Conocer
La visita le resultaba particularmente molesta. No entendía porque
tenía que estar allí, ¿Qué le importaba a ella lo que hacían esos machos
primitivos disfrazados con sus ropas de tan mal gusto? Si andaban todos vestidos
iguales con esos “uniformes” tan uniformes, sin ningún sentido de la moda, sin ningún
toque de distinción que pudiera servir para identificarlos….suspiro resignada,
hombres al fin, se dijo a modo de consuelo.
Al detenerse en la plataforma un militar, muy tieso y formal
él, le abrió la puerta del auto en que se desplazaba y ella no pudo evitar se
le escapara una leve sonrisa, que el soldado interpreto como una cortesía, pero
que en realidad era un recuerdo de los cuentos de hadas que le contaba la
abuela, esos en que el “príncipe azul” (¡que viejada!) le abría la puerta de la
carroza a la dulce princesa. Machismo puro. Esto último le produjo un mohín de
desagrado que, afortunadamente nadie noto.
Ya en la plataforma, junto a los demás miembros de la
comitiva del gobierno que venía a esa payasada que llamaban “parada militar”
comenzaron a recorrer las tropas formadas ordenadamente. Entre ellas encontró muchas
mujeres, no sabía si eso la alegraba o no, pero confirmaba que por suerte vivían
en una época en que ya nada se les negaba, la lucha contra la discriminación
estaba dando sus frutos.
Pasado el tedioso desfile los invitaron a recorrer las
instalaciones, pudieron observar allí como funcionaban los distintos sistemas
de armas que, decían, protegían al país.
¡Qué anacronismo!
Si los hombres dejaran de gobernar el mundo desaparecerían las
armas y no sería necesario destinar tanto dinero a gastos militares, pensó con
cierta lógica, aunque olvidando a muchas de sus destacadas compañeras de género
que habían dirigido guerras tanto o más bonitas que las muchas de los hombres.
No, no, no, este mundo estaba mal y había que cambiarlo, la
gente tenía que entender que estaba bien y que estaba mal. Tal como ella, que
tenia las ideas muy claras, lo entendía.
La recorrida continuo, tediosa, interminable.
Al pasar frente a unos hermosos misiles termoguiados se detuvo
unos instantes. Esos artefactos eran muy bonitos, a pesar de sus connotaciones fálicas
y su finalidad deleznable. Tras ellos una sargento exponía los equipos de
control y mantenimiento.
La saludo amablemente y la militar respondió con una formal
venia.
-
Que bonitos – pensó
-
¿Por qué son
tan bonitos? – pregunto en alusión a la cabeza del misil, cubierta con una cúpula
transparente que permitía ver su interior en el cual espejitos e hilos dorados
formaban un bonito y llamativo dibujo.
-
Porque los circuitos están formados por hilos de
oro – indico la sargento
-
El oro es un muy buen conductor eléctrico y nos
permite aumentar la sensibilidad de las miras – agrego, siempre manteniendo la
posición de firmes, al ver la cara de perplejidad de la política.
-
No me interesa conocer estas cosas –
-
¿Por qué señora? – se atrevió a consultar el
oficial que, caminando a su lado, no pudo evitar oírla.
-
Porque son para matar gente – dijo con notorio
desagrado
-
Pues, justamente por eso debería prestarle atención
– retruco él hombre con toda la humildad que le fue posible.
-
¿Por qué iba a tener que interesarme como
funciona una maquina que es para matar gente? –
-
Para aprender a defenderse de ella, señora –
El resto de la recorrida la realizo en silencio. Algo que no
paso desapercibido por el resto de sus compañeros de comitiva.
Córdoba – Argentina
12 de Abril 2019
Omar R. La Rosa
El Escribiente
@ytusarg
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