Tiempo de Fundación – 1573 – Fundación para
mucho Tiempo
Fundación de Córdoba de la Nueva Andalucía
Prologo:
Aprovechando que la lluvia desatada apenas
pasado el medio día aun continuaba después de la siesta haciendo imposible toda
tarea al aire libre, los hombres, protegidos bajo el alero del rancho, se
dedicaban al juego de naipes unos, a tocar u oír la guitarra otros, a pasar el
tiempo los más.
El resero no era la excepción, en una tarde
como esa no había vacas que mover.
Mirando, a través de la lluvia, hacia el
casco de la estancia, vio que su amigo, el escribiente, se acomodaba en la
galería y comenzaba a escribir. Se le ocurrió que, en una de esas había
empezado con la historia que le había prometido, esa acerca de la fundación de
la ciudad, y pensó en ir a ver.
Apretándose bien el poncho y teniéndose el
sombrero para que no se le vuele, salió a la carrera hacia la casa, tratando de
no pisar charcos ni caerse por resbalar en el barro.
Al pasar frente al galpón vio en su
interior el raro vehículo en que se movilizaba el escribiente, “bicicleta” le
había dicho que se llamaba, cuando, en vano, el pobre hombre había tratado de
enseñarle a usarla. A la primera que lo intento se fue de bruces al suelo, peor
que si lo hubiese volteado un potro en la doma. No señor, esas cosas de
mandinga no eran para él, todo un gaucho de a caballo.
Eso era para personas como el escribiente,
gentes extrañas, si se quería, que ni siquiera eran vistas por el resto de la
peonada. Al principio eso le preocupaba, cosa de mandinga pensaba, pero luego
se acostumbro y ya no le importaba.
-Ave María purísima – saludo al llegar,
mientras se sacudía la ropa para quitarle el agua
El escribiente levanto los ojos de los
papeles que estaba leyendo y saludo
-Buenas tardes ¿Cómo está usted?-
-Ya me ve, al vicio como ojal sin botón,
con esta lluvia no se puede hacer nada. ¿Y usted? ¿Está escribiendo otra de sus
historias?-
-No, en realidad estoy revisando unos
libros ¿por?-
-Por nada- mintió el hombre- solo que, como
no hay mucho que hacer, pensé que a lo mejor, quizás, en una de esas – le daba
vueltas al asunto – por ahí usted tampoco estaba ocupado y podía contarme esa
historia que dijo cuando conversamos después del asunto de la reconquista-
-¿Qué historia?-
-No sé, algo de la fundación de Córdoba o
una cosa así-
El
escribiente inclino la cabeza hacia atrás, entrecerró los ojos unos minutos y
después dijo.
- Si, tengo alguna, pero esta escrita con muchos "modismos" - aclaró
- ¿Y? -
- Que a lo mejor resulte "cansadora" para los que no son cordobeses, que se pueden ver obligados a consultar las notas a pie de pagina para "traducir"...-
- Bueno, si es por cansar al lector, uste se arregla bien sin modismos -
El escribiente lo miro significativamente
"¿Porque mantenía ese personaje?" se cuestionó, luego tomó aire y continuó
- Bueno, tomando en cuenta que el 6 de Julio es el aniversario de la fundación de Córdoba, y usted lo pide - Recalcó esto ultimo
- Por lo menos podemos empezar,
aunque ya sé que pasa después…-
-Sí, que empieza a escribir y no puede
cortar hasta que termine - completó la frase el gaucho, se la conocía de memoria
de tantas veces que se la había oído repetir. Lo que hablaba a las claras de la
fuerza de carácter del escribiente.
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-¡Otra vez Argentina!- exclamo Salvador-
¿es que esa gente no piensa darnos respiro?-
-Parece que no- acoto Ernesto – por lo
menos no parece vaya a cambiar mientras el escribiente siga siendo el mismo-
-¿y qué les pasa ahora?- pregunto Salvador
con gesto de resignación.
-Pues, que parece que la ciudad de Córdoba
de la Nueva Andalucía no está siendo fundada, por lo menos no por Don Jerónimo
Luis de Cabrera-
-¿Cabrera, Cabrera?- volvió a preguntarse Salvador
-¿El Andaluz?-
-El mismo señor- contesto Ernesto, lacónicamente.
-¡Un andaluz metido en líos! ¡Válgame
Dios!- dijo al tiempo que se sentaba- ¿y qué ha pasado?-
-Pues que parece que ha cambiado de opinión
y la ciudad de Córdoba no se funda ¿habrá decidido hacerle caso al gobernador?-
-Explíquese por favor- pidió Salvador
-Pues, según la historia- aclaro Ernesto –
a don Jerónimo Luis de Cabrera le habían encargado fundar una ciudad en la
provincia de Salta, pero este, presumiblemente siguiendo tras la ciudad de los
cesares, no se detuvo allí si no que
siguió más hacia el sur donde fundó, o debería estar fundando, la ciudad de Córdoba, a orillas del rio Suquia-
concluyo- aunque, de acuerdo al último informe eso no estaría pasando, ¿cree
que habrá cambiado de opinión?-
-¿Así como así, sin más?- pregunto extrañado-
¿un Andaluz?. Imposible, algo tendrá-
-Es lo que pensamos todos, por eso que
sugiero mandemos una patrulla a ver que hay-
-Sí, tiene razón, algo ha de haber-
Concluyo Salvador, y luego, con cierta angustia rogo más que pregunto- ¿No
habrá vuelto a aparecer esa puerta nueva, cierto?-
-No, no señor, esta vez la información ha
llegado por los canales normales-
-Bueno, por lo menos una buena noticia. En
fin, fíjese a quienes puede enviar, con esto de la gripe y esas cosas el
ministerio anda escaso de gente-
-Ya consulto con Angustias y lo vuelvo a
ver-
-Argentina, Argentina…-repetía Salvador
mientras tamborileaba con los dedos en el escritorio- menos mal que esos
territorios formaron parte de España solo 300 años….que si no nos despanzurran
el presupuesto-
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Al cabo de unos minutos aparecieron, junto
a Ernesto, Amelia, Pacino y Alonso.
Amelia era la única que estaba de descanso,
pero, siempre tan solicita, no había puesto inconvenientes al ser llamada.
En cuanto a Pacino, solo su fuerza de
voluntad le había permitido levantarse de la cama, donde convalecía de un
fuerte resfriado. La nariz aun le goteaba
Por último, Alonso, aun con traje de época,
acaba de regresar de un viaje a China, acompañando una misión comercial que
había partido de Manila, y necesitaba un buen baño y un descanso, pero, soldado
al fin, siempre estaba dispuesto a cumplir con el deber.
-Buenos días, gracias por venir- les saludo
Salvador desde atrás de su escritorio
Todos respondieron con frases más o menos de
circunstancia y se interesaron por la nueva misión.
Ernesto los puso al tanto rápidamente, se
suponía que sería solo una misión de reconocimiento, para ver que había de
cierto en lo que informaba el agente que trabajaba en esa época.
-¿Y porque hay dudas de lo que informa el
agente? ¿No es empleado del ministerio acaso?- Pregunto Pacino
-Bueno, es un caso “especial” – acoto
Salvador – no es alguien que trabaje siempre para nosotros, si fuera periodista
diría que es un “free lance”-
Todos se miraron intrigados, incluso
Ernesto parecía no saber que decía Salvador; viendo las caras, este se explicó
algo.
-Son esas cosas que se transmiten de un
ministro a otro, de las cuales las explicaciones, a veces, se “desdibujan” con
el tiempo. El sujeto en cuestión, un tal “Jacinto” parece ser un independiente
que supo ayudar a don Pedro de Mendoza durante la fallida primera fundación de
Buenos Aires, y que desde entonces, de cuando en cuando, nos da alguna ayuda-
-…Se hace unos duros- aventuro Alonso
-No, aunque está en la nomina y ya lleva
unos cuantos Euros acumulados, nunca ha reclamado pago alguno. No lo conozco
personalmente pero se me ocurre que debe ser un personaje.- acoto- Bueno, sea
como sea, al no ser agente “oficial” hay cosas que nos dice, como estas, que
debemos corroborar antes de tomar cualquier decisión-
-Bueno ¿Y a donde hay que ir ahora?-
pregunto Alonso, que ya sabía de la escases de puertas que había en América y
las distancias que había que recorrer hasta el lugar de los hechos, desde la
puerta más cercana.
