes.
-
¿Jerusalén? – pregunto Alonso incrédulo, pero
poco más pudo decir porque de pronto unas figuras aparecieron en los balcones
del edificio y la multitud estallo en una gritería que prontamente mudo a
sepulcral silencio, cuando alguien de los del balcón se dispuso a hablar
El mencionado hombre se dirigió a la multitud y hablo.
-
¿Qué dice? – le pregunto Alonso a Pacino, que
como toda respuesta encogió los hombros indicando que él tampoco entendía nada
-
Parece que está diciendo al pueblo que,
siguiendo la tradición local está dispuesto a liberar un preso…-
Tanto Pacino como Alonso se giraron a verla, asombrados de
los conocimientos de su compañera que no dejaba de sorprenderlos
-
¿Qué? – pregunto ella extrañada y molesta
-
Esta preguntándoles si quieren que suelte a ese
hombre – tradujo indicando al hombre a su derecha, un pobre tipo de aspecto
humilde y sumiso, aunque de una porte digno raro de ver
-
Dice que el único delito que le encuentra es
pretender ser rey de ellos…- pero no termino la frase, entendiendo de pronto
para donde iba todo. La multitud mantenía un cerrado silencio.
El hombre del balcón siguió hablando, esta vez lo hacía
dirigiéndose a quien tenía a su izquierda, un individuo de aspecto torvo, mal
entrazado y de mirada esquiva.
De pronto un grupo de hombres, a pocos pasos de allí,
estallo en un grito que todos entendieron.
-
¡Barrabas! ¡Barrabas! –
-
¿Están condenando Jesús? – Pregunto Alonso que había
captado el mensaje
-
Eso parece – aceptaron los otros
-
¿Estos hijoeputas prefieren a un asesino antes
que al hijo de Dios? – se cuestiono.
-
Pues no si puedo evitarlo – gruño y,
desenfundando la espada encaro para donde estaba el acusado, pero este ya había
desaparecido, retirado por los guardias.
-
¿Qué haces Alonso? No podemos intervenir –
-
¿Qué no podemos intervenir? ¿para que creéis que
esa explosión que casi nos mata nos ha puesto aquí? – y dando la vuelta encaro
para la cárcel mientras exclamaba
-
Como que me llamo Alonso de Entre Ríos que he de
hacer algo para salvar a ese Santo Varón! –
-
No Alonso, Alonso, ven – en vano llamo Amelia
-
Vamos tras el – dijo Pacino, tomándola de la
mano para que no se le separe en medio de tanta gente.
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A pasos agigantados Alonso llego hasta la puerta de la
cárcel, pero no pudo acercarse allí, por la cantidad de gente que rodeaba la
salida, ansiosa de no perder el espectáculo.
Desde unos 50 metros pudo observar como un hombre con una
cruz al hombro salía de allí y caminaba hacia el patíbulo.
Desesperado se santiguo y avanzo en busca de un lugar donde
poder acercarse al prisionero
Lo logro unos cien metros más adelante, donde cubriendo la
espada desenvainada con la capa espero que el condenado llegara, dispuesto a
hacer lo que fuera menester.
A los tropiezos, con pasos oscilantes y débiles, de apoco,
el hombre llego a él.
Hasta que lo tuvo frente a frente a frente, entonces no supo
qué hacer.
-
No Alonso, no intervengas, es la voluntad del
Padre – le dijo con un hilo de voz.
-
Señor, déjame hacer algo por ti – rogo sin saber
si era escuchado.
-
Toma tu cruz y sígueme – creyó oír le respondía
La multitud que seguía el espectáculo lo empujo entonces a
un costado de modo que no pudo sostener al hombre cuando, unos pasos más
adelante, tropezó y cayó al suelo dándose un fuerte golpe
-
Habeo te,
et accipit crucem ! – ordeno uno de los soldados
---------
Unos metros más adelante Pacino y Amelia lograron acercarse
hasta el lugar por donde pasaría el reo.
A lo lejos lo vieron llegar, su aspecto era sobrecogedor
-
Mira – Indico Pacino
-
Sí, mi Dios, ¡que injusticia! – casi lloro
Amelia, que en voz baja había comenzado a rezar una letanía.
-
No, no, atrás –
-
Si ya se, Simón de Cirene trayendo la cruz –
asintió sin ver, tan compungida estaba
-
No, no – negó el policía al tiempo que tomándola
del brazo la puso en un lugar con mejor visión.
Al ver mejor el rostro le cambio
drásticamente y la boca se le abrió en un grito que tardo una eternidad en
salir de su garganta
-
¡Alonso! ¡¿Qué haces allí?! -
Termina en "Camino de Emaus"
https://ytusarg.blogspot.com/2019/04/camino-de-eamus-fan-fic-del-mdt.html
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Córdoba – Argentina
14 Abril 2019
Omar R. La Rosa
El Escribiente
@ytusarg
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