domingo, 10 de noviembre de 2019

Dime Belfegor


-          Dime Belfegor, (demonio de la pereza) ¿a que son más sensibles los hombres? – preguntó distraídamente mientras daba los últimos retoques al programa que estaba compilando.
El perezoso demonio bostezo ostensiblemente, se estiro, dejo escapar un par de flatulencias y luego, con gran cansancio contestó
-          A mi –
-          Jajaja, si…aparte de ti –
-          Bueno, cualquiera de mis hermanos lo hacen bastante bien, aunque no se para que se esfuerzan tanto –
-          Está bien, te lo diré yo, a la adulación –
Belfegor pareció meditar unos instantes para luego aceptar
-          A Lucifer (demonio de la soberbia) le da resultado –
-          Seguro que sí, pero él está muy ocupado con todos los ignorantes que controla, por eso he hecho esto, mira – y girando la pantalla hacia su interlocutor ejecuto el programa.
Este, desganado al principio, acorde a su naturaleza, se fue interesando conforme el programa que corría mostraba sus capacidades.
-          Muy bueno. Supongo que no sirve solo para adular –
-          O no, claro que no, también le será útil a Asmodeo (Lujuria) o Satanás (ira) y ni que hablar de Leviatan (envida) y todos los demás – acepto orgulloso de su creación.
-          Vamos debemos entregarlo a los hombres –
-          ¿Cómo harás eso? –
-          Con la ayuda de Mammon, el ya tiene los candidatos seleccionados – y, sin decir más, cerro el ordenador, retiro el dispositivo de almacenamiento y se dirigió a paso veloz hacia la superficie.
Desde su sillón Belfegor lo miró irse, volvió a bostezar y continúo con su ardua tarea de explorarse el ombligo.

-          Calla, eres un idiota – le dijeron en la cara y todos los compañeros del comité se burlaron de él.
-          Menos mal que a este no lo escucha nadie más que nosotros – escucho que comentaban a sus espaldas, cuando se iba.
Era afrentoso, ya verían esos necios quien era él, ¡Quiénes eran los verdaderos idiotas!
¿Pero como se los demostraría? Una sensación de ahogo le entro al considerar el camino que tenia por delante. Un arduo recorrido tratando de lograr adhesiones, de conversar, argumentar, convencer, para lograr los recursos necesarios para hacer llegar su idea a los votantes…No seria tan grave si no fueran todos tan estúpidos, cerrados en sus propias ideas…
Caminando desanimado llego hasta su buffet, allí la secretaria lo aguardaba
-          Tiene visitas doctor – le advirtió atajándolo en la entrada
-          ¿De que se trata? –
-          No se bien, dice ser alguien que le viene a ofrecer un negocio o algo así..- y, dándole la tarjeta de presentación que tenia en la mano menciono el nombre del visitante.
-          Un tal Man Mon o algo así –
Tomo la tarjeta y la miro extrañado, no conocía a nadie con ese nombre, ¿Quién seria?. Bueno, había una solo forma de saberlo, se dijo a si mismo, abriendo decididamente la puerta de su oficina.
Para su sorpresa el visitante ni si quiera lo miro, permaneció impávido en su butaca, mirando vaya a saber a donde.
Tocio, como para llamar la atención y entonces si, el hombre se dio vuelta y lo miro.
¿Cómo describirlo? Tanto podía ser el típico abuelo de barba blanca y gafas redondas, como un avezado “pirata” de la más turbia bolsa de valores. Seguro no desentonaría en wall street o en la city londinense.
Aunque tenia la vista puesta en él, no dijo ni una palabra.
-          Buenos días señor Man…Mon – saludó al final, dudando en la pronunciación del nombre
-          Bue..nos días…dog..tor – balbuceó el hombre en un mal español.
-          Y bien. Usted dirá – pidió él mientras se sentaba en su lado del escritorio
-          ¿A que debo su inesperada visita? –
-          Ahhh, mi, nosotros tener solución para vos. Nuestro represengtante explicar a usted – y se hizo a un lado para que el aludido pudiera explayarse sobre la solución propuesta.
¿Representante? ¿Por donde habría entrado ese joven rubio? Juraría que no estaba en la oficina cuando él entro.
El joven se levantó y, muy locuazmente, le explico las bondades del programa que le ofrecían. Él no podía creer lo que veía…si aquello hacia lo que decían, era oro en polvo para un hombre como él…”oro en polvo”…¿Cuánto costaría aquello?
-          Nada doctor – contesto el joven a la respuesta no hecha.
-          ¿Cómo dice? –
-          Así es señor, es gratis, solo le pedimos que lo use y lo difunda, cuantos más usuarios tengamos mejor para todos -
Una sombra de duda le cruzo la cabeza, algo tan bueno a sus propósitos, ¿gratis?...pero no era hombre de dudar mucho, eso era algo que sus detractores le criticaban. Confundían arrojo con necedad. Ya les enseñaría ….y sin pensarlo más firmó el contrato que le entregaran.
-¿Entendió bien? El secreto esta en mantener “viva” la pagina, conseguir muchos seguidores, que a su vez repitan sus palabras en sus muros personales…si usted logra eso vera como en poco tiempo su mensaje llegara a miles o millones de personas…-
-…millones de personas. Millones de potenciales votantes – sonaba a sus oídos como canto de sirena.
- Una cosa más doctor. Tendría que armar un grupo de trabajo, poner gente a seguir su pagina, a contestar sus preguntas y retrucar a los que se le opongan, los tiene que destruir, inventar noticias sobre ellos, aunque sean falsas … - el joven se dio cuenta que se estaba extralimitando, le estaba diciendo a un político como hacer su trabajo proselitista.
El hombre mayor, el con cara de abuelo, le tomo discretamente el brazo y, sin decir palabra, lo saco de la oficina. Antes de salir saludo discretamente al político, pero este no lo noto, tan entretenido estaba con el programa que le habían dejado.
En silencio tomaron el ascensor y bajaron. En algún lugar del trayecto el joven descendió o algo así, porque al final del recorrido llego solo Manmon.
-          ¿Y? – quiso saber el programador cuando lo vio aparecer por el centro de cómputos.
-          ¡Qué calor que hace aquí – acotó el recién llegado
-          Si, es que los servidores disipan mucha potencia. Ya tendremos de nueva generación, nos prometieron que son mucho más eficientes –
-          Bueno, pero no se haga muchas ilusiones, este programita suyo es un caño, en poco tiempo tendrá que ampliar el negocio –
-          Bien, bien - se regocijó el programador
-          Dígame, ¿la idea de dar voz a los idiotas ha sido suya? –
-          Bue, en cierta manera… - dijo con falsa humildad
-          Me imagino que el jefe se lo reconocerá – aventuro mientras hacia los “cuernitos” con los dedos de la mano derecha.
-          Espero, es algo muy útil para casi todos en la organización…salvo para uno – y miro donde Belfegor bostezaba ostensiblemente mientras cambiaba los canales del televisor apretando aburridamente el botón del control remoto.
-          No  logro vencer su pereza –

Omar R. La Rosa
Córdoba - Argentina 
21 Julio 2019








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