-No se preocupe- aclaro Salvador- esta vez
tenemos una puerta ahí mismo, en la ciudad de Córdoba-
-Pero, ¿no dijo que aun no ha sido
fundada?- interrogo Amelia, siempre atenta.
-Si….- suspiro-…eso es parte de lo que
deben averiguar, ahí hay algo que parece no cuadrar. La puerta es válida, se
encuentra correctamente catalogada- e indico con el puntero en la pantalla
gigante donde aparecía claramente indicada la puerta en cuestión:
“puerta 321, 1573 – 1816 // Córdoba de la
Nueva Andalucía, virreinatos del Perú / del Rio de la Plata”
-Por esto, a más de las otras cosas, es que
debemos ir a corroborar los dichos del tal “Jacinto”-
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Al cruzar la puerta lo primero que vieron
es que aparecían en el interior de un rancho bajo, más bien una tapera, en una
de cuyas esquinas había un hombre sentado en una de esas banquetas petizas que
obligan, al sentarse, a tener las rodillas a la altura de los hombros, que
dejaba caer agua en lo que ya sabían, a fuerza de andar por Argentina, que era
un mate.
Al verlos aparecer le dio un sorbo al mate,
lo dejo a un costado y se incorporo para saludarlos. El sujeto era cualquier
cosa menos impresionante, de estatura más bien modesta, para los tiempos
modernos, no más de 1,70 m. pelo negro, tez morena y ojos oscuros,
tranquilamente podía haber sido andaluz. No es de los que ganan por la
presencia, pensó Amelia.
-Güenas, ¿cómo andan?- saludo. Al
escucharle hablar les quedo claro que Salvador no se equivocaba al considerar
que sería un “personaje”, porque sin duda ese era Jacinto.
-El señor Jacinto, supongo- dijo Amelia
mientras le extendía la mano a modo de saludo.
-El mismo que pinta y canta. ¿y ute quien preciosura?-
le contesto, al tiempo que, con la mirada, hacia extensiva la pregunta a todos.
Ellos se presentaron.
Jacinto les estrecho la mano a los hombres
y, con una reverencia galante, que vista por un observador imparcial habría
resultado cómica, beso la mano de Amelia. Reparando especialmente en ella
acoto, al tiempo que hacia seña hacia la puerta por la que acababan de llegar.
-Ete no e lugar pa una chichizona tan güenasa,
vengan por favor- invito en “cordobé básico” con lo cual dejo a todos a medio
entender. Más aun cuando al pasar por la puerta que debía regresarlos al
ministerio, en vez de encontrarse en los pasillos del mismo lo hicieron en una
habitación amplia, agradablemente amueblada y decorada, sin lugar a dudas
perteneciente a una casa acomodada de la época de la colonia.
Sobre una mesa ratona había un samovar y
varias tasas de las cuales salía un agradable aroma a té recién hecho, lo que
se hacía apetecible en el fresco ambiente.
Todos tomaron una, se sentaron en los cómodos
sillones y escucharon al historia que les conto Jacinto.
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-
Palabra ma, palabra meno esa e
la hitoria – concluyo el relato en su enrevesada jerigonza- No e pa arma tanto
kilombo(1) che, el gaiego(2)
solo anda algo demorado, se habrá aquerenciado con alguna chichisona(3) o estará de caravana (4),
les dije a los del ministerio, cuando me preguntaro, que no hacía falta manda
una patrulla- dijo el Jacinto y mirando a Amelia agrego con vos de galán de
teleteatro- no sabía que la iba a manda a uste mamaza(5)-
-
Eso no lo decidimos nosotros-
aclaro Pacino algo molesto por el lance para con la compañera
-
¿Gallego?¿no es andaluz?-
inquirió Alonso
-
De este lado del rio de la
Plata los españoles son todos Gallegos , del otro son Canarios- indico Amelia,
siempre informada- tiene que ver con las corrientes migratorias del siglo XIX y
XX.-
-
Como sea- tercio Pacino-
¿quiere decir que don Jerónimo venia “bajando” desde Charcas, siguiendo órdenes
del Virrey Toledo, paso por Santiago del Estero y, en vez de seguir al sur para
llegar a las márgenes del Suquia a fines de Junio de 1573 y fundar Córdoba a
principios de Julio, como cuenta la historia, siguió viaje a no sabemos dónde e
ignoramos donde está ahora?-
-
Ta por ahí- indico el llamado
Jacinto, haciendo una seña circular con el brazo- dando vuelta buscando la
ciudad de los Cesares, pero ia se va a cansa de anda al cuete y va volve, no e
para preocupase che-
-
¿buscando la ciudad de los
Cesares?- pregunto Alonso que recordaba haber escuchado hablar de la famosa
ciudad de calles de oro, casas de plata con techos de amatista y fabulosas
riquezas cuya leyenda corrió por toda América durante la conquista y bastante
tiempo después.
-
Ese berso- asintió Jacinto
-
¿Cómo?-
-
Cosas que inventaron lo indio
pa sacase de encima a lo conquistadore-
-
Una vieja treta- hablo Amelia-
Uno de los motores de la colonización de América fue la búsqueda de tesoros fabulosos.
Muchos españoles y otros europeos que los acompañaron en su paso a las Indias
eran desheredados, hidalgos sin fortuna, segundones sin herencia, o simples
villanos sin una pulgada donde caerse muertos, que soñaban con hacerse ricos
aquí conquistando las fabulosas riquezas de las que escuchaban hablar en las
tabernas de los puertos. Los indios pronto aprendieron esto y que, ante la
imposibilidad de vencerlos en batalla, encenderles la codicia fabulando sobre
riquezas inmensas que siempre estaban a pocos días de marcha desde el lugar
donde estaban, era una buena manera de hacerlos seguir viaje dejándolos
tranquilos. o sea, de pasarle a otros el problema.-
-
Ma clarín(6)
échale agua- sentencio el Jacinto.
-
Bien – medito Pacino- ¿usted
dice entonces que don Jerónimo se cansara de buscar la ciudad de los Cesares,
regresara y fundara la ciudad sin problemas?-
-
Aja-
-
Entonces ¿Cuál es el problema?-
-
Que puede que no lo haga la
fecha debida, el 6 de Julio-
-
Sigo sin entender, a lo que veo
lo peor que puede pasar es que los cordobeses del futuro festejen su día en
otra fecha. ¡hasta capaz que les sea mejor! Supongo que en Agosto o Septiembre hará
menos frio que en Julio-
-
Bueno, si fuera solo eso…-
comenzó a aclarar Amelia. Siempre bien informada. Era la única que respetaba
meticulosamente el protocolo de trabajo y leía los informes antes de cada
misión- más importante que la fecha de fundación de la ciudad es que, después
de fundada volvió a partir, pero esta vez rumbo al este, en busca de un puerto
para esta ciudad. Eso lo llevo a cruzarse con don Juan de Garay, justo cuando
este estaba siendo atacado por los indios Timbues, que lo hubiesen acuchillado
si, proverbialmente, no aparecía Cabrera
con sus hombres- concluyo
-
¿Y?-
-
Si don Jerónimo no llega a
tiempo puede que no encuentre a Juan de Garay y este sea muerto-
-
¿y?-
-
Pues, que Buenos Aires no
volvería a ser fundada, por lo menos no por los Paraguayos de Asunción y toda
la historia de la región podría verse alterada- término de aclarar, ya al borde
de la desesperación.
-
Ahhh- se escucho el coro de
voces masculinas.
-
Pues, entonces habrá que salir
a buscarlo y hacerlo llegar a tiempo- sentencio pragmáticamente Alonso, al
tiempo que dejaba la taza de té en la mesa y enfilaba para la puerta.
-
No, no, espera che- lo detuvo
Jacinto con perentorio ademan al tiempo que lo apartaba y abriendo la puerta,
asomaba la nariz del otro lado.
No espió ni diez segundos que volvió a
meterse en el cuarto, serrando la puerta con cuidado de no hacer ruido.
