sábado, 30 de noviembre de 2019

Metano Ruso (Cambio Climático 2)


Metano Ruso

(cambio climático 2)

-          ¡Chicos, adentro! – llamo la “mat'”
-          Pero, mamá, si aun hay luz –
-          Adentro a cenar – y no había más que decir
A regañadientes, como todos los chicos, entraron en la casa. Cansados de tanto jugar, felices, y molestos por tener que dejar de hacerlo. El verano parecía haberse adelantado, augurando muchas horas de juegos y no querían perderse ninguna.
El abuelo, sentado en su silla mecedora junto a la ventana, cerró el libro y lo dejo a un costado, la mortecina luz ya no alcanzaba para sus cansados ojos.
Los niños, viendo esto, corrieron a su lado pidiéndole que les cuente una historia. El anciano, encantado por el pedido simulo algún disgusto, había que guardar las formas, para luego de un par de “por fis” acceder a la demanda infantil.
-          Saben que estas tierras no siempre fueron así…- comenzó su relato, mirando a los chicos, acomodados a sus pies, en almohadones tejidos por la abuela
-          Hubo una época en que todo el año era verano, las casas no tenían chimeneas y el bosque era muy distinto, lleno de enormes plantas, gigantescos animales pastaban en ellos, enormes tigres los cazaban y enjambres de insectos cubrían los cielos…-
Los niños engancharon inmediatamente con la historia, sus jóvenes cabecitas trabajaban a “mil por hora” imaginando los fabulosos paisajes que el abuelo describía, tan extraños para ellos, perdidos en la inmensidad la Siberia actual
-          Todo era idílico, un paraíso en la Tierra – sentenció el anciano señalándolos con el dedo –
-          Pero era un lugar prohibido, los elfos, muy celosos ellos, no querían compartir el lugar con nadie, ni siquiera con el pequeño Iván, un niño así – y puso la palma de la mano hacia abajo, a una altura de un metro sobre la alfombra – más o menos del tamaño de ustedes –
-          El pobre Iván había llegado hasta allí huyendo de los “kolduny”, los brujos malos que asustan a los niños que no se duermen de noche – pontifico impostando la voz, para acentuar el carácter huraño de los mismos.
-           El pequeño Iván, sin saber qué hacer, se les acerco, pero los muy malos lo corrieron con sus artes mágicas, haciendo brotar el fuego de sus calderos, para quemar al pobre niño. – todo esto dicho con voz muy gruesa, dando un carácter aun más tétrico a la narración
-          ¿Y qué paso con Iván abuelito? – pregunto compungida la pequeña Dasha
-          Que Dios, nuestro Señor – y se santiguo al mencionar el nombre divino – desde su altura vio lo que pasaba y envió a San Esteban a poner las cosas en su lugar.
Cuando el santo llego y vio lo que pasaba ordeno a los elfos que cesaran en sus encantos y apagaran sus fuegos o los cubrirá de hielo eterno para que no quemaran más a nadie –
-          Si, si, y desde entonces el fuego de los elfos está enterrado bajo el suelo de la tundra esperando que la maldad de los hombres lo libere para cobrar venganza – completó el hombre que acababa de entrar en la casa, mientras se quitaba el abrigo.
-          Papa, papito – los niños se abalanzaron sobre él saludándolo
-          Papá, no les llenes más la cabeza a los chicos con esas supersticiones –
-          No son supersticiones, es tradición, mi abuelo me lo contó a mí, y a él se lo contó el suyo, hay que repetirlo lo para que no se olvide, no vaya a ser que el fuego sea liberado –
Todos rieron y fueron cenar, no fuera cosa que la madre se enojara, eso sí era una amenaza real.
Luego de la cena el padre tomo sus cigarrillos y salió a fumar al patio, le tenían prohibido hacerlo en la casa
Camino unos pasos alejándose de la cabaña, y se adentro entre los primeros pinos, que, debido a lo benigno de la estación estaban llenos de brotes verdes.
Los miro preocupado, eso no era normal, recordaba que cuando niño a esa altura del años aun pendían los carámbanos de las ramas
Siguió alejándose un poco más, hundiendo los tacos de las botas en el blando suelo, que se había puesto como esponja, lejos de su dureza habitual. Esto se tornaba incomodo al caminar.
Cuando llego al pequeño claro respiro profundo, pero frunció la nariz, últimamente un olor como a plantas podridas parecía inundar el lugar, era un olor molesto, como si toda la tundra estuviera descomponiéndose. Pero se soportaba.
Resignado saco un fósforo de la caja, encendió el cigarrillo que tenia entre los labios y lo arrojo displicentemente al suelo.
Desde la casa escucharon la sorda explosión, asustados salieron al patio a ver qué pasaba, allí no más, a menos de 50 metros, la tierra ardía, se había desatado un incendio
-          ¡Nikolai Petrov! – llamó la madre alarmada, buscando al padre
-          ¿Dónde se habrá metido este hombre, nunca esta cuando se lo necesita? –
-          Vamos, vamos, no se queden ahí mirando, hay que apagar ese fuego – ordenó haciéndose cargo de la situación, ya arreglaría después con su marido.
Omar R. La Rosa
Córdoba - Argentina 
30 Noviembre 2019


