Igual
(Una crisis de
identidad)
Tal como acostumbraba a hacer a diario, Sócrates Omilitikos recorría
la academia meditando en diversos temas de alta filosofía, cuando de pronto, al
pasar por el sector de los operadores matemáticos vio una descomunal gresca.
Signos, constantes, variables e incógnitas discutían entre
ellos a viva vos.
Curioso se acerco a ver de qué se trataba. Allí, en un rincón,
enfrentando a todos se encontraba el igual ( = ), y, tras el la incógnita (X).
-
Déjame pasar – le gritó un numero imaginario (i)
-
No, tu no puedes, no eres real – le aclaró el
igual.
-
¿Y eso que tiene que ver? – preguntó el número,
como si no entendiera.
-
¡Lo está discriminando! – le acusó un signo de exclamación
(¡) elevando el punto.
-
Siempre hace lo mismo ¿es que alguien tiene duda
de eso? – se preguntaron los signos de interrogación (¿?) dirigiéndose a la
turba enfervorizada.
-
Pero, es que ese es mi trabajo – balbuceó apabullado
el igual, en un tibio intento de defensa, mientras la “X”, tentadora, se
asomaba tras él
Viendo que la cosa se ponía fea, Sócrates se decidió a
intervenir
-
¿Que pasa aquí? – preguntó haciendo alarde de
toda su autoridad.
Automáticamente el silencio se enseñoreó del lugar. Y,
aunque aun excitados, todo el mundo empezó a mirar para otro lado. Al ver esto,
algo más tranquilo, el igual lanzo un suspiro
-
He preguntado ¿Qué pasa? ¿a que se debe
semejante lio? – volvió a interrogar imprudentemente (que los sabios a veces también
lo son)
-
¿Qué que pasa? – desafió el signo de división ( /
), empujado por una barra de porcentaje (%).
-
Que ese que esta ahí – indicando al signo igual
– nos discrimina – concluyo ofuscado
-
Si, si, eso, eso – apoyaron todos
-
¡Y no nos deja despejar la incógnita! – gritó angustiada
y dependiente la “Y”, mientras la “X”, muy independiente e insinuante tras el
igual, le sonreía.
-
Pero, maestro, ese es mi trabajo – balbuceó el
igual
-
Pues, ¡si no te gusta cambia de trabajo! – le
gritó un pequeño subíndice ( n ) agrandado por la
masa.
El nivel de la discusión volvió a subir amenazando
con salirse de madre, por lo que Sócrates opto por tomar al igual y apartarlo momentáneamente
de su trabajo.
Con firme suavidad lo retiró, llevándoselo
a un costado, dejando la “X” descubierta.
Cuando se vio sola frente a tantos
pretendientes esta se asusto y quiso escapar, pero no pudo correr mucho, un
multiplicador que había estado del otro lado del igual se le tiro abajo y la dividió,
otro número, que antes sumaba, le resto un pedazo mientras que otro que antes
propiciaba la división multiplicaba el desorden…en todo el maremágnum que se produjo
se dieron situaciones de las más extrañas como que los números perdieran sus
signos y se encontraran de pronto sin saber que hacer cuando estaban junto a un
compañero, incluso el cero, siempre tan indefinido en cuestión de signos, se
horrorizo al ver la promiscuidad en que habían caído sus compañeros.
Mientras tanto Sócrates y el igual
observaban todo, Sócrates filosóficamente, el igual compungido.
Al ver la cara de tristeza y el ánimo sombrío
que tenía el pobre signo Sócrates le toco la alicaída barra superior y le dijo
-
Vamos, no te desanimes. Ya se calmaran, cuando
tomen conciencia de que no solo no son si no que no pueden ser todos iguales,
te volverán a colocar en el lugar que te corresponde –
-
¿Es necesario todo esto?- preguntó angustiado el
igual
-
No, no lo sería si los ánimos no estuvieran tan
caldeados. Pero ahora es la única solución – se lamentó el filosofo
Y así fue, pasado el tiempo, calmados los ánimos, la cordura
volvió a primar y los operadores y números, solos, empezaron a discriminarse
entre ellos, distinguiendo los iguales de los distintos.
Habiendo visto los destrozos causados y comprendido que el
caos era malo para todos tomaron la sabia decisión de volver a colocar al igual
en el lugar que no debería haber dejado nunca.
Y el signo volvió a cumplir la función para la que había
nacido, distinguir lo que era igual de lo que no lo era. Este simple hecho permitió
recuperar el orden y con él cada uno volvió a cumplir las funciones que le correspondían,
según su naturaleza y el lugar que ocuparan.
Volvieron a recuperar la cordura, a poder cambiar de lugar
sin pelearse, a adaptarse a los distintos pasos de la resolución de los
problemas y, en definitiva, colaborando poder lograr el objetivo común de
despejar la incógnita.
Viendo que todo volvía a la normalidad Sócrates Omilitikos
retomó pacientemente su recorrido por los jardines de la academia, el Racing
club del barrio Nueva Italia en la otrora docta ciudad de Córdoba.
29 de
Junio 2019
Córdoba
– Argentina
Omar
R. La Rosa
@ytusarg
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