-No podemos salir por ahí- dijo- vamos por
otro lado, e indicando la ventana salto por ella.
-¿Qué pasa?- pregunto Pacino algo
impaciente tomándolo por el codo
-La María esta en el pasillo- fue la
escueta respuesta.
-¿en el pasillo del ministerio?- pregunto
incrédulo Alonso
-¡y ¿Quién es la María esa?!- consulto
Pacino.
-Una morochona(7)
a la que le hice un favor- dijo el mestizo- y quedo locasa(8)
con un servidor- aclaro con un gesto de la mano desde la cabeza a los pies.
- ¡¿Se está escapando de una mujer?!-
pregunto incrédulo Alonso.
-¡quiere casorio che!, son todas iguales,
una egoísta, no bien uno les da algo e felicida te quieren corta la ala pa que
no ande haciendo feli a otra pobrecita…-
Alonso, sabiamente, contuvo a Amelia
tomándola fuertemente por el brazo.
Cuando saltaron la ventana se encontraron
en un patio interno lleno de naranjos en flor que inundaban el aire con un
perfumen embriagador, en una cálida noche de primavera. Corrieron entre las
filas de arboles, siguiendo a Jacinto hasta que llegaron al rio, que a esa
altura, en esa época del año, era un mero arroyuelo que se cruzo sin casi
mojarse los pies para llegar a una isla donde había una tapera en la cual entro
el mestizo, corriendo una lona que hacía las veces de puerta. Antes de cruzar
Alonso hecho una mirada atrás y vio las luces de la ciudad, a juzgar por lo que
veía, debía ser prospera, aunque pequeña. Una vez cruzada la misma, lejos de
encontrarse en el interior de la choza se hallaron en medio de un pastizal en
una clara pero helada noche de invierno.
Mientras preparaba un fueguito para
calentarse, viendo que los integrantes de la patrulla lo miraban inquisitoriamente
pregunto.
-¿y ahora que le pico?-
-¿Cómo llegamos aquí?-
-¿por la puerta?- a una pregunta tonta una
respuesta tonta
-¿Qué puerta?-
-Esa- dijo Jacinto indicando la lona que
colgaba de un piquillín(9) tras ellos- ¿o qué? ¿si
no e de madera pesada como la hacen utede no he puerta?-
Ante tamaña lógica nadie pudo decir nada,
antes bien empezaron a comprender claramente la misión que tenían por delante.
Notas (1) Lio grande, aquelarre. (2) Gallego. (3) Muchacha. (4)
Juerga, ir de fiesta en fiesta (5) Mujer hermosa. (6) Más “claro” échale agua.
(7) Mulata de curvas generosas (8) Loca de atar (9) árbol autóctono.
Parte 3 Ciudad de los Cesares
Con paciencia volvió a tomar las mediciones
y a anotar cuidadosamente la declinación y otras medidas sobre la carta de
navegación, cual marino de tierra adentro.
A cientos de kilómetros de cualquier costa,
rehízo los cálculos y los cotejo con los anteriores, todo indicaba que el rumbo
era correcto, la ciudad de los Cesares debía estar unas leguas más adelante,
pero ¿Cuántas?. Según el indio ese que se les había unido casi al comienzo de
las sierras, al que encontraron siguiendo la sugerencia que les hiciera el
mestizo que los fue a ver en Santiago del Estero, justo antes de salir para el
valle de Salta haciéndoles cambiar el rumbo al sur, no debería faltar mucho….y
sin embargo…¡cuántas leguas llevaban recorridas en pos de esa bendita ciudad!.
Medito nuevamente sobre esa extraña charla
que había tenido en los establos, tras el rancho en que tenía su cede la gobernación.
Sabía que debía andar con cuidado, que el nuevo virrey no le tenía estima, que debía
moverse con pie de plomo para no darle lugar a que tuviera una queja directa
contra él. Y sin embargo…era como que el diablo le hubiera movido la lengua al
mestizo, para hacerle decir lo que el tanto ansiaba oír, la ubicación de la
ansiada ciudad de los Cesares.
- E asi como te digo gaiego. Io e etado
ahí-
- ¡que no soy gallego!¡soy andaluz!-
- eh lo mismo cara e estatua. No te
sulfúrei(10) al vicio que se te va a subí la
presión- le contesto el mestizo con una tal falta de respeto que lo hacía
merecedor del cadalso.
- teni que enfila pa el sur hasta bien
entrada las sierras, hata alcanza el primero de lo rio, pero ojo, no te vua(11) a pasa
de largo, mira que en invierno no llueve y puede que lo confundai con un
arroito(12)- le aclaro.
- a parte, por si no te dai cuenta por la
temperatura, aca etamo(13) del otro lado e la raia(14) y Junio e pleno invierno, no e verano como en tu
casa. ¿entendi?, y por aca en invierno no llueve ni ahí(15),
asi que pode i(16) sin paragua no ma-
Solo el recuerdo de su santa madre y la
posibilidad de que la historia fuera cierta, mantenían vivo al tipejo ese.
-Bue, cuando llegue al riazo(17) ese, para y fúndate una ciuda, pa tene donde junta la
guita que va a trae de lo cesare. ¿Me entendí?-
-
Señor, el caminaga ese que nos acompaña quiere mostrarle algo, dice que es
importante- interrumpió sus recuerdos un soldado.
Se levanto algo a desgano y fue a ver que
se trataba.
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El cacique Caminaga, jefe y chaman de su
tribu, aun se preguntaba que hacia ahí, tan al sur. Le debía varios favores al
mestizo ese que se hacía llamar Jacinto, por eso había aceptado dejar a su
gente justo en víspera de un combate con los intrusos que venían del
norte…¡para hacer de guía del principal de ellos!
Pero ya era basta, el trato había sido
llevarlos hasta el Suquia y el había cumplido. Pero el barbudo enlatado(18) no lo quería dejar ir, estaba emperrado en
seguir hasta encontrar la ciudad de los cesares. ¿vaya a saber uno con que lo
habría engatusado el mestizo, para meterle tanto animo al extranjero? Pero ya
era suficiente, el se largaba esa misma noche.
Decididamente camino hacia unos mistoles(19) que había tras una loma cercana e instalo su
magia. Trabajo un buen par de horas, porque no podía recurrir a brebajes ni
nada parecido, como hacia normalmente con su gente, para que todo pareciera
real a los ojos del español. Estos tipos con su Dios muy presente veían obras
del diablo en todo lo que no entendieran, lo cual no sería tan malo si no
estuvieran armados..pero lo estaban.
Una
vez terminado el trabajo se sentó a repensar los detalles, mientras caía el sol
y minutos antes de que este tocara el horizonte mando llamar a don Jerónimo. El
juego de luces del atardecer era esencial para el engaño.
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Cuando Jerónimo llego a la sima donde lo
requerían estaba de mal humor, ya habían cruzado no uno sino cuatro ríos y
acababan de divisar un quinto sin que apareciera nada. Si en un par de jornadas
no encontraban otra cosa deberían regresar, porque las provisiones se agostaban
y la tierra que se adivinaba más allá del quinto no prometía sustento seguro.
Ahí estaba el taimado ese de Caminiaga,
siempre con su porte misterioso, mescla de cacique y brujo, esperándolo con su
cara indescifrable.
Con un gesto parco el indio le pidió que se
acercara y le indico que mirara tras la lona que colgaba entre los mistoles(19), justo hacia donde nacía el desierto, esa
inmensa extensión que nace paulatinamente al sur del rio quinto y se extiende
hacia el oeste hasta los andes y hacia el sur hasta el fin del mundo.
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-¿Qué hiciste qué?, ¿tai loco vo? ¿Cómo te
va a manda semejante mocazononon(20) chino pavo?-
-¿y que querí que hiciera? Lo gaiego eso
etan loco con el oro, ¿Qué donde esta el oro? ¿la plata? ¿la piedra preciosa?