viernes, 29 de noviembre de 2019

La Militante (Cambio Climático 1)


La Militante

(Cambio Climático 1)

Estaba cansada, todo el día en marchas de protesta contra el cambio climático resultaba agotador, para colmo había sido un día caluroso, inusual dirían los abuelos, recordando épocas  pasadas que ella no había vivido.
Los vendedores bebidas heladas deben haber hecho una buena diferencia ese día, pensó  mientras habría la puerta de su departamento, dejando escapar un aliento de aire acondicionado, frio y reparador.
Se quito la ropa transpirada y la coloco en la maquina lavadora, que automáticamente se puso a trabajar para dejarla limpia y seca antes de la hora de salir.
Como el aire estaba frio se coloco un grueso suéter y unas medias tejidas, luego, con hambre, fue a la cocina a buscar algo para comer. En la heladera estaban los restos de la cena de la noche anterior, prácticamente intacta, pues ella era toda la cena que le había interesado a “la visita”…sonrió, ella tampoco había tocado la comida. Sin en embargo no había sido una velada del todo satisfactoria. Un rictus de desagrado le cruzo el seño y, sin pensarlo arrojo a la basura la frustrada cena.
Se sintió mejor, pero seguía con hambre, por lo que busco nuevamente y, al no encontrar nada que le gustara recurrió a los alimentos congelados. Miro entre las cosas del congelador, eligió una y la puso en el micro ondas. Mientras se calentaba fue al baño a prepararse una ducha. Abrió el agua caliente y espero a que el vapor caldeara algo el lugar, desnuda, parada ante el espejo, se dedico a quitar una pestaña rebelde antes de que el mismo se empañara.
Cuando estuvo a punto de meterse bajo la ducha sonó el teléfono. Por el tono de llamada era la pesada de esa que organizaba las marchas….pensó en no atender, pero se arrepintió, si no lo hacia capaz que no la invitaban a la reunión de la noche, donde habría varios extranjeros muy interesantes…
Así como estaba, envuelta en una toalla grande, por que estaba fresco, fue a tomar el teléfono y se entretuvo en la conversación, durante la cual se mostro de lo más amable y comprometida con la causa, mientras la ducha seguía dejando correr el agua caliente.
Cuando por fin término se ducho, y fue comer algo, pero tuvo que volver encender el microondas porque la comida ya estaba fría.
Mientras tomaba el almuerzo encendió la pantalla, pero, en vez de poner una serie, no tenia tiempo para una maratón, decidió ver las noticias. En una de esas las cámaras la habían tomado y se la podría ver militando en la marcha contra el cambio climático.
El cambio climático, ¡que horror!, el reportero de turno mostraba impactantes imagines de mujeres lavando sus escasas ropas en un exiguo hilo de agua amarronada, mismo donde se veía, unos pasos más atrás, a un perro y un niño bebiendo.
Compungida agrego un cubo de hielo a la bebida que ya no estaba a la temperatura adecuada, mientras la lavadora terminaba de centrifugar.
La próxima nota mostraba un grupo de refugiados que habían tenido que huir de su país por el aumento del nivel del mar, pelear por una ración sintética, de las que repartía la ONU como paliativo al hambre general.
¡Que horror! Se volvió a repetir mientras mordisqueaba una ensalada de palmitos. ¡Que estaba a dieta y no podía excederse en nada!.
Y así, ensimismada, reflexionando y auto convenciéndose que había que continuar la lucha contra el cambio climático, siguió pasando canales, mientras la lavadora iniciaba el ciclo de secado en calor. No había tiempo que perder, en cualquier momento la pasarían a buscar y tendría que vestirse adecuadamente.
De pronto acertó a dar con una nota sobre las manifestaciones de la mañana. Las imágenes la volvieron a la realidad, ¡que calor que hacia!. Recordando como había transpirado se arropo en el suéter que se había vuelto a poner para atemperar el frio del aire acondicionado.
Los próximos minutos los pasó mordisqueando algo y pasando canales, comprobando que apenas se la veía. Esto la enojo bastante, si quería que se viera lo fuertemente militante que era debía hacer algo…quizás protestar con el pecho desnudo…no, eso ya lo hacían otras, tenia que buscar otra cosa que llamara la atención.
En eso estaba cuando sonó el móvil. Era el compañero que la pasaba a buscar para ir a la marcha de la tarde.
Apurada fue la lavadora a buscar el conjunto que había puesto a lavar. Normalmente no hubiera usado dos veces la misma ropa, por más que le gustara, pero el grupo en que participaría era bastante radical y no era cuestión de caer mal con un cambio de atuendo.
Por suerte la maquina había terminado su trabajo y la ropa, aunque aun calentita por el secado, estaba lista para ser usada.
Al salir, dejando una luz encendida, para no sentirse tan sola si se le hacia tarde para volver, el calor del pasillo la golpeo con toda su crudeza.
Por suerte, abajo, el compañero la esperaba con el motor de su deportivo último modelo en marcha, con el aire acondicionado al máximo.
Él la saludo con un beso en la mejilla, que “inconscientemente” roso sus labios, haciendo subir algo la temperatura, mientras pisaba a fondo el acelerador y el motor, que rugiendo y exhalando CO2 impulsaba el auto raudamente hacia adelante. Tenían que apurarse, estaban llegando tarde. 
Mientras se dirigían al nuevo punto de reunión adelantaron a un grupo de refugiados que, a duras penas, caminaban  en la misma dirección, bajo el abrasador sol.
El cambio climático estaba ahí no más, la lucha continuaba.
Omar R. La Rosa
Córdoba - Argentina
29 Noviembre 2019