Todo el día lo mismo, así que le mostre lo que querían ve y me vine, no e pa
tanto che. A parte, el que le dio manija con eso de lo cesare fuiste vo che-
-Si pero fue pa terminar de decidirlo a
segui pal su, a funda Córdoba. Ahí lo tenía que deja che, no era tan difícil el
favo(21)-
-Pa vo que te quedaste aca, pero io tuve
que i con ello, y todo el día atra con
segui y segui y segui…¿no se cansan nunca lo coso eto chei, son capace de
camina medio mundo cuando se le mete algo en la cabeza-
-bue, el moco(22)
ia eta hecho. Ahora tenemo que ve como hacemo pa que de la vuelta-
-No te preocupei cara e chupete e brea(23), lo que le mostre eta tra el desierto y no tiene morfi(24) ni pa do dia, tiene que volve si o si-
- Si, pero ahora no va a queri para, va
pasa de largo pa Charcas a arma otra expedición mejo para busca la ciuda de lo
cesare y no va para pa funda Córdoba…a no se que…-
-…¿Qué que?...-
- Nada, ia se me ocurrió que hace, pero lo
mismo voy a tene que informa a la oficina e los gaitas(25),
no sea cosa que pase algo y me quieran tira el kilombo a mi-
Notas: (10) “no te sulfures”, ”no te enojes”. (11) vayas (2
singular verbo ir). (12) Arroyito, rio pequeño, hace alusión a que, durante el
invierno, al ser temporada de seca, el rio trae muy poco agua. (13) estamos.
(14) raya, en alusión al Ecuador. (15) nada, “ni si quiera eso”. (16) ir. (17)
rio grande, en este caso en sentido peyorativo refiriéndose al escaso caudal
del rio en invierno y primavera. (18) Jerónimo Luis de Cabrera con coraza (19)
árbol autóctono (20) “metida de pata”, erro importante. (21) favor. (22) error.
(23) modismo apelativo generalmente cariñoso, la provincia se caracteriza por
la facilidad de muchos de sus habitantes para poner sobrenombres a otras
personas destacando de forma generalmente graciosa una característica
particular, en este caso hace referencia a una persona de tés oscura y
facciones estrechas (imagine un chupete o mordisco para bebe, pero hecho con
brea, ahí tiene la descripción que el indio da de la cara del mestizo).(24)
Comida. (25) Gallegos, refiriéndose a las oficinas del MDT. Este aviso es el
que da pie a esta fan fic.
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-¿Cómo que no sabe dónde encontrar al
adelantado?- Pregunto Amelia
-Y si, caminiaga me dijo que ia va a volve,
se lo dije al Salvador, pero ese hombre siempre se preocupa de ma- concluyo
Jacinto amuchándose junto al fuego para pasar la noche.
-Pues, si no se puede hacer nada déjenos
volver- insistió Amelia- ya que aquí no tenemos nada que hacer…-
-Hoy ia no se puede ma, mañana veremo-
-¿Cómo que no se puede más? ¿Qué significa
eso?- pero el Jacinto no contesto, aparentemente ya se había dormido. Alonso
quiso sacar la espada para incentivarlo a hablar, pero Amelia lo contuvo
-No somos conquistadores- le reconvino
- No tiene nada que ver- protesto el
soldado- este tipo nos está tomando por tontos-
-Así es Alonso- tercio Pacino- pero
coincido con Amelia, esperemos a ver que nos trae el día de mañana- y se busco
un lugar cerca del fuego para acomodarse también. Los otros lo imitaron.
Con los ojos entrecerrados el mestizo sonrió
satisfecho, había ganado unas horas, las que necesitaba para ejecutar su plan,
que ahora, con la llegada de la patrulla, esperaba fuera más factible. Si salía
bien todo estaría en su lugar y acá nada habría pasado.
A la
mañana siguiente al despertarse, ya con el sol alto y aun con escarcha sobre
los abrigos, vieron que el Jacinto ya no estaba. Los habían abandonado en medio
de vaya a saber donde sin saber cómo volver al ministerio.
Pacino saco su teléfono inteligente.
-No te gastes, no hay señal, ya lo
comprobé. Estas tierras aun no tienen asentamiento español- Dijo Amelia.
-Si, yo también los comprobé- aclaro
Pacino- lo que quiero hacer es consultar la versión que descargue del Mistipedia-
-¿Qué?-
-Mistipedia, como un Wiquipedia pero del
ministerio - y levantando los ojos aclaro, ante la mirada de duda de los otros-
¿y qué? Nunca fui un buen alumno, siempre estudie los resúmenes y nada más-
-Está bien compañero, nadie ha dicho nada.
¿y que buscas ahí?- Pregunto Alonso
-Cuál es el asentamiento español más
cercano. Si tenemos que comunicarnos con el Ministerio esa será la mejor
opción-
-Inteligente- fue todo lo que dijo Amelia,
que siempre había estudiado para saber y ser la mejor, nunca para aprobar únicamente.
------------
-
¿y qué hacemos? – pregunto
Amelia
-
Pues, caminar, no tenemos
otra.- confirmo desalentado Pacino, luego de volver consultar, por 3 vez el
Mistipedia que seguía diciéndole que no había poblado español alguno en menos
de 400 km a la redonda- O sentarnos aquí a esperar que funden Córdoba –
concluyo
-
Pues, a buen paso eso nos puede
llevar unos 10 a 15 días, no más- asevero Alonso, que en su vida de soldado
había caminado alguna vez distancias similares
Con Pacino desplegaron los mapas que
llevaban y trazaron una ruta posible. Las primeras etapas podrían ser más
largas, el clima y la geografía lo permitirían, pero luego la cosa se ponía
fea, pasarían cerca de las salinas grandes, donde presumiblemente no
encontrarían sustento y todavía estarían a unos 90 km de Santiago del Estero,
que era el poblado más cercano. No era un viaje que se presentara agradable
Aun así se podía hacer, de hecho la gente
de la época lo haría normalmente. Si no tenían problemas con los naturales
seria solo cuestión de paciencia y perseverancia.
La duda era como se comportarían los
naturales, dos hombres y una mujer, solos, nada podrían hacer si eran atacados.
Y eso fue lo que paso.
De pronto escucharon algarabía cerca de la
costa. Sobre saltados Alonso y Pacino levantaron la vista del mapa y
sorprendidos descubrieron que faltaba Amelia.
Unas palabras de hombres, como maldiciones,
en un idioma extraño y gritos de mujer los pusieron en situación rápidamente.
A la carrera, espadas en mano, Alonso y
Pacino cruzaron el escaso cause del rio, corriendo tras el grupo que se llevaba
a Amelia secuestrada.
A los tropezones treparon por la escarpada
orilla para, al llegar arriba, comprobar que no había nadie. Habían
desaparecido todos, como si se los hubiese tragado la tierra.
-¡Coños! ¿Donde se han metido?-
-Amelia!!!- llamaron en vano.
----------------------
La habían sorprendido cuando,
pudorosamente, se había retirado tras unos pajonales de la costa a hacer sus
necesidades fisiológicas a cubierto de la vista de sus compañeros.
Los atacantes fueron 5 hombres, de tez
olivácea y barba, tranquilamente podrían haber pasado por andaluces, pero no lo
eran, su vestimenta y habla los identificaban como naturales de la zona.
Los habían estado observando, obviamente, y
aprovecharon la oportunidad que ella, tontamente, les había dado con sus
pudores al alejarse de los otros.
Sin ninguna contemplación uno de ellos la
agarro por los pelos, sin darle tiempo a poner las ropas en su lugar, y se la
había cargado al hombro como si fuera un saco de papas.
Pasada la sorpresa se defendió con uñas y
dientes, las espalda del que la cargo darían cuenta de ello por bastante
tiempo, pero no fue suficiente, el tipo soltó algo así como una maldición, pero
a ella la mantuvo firme mientras otro de los compañeros, sin ningún miramiento
por su condición de mujer, le descargaba un fuerte golpe de puño que la dejaba
fuera de combate.
Arriba de unos sauces alguien que observaba
la escena dejo escapar un resoplido apagado como si hubiese sido él quien
hubiera recibido el golpe – Pobre – se dijo a sí mismo, pero entendía que la
mujer no había dejado otra opción, solo esperaba que no la hubiesen lastimado.
Cuando el grupo se alejo bajo del árbol y
se puso en marcha. La primera parte del plan estaba concluido.
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Cuando despertó estaba atada de manos bajo
un cobertizo de cueros, junto a otras mujeres que la miraban con curiosidad.
El piso era de piedra cubierto con paja y
algunos cueros para hacerlo más confortable. Las paredes, por lo menos hasta la
mitad, también parecían ser piedras grandes y desde allí hasta el techo piedras
más chicas amontonadas a modo de pircas (26) . El
techo era una enramada. La impresión era de estar en una cueva techada.
¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? De apoco
fue recordando, no podía creer lo que vivía, pero el dolor que aun le duraba en
la mandíbula no le dejaba lugar a duda.
Al querer levantarse una de las mujeres que
estaba cerca le puso una mano en el hombro y, con una sonrisa amable le indico
algo en su idioma. Aunque no entendió lo que dijo si entendió el gesto que le
indicaba que descansara. De todos modos, como pudo, se incorporo y se sentó
apoyada contra una pared.
De a poco las mujeres dejaron de lado lo
que estaban haciendo y se le fueron acercando. Se formo así un corrillo en
torno a ella, obviamente era la atracción del momento. Sus ropas y su pelo
llamaban la atención particularmente, ávidas manos las tocaban sorprendidas y
animados comentarios surgían sobre las sensaciones que esto causaba.
De pronto se abrió el cuero que hacía las
veces de puerta apareciendo en la entrada una figura masculina. La pulla
general dejo a las claras que la presencia de un hombre no era correcta en ese
lugar. El hombre les dijo algo en voz fuerte, como dando a entender que se
callaran, pero ellas no lo hicieron…todo esto en un ambiente exentó de tensión,
como que fuera una “pelea” social, de convivencia.
Como sea, el hombre se le acerco, la tomo
de las manos, con suave firmeza y la saco de allí.
Unas sonrisas picaras y cuchicheos en voz
baja acompañaron su salida, sobre todo entre las más jóvenes.
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-¿Cómo puede haber desaparecido así?- se
preguntaba a si mismo Pacino sin ánimo de respuesta.
-… Se seguir rastros pero no soy baqueano y
ninguno de los dos conoce la zona…- aventuro Alonso a modo de justificación
Se quedaron varios minutos sin saber qué
hacer
-
Vamos, no perdamos más tiempo-
dijo Pacino de pronto
-
¿A dónde?-
-
A Santiago del Estero. Si hemos
de encontrar a Amelia necesitaremos ayuda del ministerio y tenemos que ponernos
en contacto con ellos-
Alonso no estaba muy convencido de la idea,
pero no se le ocurrió ninguna alternativa viable, así que se puso en marcha
junto a Pacino.
Al no haber caminos tuvieron que trazar un
rumbo y seguirlo a campo traviesa. Tan solo encendían uno de los celulares cuando
alcanzaban un hito previamente marcado, comprobaban la dirección con la brújula
(obviamente no era posible usar el GPS) marcaban el próximo punto a alcanzar,
por ejemplo un determinado pico de las sierras, apagaban el celular y seguían
caminando hacia allí hasta alcanzarlo para luego volver a repetir las tareas.
Era engorroso, pero economizaba batería. Lo peor que les podía pasara era
llegar a Santiago sin baterías.
Cerca del medio día llegaron a la
confluencia de un par de arroyos y decidieron hacer una pausa, la caminata a
través del campo no resultaba tan sencilla como habían previsto.
Mientras comían algo, ensimismados por el
cariz que iba tomando la misión y las peripecias que se adivinaba tendrían que
pasar para llegar a pie hasta su destino, escucharon un ruido extraño que los
sobre salto.
Gente entrenada automáticamente se ocultaron
tras unos pajonales y, espada en mano, avanzaron hacia el lugar de donde
provenían los sonidos.
Con profunda sorpresa descubrieron un par
de caballos abrevando en uno de los arroyos. Se miraron incrédulos, parecía que
la suerte les daba una mano. Con cautela se acercaron a los animales, que los miraron con atención
pero sin temor.
-Espera- le dijo Alonso a Pacino, mientras
lo tomaba del brazo haciéndole notar la actitud de los animales- aquí hay algo
raro, están muy tranquilos, estos caballos están acostumbrados a los hombres-
No les hizo falta esperar mucho para
descifrar el misterio.
Sendas espadas, apoyadas en las costillas,
lo pusieron de cara a la realidad
-¿Quiénes sois?- pregunto una voz firme a
sus espaldas
Con las manos en alto, lentamente, giraron
para ver a quienes los habían sorprendido.
Tres soldados de fiera mirada los tenían
apuntados, uno de ellos con un arcabuz preparado para disparar.
-¡Identificaos!- ordeno el mismo hombre
-Alonso de Entrerrios, capitán de tercios-
Contesto Alonso cuadrándose en el acto- y mi ayudante- concluyo indicando a
Pacino que se había quedado boquiabierto.
-¿y que hacéis por aquí?¿como habéis
llegado?- pregunto el del arcabuz haciendo indicaciones con el arma
-Aparta eso compañero- dijo Alonso,
corriendo suavemente el cañón del arma y luego dirigiéndose al que había
hablado primero que era un furriel, según se veía por sus insignias.- Hemos
llegado caminando y estamos buscando a la mujer que venía con nosotros y ha
sido capturada por los indios-
-¿caminando? ¿de dónde?-
-Desde el Paraná – intervino Pacino, y,
viendo la cara del otro agrego- Señor-
-Llegamos en un buque Flamenco que subía
hacia Asunción y nos dejo cerca del antiguo fuerte de Gaboto (27)
. Íbamos hacia Charcas- aclaro Alonso con autoridad- cuando fuimos sorprendidos
por los salvajes que aprovecharon un descuido para raptar a la dama-
-¡Diablos!- dejo escapar una maldición el
soldado que aun no había hablado.
El furriel, no muy convencido pero más
tranquilo hizo una seña al arcabucero para que bajara el arma y los invito a
acompañarlos. Los siguieron hasta lo alto de una loma cercana, tras la cual
estaba acampada la patrulla, unos 20 hombres bien armados.
Notas: (26) paredes hechas con piedras apiladas de modo de formar
un muro. (27) Fuerte de Sancti Spíritu cerca de la desembocadura del Carcarañá
en el Paraná. Abandonada para la época.
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Al ingresar al lugar donde la llevaron pudo
ver que había un hombre mayor sentado en una piedra cubierta por un cuero. A su
lado, en el suelo, había una mujer que parecía europea, aunque ataviada como
las demás.
El hombre hizo una seña al que la traía y
este, asintiendo, se retiro discretamente, dejándola sola con la pareja. Luego
se dirigió a la mujer a su lado, le dijo algo que no entendió y la mujer
asintiendo a su vez, hablo, en correcto español.
-Dice el jefe (que es enviado del cacique
Sal), que espera esté bien y se encuentre a gusto entre nosotros-
Amelia la miro asombrada y ansiosa
-Di algo- le susurro la mujer
-No sé qué decir- dijo ella y la mujer
tradujo para los oídos del hombre.
Por la cantidad de palabras que utilizo y
los gestos de aceptación que hizo el hombre, comprendió que no la estaba
traduciendo si no que le estaba diciendo lo que convenía que escuchara. Una vez
concluyera el hombre volvió a hablar y ella a traducir.
De esta manera conversaron unos minutos,
durante los cuales tuvo que explicar quién era y de donde venia y escuchar las
sencillas reglas que se le imponía cumpliera. Luego, como considerando que ya
había dedicado demasiado tiempo a un asunto de escasa importancia, el hombre se
levanto y se fue, no sin antes ordenarle algo a la mujer.
Cuando se quedaron solas Amelia no pudo
aguantar más la intriga y pregunto
-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?-
-Tranquila Amelia, tenemos tiempo, no
volverá por un buen rato y podemos conversar tranquilas. Me llamo Lucia, o así
me llamaba antes, ahora tengo otro nombre que no viene al caso, pero él me dice
“petunia”.- indico con una sonrisa hacia el lugar por el cual el hombre había
salido.
-Encantada de conocerte Lucia- saludo
Amelia cortes, sin interrumpir casi, para escuchar la historia de la otra.