domingo, 10 de noviembre de 2019

Dime Belfegor


-          Dime Belfegor, (demonio de la pereza) ¿a que son más sensibles los hombres? – preguntó distraídamente mientras daba los últimos retoques al programa que estaba compilando.
El perezoso demonio bostezo ostensiblemente, se estiro, dejo escapar un par de flatulencias y luego, con gran cansancio contestó
-          A mi –
-          Jajaja, si…aparte de ti –
-          Bueno, cualquiera de mis hermanos lo hacen bastante bien, aunque no se para que se esfuerzan tanto –
-          Está bien, te lo diré yo, a la adulación –
Belfegor pareció meditar unos instantes para luego aceptar
-          A Lucifer (demonio de la soberbia) le da resultado –
-          Seguro que sí, pero él está muy ocupado con todos los ignorantes que controla, por eso he hecho esto, mira – y girando la pantalla hacia su interlocutor ejecuto el programa.
Este, desganado al principio, acorde a su naturaleza, se fue interesando conforme el programa que corría mostraba sus capacidades.
-          Muy bueno. Supongo que no sirve solo para adular –
-          O no, claro que no, también le será útil a Asmodeo (Lujuria) o Satanás (ira) y ni que hablar de Leviatan (envida) y todos los demás – acepto orgulloso de su creación.
-          Vamos debemos entregarlo a los hombres –
-          ¿Cómo harás eso? –
-          Con la ayuda de Mammon, el ya tiene los candidatos seleccionados – y, sin decir más, cerro el ordenador, retiro el dispositivo de almacenamiento y se dirigió a paso veloz hacia la superficie.
Desde su sillón Belfegor lo miró irse, volvió a bostezar y continúo con su ardua tarea de explorarse el ombligo.