Se entero así que había nacido en la zona
de Ponte Vedra (gallega de pura cepa). Ya moza había pasado a las indias, como
tantas otras desheredadas hijas de pastores pobres y había terminado siendo
vecina de Santiago del Estero. Que ahi la habían raptado unos Sanavirones que
eran otros indios de más al norte, mientras apacentaba unas cabras lejos del
pueblo. Con ellos no la había pasado bien, pero por suerte un buen día se había
encontrado con que la habían entregado a la tribu Comechingón en la que estaban
ahora, como parte de pago por el rescate de un guerrero que había quedado
prisionero, cuya mujer, hija de uno de los jefes, no lo dejaba de añorar.
Para su suerte el cambio había sido
positivo, se había amancebado con uno de los principales de la tribu y le había
dado un hijo y una hija, por lo que el hombre estaba muy contento y la atendía
bien….ella le correspondía ayudándole en todo lo que estuviera a su alcance
cocinándole los alimentos, reparándole las prendas, manteniendo confortable la
vivienda, criando los hijos….
-Esas cosas. Tu sabes- Amelia asintió, para
no ofenderla, aunque por dentro ardía ante tanta sumisión a un hombre.
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El capitán del grupo los escucho
atentamente y, luego de quedar convencido con la historia ordeno los liberen y
los invito a compartir la mesa que tenia servida ante él.
A la tarde, luego de una breve sobremesa,
los envío al campamento general, unos kilómetros más al sur, acompañado por 3
hombres, mientras el grupo se ponía en movimiento hacia el norte.
El nuevo campamento era bastante más
grande, tenía carretas y carros y había mujeres junto con los hombres.
Una vez llegaron los llevaron ante una
carpa principal, donde esperaron a que los atendiera quien estaba en ella.
-¡Pardiez!- escucharon maldecir a una voz
potente en el interior de ella- ¡Como puede suceder semejante ignominia. ¡Mis
armas! ¡No demoréis!-
Y una figura alta desgravada de quijotesca
estampa salió seguida de un par de hombres, mientras se sujetaba el cinto con
la espada a la cintura.
-Pasad señores, pasad y contadme vuestra
desventura-
No se hicieron repetir la invitación.
-Hablad, hablad por Dios, no os quedéis
callados- Insto el hombre
-Pues, señor, como usted sabrá, el capitán
del Virgen de los Mares, en carrera desde Cádiz a Asunción, acepto acomodarnos
entre sus pasajeros…- comento Alonso ante los ojos azorados de Pacino que no
sabía de dónde sacaba el soldado, normalmente tan parco, aquella historia tan
fantástica.
-¿El capitán del Virgen de los Mares? ¿un
tal Pedro?- pregunto el interlocutor- ¿y qué cuenta de su vida el viejo lobo?,
me imagino que os habrá cansado con sus historias-
-¿Le conocéis señor?-
-No estoy muy seguro de si hablamos del
mismo hombre, pero creo que se llamaba así. No es una cosa que este en contacto
con muchos marinos…normalmente vivo a cientos de legua de cualquier costa
conocida- comento disculpándose de alguna manera.
-Pues, el hombre que comento es de buena
conversación, si señor…- continúo Alonso. Aunque no era hombre de mucha fe
Pacino empezó a rezar, ¿Cuánto pasaría hasta que Alonso se descubriera en la
fantochada y fueran presos?
Pero nada de eso paso. Antes bien pareció
que el jefe le había ido tomando aprecio a Alonso invitándolo a cabalgar a su
lado en la próxima expedición que realizarían para recuperar a la cautiva.
Al escuchar el asombro de Pacino llego a
límites insospechados por eso, ni bien lo tuvo a tiro mientras el hidalgo
español firmaba unos papeles que le habían traído, a parto a Alonso
discretamente y le reconvino
-No exageres amigos, te vas a pisar y se va
a descubrir la fachada-
-¿Qué fachada?- pregunto intrigado el
soldado
-Esa que te has inventado del barco y el
capitán. Esta muy buena pero el andaluz conoce a la gente que mencionas-
-Ahhh, si. Pues yo también-
-¿Cómo?-
-Pues sí. La tabernas de Amberes rejuntan
gente de todos lados y ahí conocí al viejo Pedro, todo un personaje el marino.
No te preocupes- y salió tras el español que ya se iba
Este al salir de la carpa, mientras
entregaba los papeles que le había traído, le dijo al notario
-Veis señor notario a que me refiero con la
necesidad de fundar una ciudad por estos lares-
-Sí señor, pero el virrey os ha pedido otra
cosa- discrepó humildemente
-¿Qué saben los señoritos esos recién llegados
de Madrid de lo que es vivir en estas tierras?. Vaya uno a saber cuántas otras
pobres cristianas estarán sufriendo aventuras similares. A demás, estas gentes
son prueba de lo que os decía, es mucho más fácil alcanzar los reinos del Perú
por aquí que por el mar Pacifico-
-Señor, por favor, no repitáis eso en voz
alta- rogo el notario, que le tenía estima- sabéis que los celos comerciales
son peores que los de mujer despechada-
-Jajaja- rio de buena gana- tendrán que
aprender, cual dama, que son los hombres de acaballo los que escriben la
historia no los chupa tintas, con disculpa- aclaro dirigiéndole un guiño al
notario que podía sentirse aludido- sentados tras los escritorios de la
capital.-
-Señor, me temo que os engañáis, no os
olvidéis que son las mujeres las que mueven el mundo ¿o si no porque os ponéis
en camino hacia una aventura que hace un par de horas ni siquiera imaginabais?-
No contesto, aunque no lo admitiera en público
sabia que el notario tenía razón.
-Vamos caballeros- ordeno más que pidió el
hombre, ya armado y montado en su caballo.
Ellos los siguieron, cada uno en su
montura.
Durante el camino Pacino comenzó a conversar
con el jinete que iba a su lado
-…y decidme Señor. ¿Quién es el capitán con
el que tenemos el gusto de cabalgar?-
-¿Cómo? ¿No lo sabéis? ¿No os lo ha dicho?
Disculpadle, el gobernador a veces es así, esta tan ocupado con sus cosas que
se olvida hasta de presentarse. Señor, ese que cabalga al frente de la tropa es
el excelentísimo gobernador del Tucumán, don Jerónimo Luis de Cabrera y Toledo,
natural de Sevilla-
-------------
Parte 7 Negociaciones
Por más que su orgullo le revelara, no tuvo
más alternativa que hacer lo que le pedían.
Todo ese día la paso trabajando, como cualquiera de las
mujeres de la aldea. Junto leña, busco agua, ayudo a limpiar una casa, colaboro
en la cocina, cuido chicos…al llegar la tarde, antes de caer el sol cayo
dormida presa de un cansancio como no recordaba haber tenido nunca.
Como en medio de un sueño escucho jadeos y
sintió un aliento firme cerca de su cara, pero estaba tan cansada que no pudo
responder, vivió todo aquello como algo lejano.
A la mañana siguiente alguien le sacudió
firmemente despertándola con pocas consideraciones, al tiempo que le decía unas
palabras que no entendía, pero cuyo tono comprendía claramente. Había que
levantarse a preparar la comida de la mañana.
A tontas salió de la casa, a fuera el frio
era intenso, el cielo, aun oscuro mostraba esa luminosidad previa al amanecer,
todavía faltaba un buen tiempo para que saliera el sol, sin embargo el pueblo
ya estaba en actividad.
A medio camino se encontró con Lucia, que
la saludo con una sonrisa picara
-¿Cómo esta Amelia?-
-No sé, la verdad no lo sé- dijo en voz
baja mientras se tocaba todo el cuerpo, no había parte que no le doliera,
incluso la entre pierna. Al tocarse la zona, como si recordara algo pasado, su
cara se transformo en un gesto de pánico. Lucia, comprendiendo inmediatamente
la tranquilizo.
-No te preocupes, no fue con tigo, estabas
tan dormida que se fue- y rio por lo bajo, mientras comenzaba a soplar para
avivar las brazas de la noche anterior.
Más tranquila pudo advertir que el
movimiento era anormal, los hombres estaban juntando armas.
-¿Qué pasa?- pregunto intrigada
-¿Qué sabemos las mujeres de las cosas de
los hombres?- contesto la otra, pero viendo la cara compungida de Amelia
continuo- puede ser una partida de caza…aunque anoche escuche a algunas chicas
que comentaban que se habían visto hombres de a caballo unos kilómetros al
norte-
-¿Españoles?¿la estarían buscando? Una luz
de esperanza le alegro el rostro.
--------
-¿y qué tal?- le pregunto uno de los
hombres a su compañero mientras acomodaba las armas
-Nada, no sé porque arman tanto lio con esa chichise-
contesto el otro- estaba tan dormida que ni se despertó- comento con
desilusión- así que jui con la hembra de al lado, esa e de la nuestra, puro
fuego-
-Pero esta güenaza ¿o no?-
-Ni ahí, ¿la hai visto bien?, ni nonos(28) tiene-
-Sí, mucha carne no tiene ni ahí le llega a
la Petu – acepto el otro pícaramente riendo los dos pues la “Petunia” era
pulposa, más bien entradita en carnes, entre ellos, sin que la Petunia los
escuchara, porque eso sería peligroso, le llamaban “parrilla chica”(29).
Para el gusto de esos hombres Amelia resultaba flacuchenta y diminuta.- Pero,
bueno, una mano no se le niega a nadie- concluyo
-Seguro che, pero se va a tene que paga un
buen asadaso(30) por ma amigo que seamo eto no e
grati-
Y todos rieron haciendo chanzas entre ellos
y sobre lo que iban a ganar por tener a la cautiva que les habían traído para
cuidar.
---------------------
Al caer la tarde habían recorrido un buen
camino, por lo que decidieron hacer un alto para pasar la noche, prepararon una
fuego grande, donde colocaron unas piezas de carne de caza que habían cobrado
en el camino y prepararon la carpa para el gobernador, la tropa, como de
costumbre, pasaría la noche al sereno, por lo que los soldados, como pudieron
armaron vivacs donde pernotar. Muchos habían adoptado la costumbre de usar
poncho, esa prenda andina tan útil para la intemperie y eso les ayudaba
grandemente.
Luego
de comer se distribuyeron las guardias y los que no tuvieron que hacer los
primeros turnos, se retiraron a descansar.
-¿Qué piensas?- Le pregunto Pacino a
Alonso, mientras se acomodaba como podía para no pasar tanto frio.
-El gobernador dice que, cuando venían para
acá, vieron una tribu comechingona con la que hicieron algunos trueques-
comento Alonso, cómodamente arropado con un poncho que había conseguido de uno
de los soldados a cambio de alguna chuchería- el supone que, si no la tienen
ellos, seguramente sabrán quien la tiene. Están a unas pocas leguas de aquí,
mañana los encontraremos-
Un llamado a silencio les hizo terminar la
conversación.
En la mañana el gobernador estuvo de pie
antes que la tropa, por lo que no tuvieron mucho tiempo que perder.
Los de a caballo montaron prontamente y los
de a pie les siguieron.
Luego de un par de horas, caminando por una
cañada, encontraron un indio que parecía estar esperándolos.
Un cabo se adelanto a hablar con él, lo
hizo durante unos minutos en los cuales mediante señas y palabras quedo claro
que tanto los españoles como los indios estaban preparados para no entenderse,
pero que era mejor para ambos hacerlo.
El cabo regreso y le comunico al gobernador
lo que le indio le había dicho
-Hijo de puta- dejo escapar luego de
escucharlo- Estos indios son peores que genoveses(31) –
Pacino se quedo en ascuas ¿de que la iban
los genoveses en esto?. Alonso, que sabía de que se trataba pues conocía bien a
los itálicos de su época, se sonrió.
-Bueno, habrá que ir a negociar- dijo
resignado y se puso en camino seguido por un par de hombres.
Al ver esto un par de indios se pusieron a
la par del que le hacía de interlocutor, no era cosa de parecer menos.
-¿Qué queréis por la cristiana?- pregunto
el gobernador cuando estuvo al alcance del indio
-Ia le he dicho al lenguara ese que
mandaste che. ¿no ai entendido?- contesto este con un poco molesto por tener
que repetir lo dicho.
-No os abuséis señor o tendré que haceros
entrar en razón-
-¿vo y cuanto ma?- pregunto desafiante,
mientras una buena tropa de indios aparecía a ambos lados de la cañada,
rodeando las tropas hispanas.
Pacino y Alonso se miraron con alguna
preocupación, al igual que el resto de los soldados que se prepararon para la
inminente batalla.
Pero la sangre no llego al rio,
sosegadamente y sopesando los costos de la bravuconada el gobernador ordeno
bajar las armas
-Bueno- acepto- pero también me entregareis
a la otra cristiana-
-No eso no va a pode se gaiego-
-¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué os lo impide?-
pregunto bastante molesto
-Eia che, no quiere volve, se quiere queda
con un servidor que la atiende como e debido- dijo el indio pavoneándose, ante
las risas de los de su bando
-¡que lo diga la dama señor!- pidió
Jerónimo- y no soy gallego, soy andaluz so bruto-
-E lo mismo che gaita-
-¡Que no lo es!-
-Ta bien, no te calentéis que te hace mal
“arcabuz”- contesto el indio y Jerónimo llevo la mano al pomo de su espada
-No os molestéis por esa nadería señor,
estos indios son incapaces de pronunciar correctamente nuestra lengua- le dijo
el cura que lo acompañaba, refiriéndose al equívoco del indígena al pronunciar
el gentilicio “andaluz”, calmando los ánimos- lo importante es rescatar a las
cristianas con el menor gasto-
Pasado esto los españoles dieron vuelta y
desensillaron con los suyos, dispuestos a esperar regresaran los indios que
habían ido a buscar a las mujeres.
Notas: (28) pechos. (29) Parrilla Chica, le sobra carne por todos
lados (30) asado (barbacoa) de grandes proporciones. (31) famosos en la época
por su tendencia a la usura
Parte 8 Fundación
-Petunia, te ei dicho que vengai- le dijo
algo enojado ante la negativa de ella
-Y yo que no voy- se empaco la mujer
-Pero si, mi mamaza, teni que veni a habla
con el gaita o se vamo a tene que agarra a lo boio con ello- le rogo el hombre
con un tono zalamero
-Pero yo no vuelvo- se quejo ella- yo me
quedo acá con usted mi cacique, dijo ella remolonamente haciendo una caída de
ojos que termino de desarmar al hombre
-Seguro mamita, vo te quedai con papa- la
calmo él mientras dificultosamente la rodeaba entre sus brazos
Ya en camino Amelia se retraso lo que pudo
para hablar con Lucia
-¿Cómo que no vuelves? ¿Acaso te gusta esta
vida de sierva?- Pregunto Amelia aun dolorida por el trabajo que había tenido
que hacer en la aldea.
-¿Sierva?, como se ve que no sabéis lo que
fue mi vida en Santiago con el bruto del Manolo. Eso era servidumbre- dijo
enojada, y luego agrego- el indio por lo menos sabe como complacerme- y no dijo
más nada. Amelia no salía de su asombro.
Llegados al lugar y a pedido del
gobernador, las cautivas conversaron a solas con él. Al cabo de unos minutos
Lucia volvió con los indios, ante la mirada escandalizada del cura que no podía
comprender que una cristiana pudiera preferir vivir entre salvajes idolatras.
-No protestéis padre, bastantes almas
tenéis para salvar entre nosotros- le dijo el gobernador, ya montado y pronto a
iniciar el regreso al lugar donde había quedado el grueso de la gente, donde ya
tenía decidido fundar la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía.