-          Calla, eres un idiota – le dijeron en la cara y todos los compañeros del comité se burlaron de él.
-          Menos mal que a este no lo escucha nadie más que nosotros – escucho que comentaban a sus espaldas, cuando se iba.
Era afrentoso, ya verían esos necios quien era él, ¡Quiénes eran los verdaderos idiotas!
¿Pero como se los demostraría? Una sensación de ahogo le entro al considerar el camino que tenia por delante. Un arduo recorrido tratando de lograr adhesiones, de conversar, argumentar, convencer, para lograr los recursos necesarios para hacer llegar su idea a los votantes…No seria tan grave si no fueran todos tan estúpidos, cerrados en sus propias ideas…
Caminando desanimado llego hasta su buffet, allí la secretaria lo aguardaba
-          Tiene visitas doctor – le advirtió atajándolo en la entrada
-          ¿De que se trata? –
-          No se bien, dice ser alguien que le viene a ofrecer un negocio o algo así..- y, dándole la tarjeta de presentación que tenia en la mano menciono el nombre del visitante.
-          Un tal Man Mon o algo así –
Tomo la tarjeta y la miro extrañado, no conocía a nadie con ese nombre, ¿Quién seria?. Bueno, había una solo forma de saberlo, se dijo a si mismo, abriendo decididamente la puerta de su oficina.
Para su sorpresa el visitante ni si quiera lo miro, permaneció impávido en su butaca, mirando vaya a saber a donde.
Tocio, como para llamar la atención y entonces si, el hombre se dio vuelta y lo miro.
¿Cómo describirlo? Tanto podía ser el típico abuelo de barba blanca y gafas redondas, como un avezado “pirata” de la más turbia bolsa de valores. Seguro no desentonaría en wall street o en la city londinense.
Aunque tenia la vista puesta en él, no dijo ni una palabra.
-          Buenos días señor Man…Mon – saludó al final, dudando en la pronunciación del nombre
-          Bue..nos días…dog..tor – balbuceó el hombre en un mal español.
-          Y bien. Usted dirá – pidió él mientras se sentaba en su lado del escritorio
-          ¿A que debo su inesperada visita? –
-          Ahhh, mi, nosotros tener solución para vos. Nuestro represengtante explicar a usted – y se hizo a un lado para que el aludido pudiera explayarse sobre la solución propuesta.
¿Representante? ¿Por donde habría entrado ese joven rubio? Juraría que no estaba en la oficina cuando él entro.
El joven se levantó y, muy locuazmente, le explico las bondades del programa que le ofrecían. Él no podía creer lo que veía…si aquello hacia lo que decían, era oro en polvo para un hombre como él…”oro en polvo”…¿Cuánto costaría aquello?
-          Nada doctor – contesto el joven a la respuesta no hecha.
-          ¿Cómo dice? –
-          Así es señor, es gratis, solo le pedimos que lo use y lo difunda, cuantos más usuarios tengamos mejor para todos -
Una sombra de duda le cruzo la cabeza, algo tan bueno a sus propósitos, ¿gratis?...pero no era hombre de dudar mucho, eso era algo que sus detractores le criticaban. Confundían arrojo con necedad. Ya les enseñaría ….y sin pensarlo más firmó el contrato que le entregaran.
-¿Entendió bien? El secreto esta en mantener “viva” la pagina, conseguir muchos seguidores, que a su vez repitan sus palabras en sus muros personales…si usted logra eso vera como en poco tiempo su mensaje llegara a miles o millones de personas…-
-…millones de personas. Millones de potenciales votantes – sonaba a sus oídos como canto de sirena.
- Una cosa más doctor. Tendría que armar un grupo de trabajo, poner gente a seguir su pagina, a contestar sus preguntas y retrucar a los que se le opongan, los tiene que destruir, inventar noticias sobre ellos, aunque sean falsas … - el joven se dio cuenta que se estaba extralimitando, le estaba diciendo a un político como hacer su trabajo proselitista.
El hombre mayor, el con cara de abuelo, le tomo discretamente el brazo y, sin decir palabra, lo saco de la oficina. Antes de salir saludo discretamente al político, pero este no lo noto, tan entretenido estaba con el programa que le habían dejado.
En silencio tomaron el ascensor y bajaron. En algún lugar del trayecto el joven descendió o algo así, porque al final del recorrido llego solo Manmon.
-          ¿Y? – quiso saber el programador cuando lo vio aparecer por el centro de cómputos.
-          ¡Qué calor que hace aquí – acotó el recién llegado
-          Si, es que los servidores disipan mucha potencia. Ya tendremos de nueva generación, nos prometieron que son mucho más eficientes –
-          Bueno, pero no se haga muchas ilusiones, este programita suyo es un caño, en poco tiempo tendrá que ampliar el negocio –
-          Bien, bien - se regocijó el programador
-          Dígame, ¿la idea de dar voz a los idiotas ha sido suya? –
-          Bue, en cierta manera… - dijo con falsa humildad
-          Me imagino que el jefe se lo reconocerá – aventuro mientras hacia los “cuernitos” con los dedos de la mano derecha.
-          Espero, es algo muy útil para casi todos en la organización…salvo para uno – y miro donde Belfegor bostezaba ostensiblemente mientras cambiaba los canales del televisor apretando aburridamente el botón del control remoto.
-          No  logro vencer su pereza –

Omar R. La Rosa
Córdoba - Argentina 
21 Julio 2019