Durante la cabalgata Alonso, que había
generado una buena relación con él le hizo le pregunto
-Disculpad señor, pero ¿podrías comentarme
que os ha dicho la cautiva que os ha decidido a dejarla aquí?-
Extrañado por la inusual pregunta Jerónimo
quedo indeciso unos instantes, luego recordando que el capitán era recién
llegado a las indias y aun había muchas cosas que no sabía, le contesto
-Pues, amigo, ha de saber que aquí pasan
cosas de las que en Madrid no tenéis ni idea. Allí parecéis haber olvidado lo
que es la vida del soldado, las soledades que sufre el guerrero y la necesidad
de solaz en que le tiene- explico y como dedujo por la expresión que Alonso no
terminaba de entenderlo agrego.- Esos indios son tan soldados como nosotros y
si a ese le ha gustado la mujer y esta gusta de él ¿Quién soy yo para
oponerme?- Callo unos segundos, y luego, con una sonrisa picara continuo-
aparte, conozco a la Lucia, era vecina de Santiago del Estero, como bien
sabéis, y si bien es cierto que con cualquiera estará mejor que con el bruto
ese del Manolo, también lo es que hay que aguantarla….no es una dama de fácil llevar,
ella sola será capaz de mantener calmado al cacique…y a toda la tribu. Si han
de ser vecinos de mi nueva ciudad, ninguna ayuda estará de más- término con una
carcajada juvenil al tiempo que azuzaba al caballo en un corto trote.
------
Por el otro camino, los indios regresaban a
su campamento. La Petunia con ellos.
Bajo unos sauces hicieron un alto para
encontrarse con Jacinto, que los esperaba allí
-¿Cómo andai cara e cui?(32)
– le preguntaron a modo de saludo
-Aca me ando(33)
cintura de poio(34)- contesto el a su vez,
mientras con un gesto indicaba hacia unas cajas que habia en el arroyo cercano-
ahí eta el ferne y la coca(35), y gracia por la
manaza chei-
-Va, ¿pa que están lo amigo si no e pa da
una mano cuando hace falta?- agradeció el indio y contemplando el premio
suspiro
-Lo fernezone(36)
que no vamo a chupa…lástima que no tengamo esto ahora-
-Y, si, vai a tene que espera unos 400 años
todavía…vai a a se una gaina muy vieja pa entonce cintura e poio-
Y todos se rieron, agradeciendo al menos la
posibilidad de probar un trago histórico…del futuro.
-------
Luego de una jornada de marcha los
españoles llegaron al campamento principal, allí Amelia pudo comer
adecuadamente y tomar un buen descanso mientras la gente preparaba todo para la
nueva ciudad que habría de nacer.
-Mira, está empezando a haber señal- le
dijo Pacino a Alonso- parece que la sola decisión de realizar la fundación ha
activado al ministerio, con un poco de suerte podremos hablar con ellos en unas
horas-
-No aun no, esperemos un poco por favor-
pidió Alonso
--¿Qué no te quieres volver?, la ciudad se
va fundar mañana 6 de Julio, como tiene que ser. La misión ya está terminada-
-Si, pero- dudo unos instantes- Amelia está
muy cansada y merecería un descanso…-Pacino lo miro expresivamente- bueno,
también me gustaría ver la fundación, el Ándalus me cae bien y me gustaría
estar en esta buena-
-Bueno, bueno, me pondré en contacto con
ellos y los tranquilizare- acepto Pacino pacientemente, sin reconocer que a él
también le interesaba la ceremonia del día siguiente.
Más tarde, antes de retirarse a descansar,
paso por la carpa de las mujeres, a ver como estaba Amelia.
Pidió permiso y, al entrar la encontró de
pie, mirándose en el espejo, cosa rara.
-Dime- le pido ella al verlo, antes de
saludarle- ¿no estoy gorda?-
Difícilmente haya en el mundo una pregunta
más peligrosa.
Con mucho tacto fingió atragantarse con el
pan que casualmente masticaba para, acto seguido, poco dignamente pero con
mucha sabiduría retirarse a recuperar el aire y desaparecer en el campamento.
-------
-
Vamo mi cacique, apure que se
no hace tarde-
-
No, no quiero ¿pa que tenemo
que i?- cuestiono él en un notable cambio de roles con una charla anterior,
negándose a cambiarse de ojotas
-
Para salir en el cuadro-
contesto ella escuetamente
-
Y vaia ute pa eso, ¿Qué quiere
que haga io ai?- insistió el
-
Que me acompañei indio
desamorado- protesto ella cambiando de tono- nunca me llevai a ningún lao, Io
siempre trabajando acá como una burra y cuando hai una fiesta quere que no
vaia-
-
Pero…- balbuceó el en una
efímero e inútil último intento de resistencia.
Sumisamente se calzo las sandalias nuevas
que ella le había fabricado, aguantando un lagrimón que porfiaba por brotarle
de los ojos ante el dolor que le producía el encerramiento de los pies,
acostumbrados a la libertad absoluta.
Los hombres no lloran en público, se dijo a
sí mismo, y haciendo de tripas corazón salió tras la mujer hacia el lugar
elegido para la fundación.
------------
La mañana siguiente, 6 de Julio de 1573,
todo el mundo estaba reunido en torno al palo de la fundación, los vecinos con
sus mejores ropas, los indios, especialmente invitados, también adornados con
todas sus galas.
Tanto Alonso como Pacino tenían lugar junto
a los soldados y Amelia con las otras mujeres, alguna de las cuales la mimaban
especialmente por la dura experiencia que había tenido que atravesar.
-Psh, colega- La voz sonó atrás de Pacino
-¡¿Qué hace usted acá?!- ahogo el grito de
sorpresa al ver que el que lo llamaba era el mestizo Jacinto
Alonso, que escucho también, más rápido que
un rayo giro sobre sus talones y lo agarro del poncho. Los tres se apartaron un
poco. Detrás de unos espinillos cercarnos se plantaron a exigir explicaciones.
-
Nos ha dejado abandonados y hasta han
secuestrado a uno de los nuestros- le increpo Pacino
-
Eso es lisa y llanamente
TRAICION- le grito Alonso poniéndole una daga en la garganta
-
Un momento por favor, ¿de qué habláis?-
recrimino Jacinto en perfecto español. Esto enfrió la situación, luego
continuo- Hice lo que era necesario de hacer, y usted – hablo dirigiéndose
fríamente a Alonso- como soldado que es debería saber que la tropa no tiene por
qué estar al tanto de los hechos de la comandancia-
-
¿De qué habláis?-
-
La misión ha sido un éxito, la
ciudad va a ser fundada como corresponde, no hay más nada que explicar- corto
tajantemente con gran autoridad, persona acostumbrada a mandar.
-
Podéis volver a vuestro tiempo
cuando lo deseéis señores- concluyo indicando hacia una puerta que había
aparecido tras una enramada-
Acto seguido se
acomodo la ropa y se marcho, dejando a los dos viajeros mudos. Antes de
desaparecer entre el gentío se volvió y les hizo un último pedido
-Hay una sola
cosa más. Por favor, pedidle al gobernador que prevea desagües pluviales para
la ciudad, porque al fundarla en invierno, que es la temporada seca, no los
incluyo, ni él ni ninguno de los siguientes alcaldes, y, en verano, cuando
llueve de verdad, se nota su falta.- y se marcho con poca esperanza al respecto,
sabiendo como sabia que la misión del ministerio era mantener la historia
inalterable.
-¿Qué pasa
compañeros?- dijo Amelia, que se había acercado preocupada al verlos alejarse
del grupo.
-Nada, que ya
nos podemos ir- dijo Alonso, indicando la puerta abierta.
-Vamos – dijo
Pacino- tengo varias cosas que preguntarle a Salvador.-
Notas: (32) Cui, cuis roedor pampeano, cara de cui, cara de
ratón (33) esto no lo explico, el que pueda que se lo imagine o consulte por
privada (mil disculpas) (34) pollo (35)
ingredientes del popular trago cordobés (36)
Trago que se prepara con Fernet y gaseosa cola (de reconocida marca mundial)
muy popular en la Córdoba actual (37) ropa
Epilogo:
-
¿y así termina todo?- pregunto
luego de escuchar el relato completo
-
¿le parece poco?-
-
Bue…ya que pregunta…-
Pero no pudo terminar el concepto, había
dejado de llover y el capataz llamaba al trabajo
Cortésmente llevo la mano al sombreo
saludando al escribiente, y se retiro a cumplir con la tarea.
El escribiente lo miro marcharse, cerró el
cuaderno donde tenía escrito el relato y retomo sus tareas, que también las
tenia.
Córdoba - Arg. - 6/07/2019
Omar R. La Rosa
@ytusarg
FELIZ CUMPLEAÑOS CÓRDOBA
Muy bueno Omar!! Me encantó!!
ResponderEliminargracias Silvia, me alegra que te gustara.
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