viernes, 8 de mayo de 2020

Bici - pedaleando hasta el más allá


Bici

Esa mañana había empezado complicada, debía haber sabido que lo mejor que podía hacer era no hacer nada y dejar que el día pase, así, sin más. Pero no nunca lo había hecho así, y esa vez no sería la excepción.
Lo primero era el calor, ese calor raro y húmedo que se había adueñado del mes de mayo, haciendo del otoño una anormal primavera, ¿calentamiento global? No lo sabía, pero todo el mundo decía que era por eso.
Otra cosa eran los exámenes, había tomado unas pruebas de matemáticas y tenía que corregirlas, era una tarea desagradable, pues lo ponía frente a la ignorancia y desidia que se había apoderado de la educación en los últimos años, de la mano de las nuevas teorías que nadie entendía pero que todos repetían como loros, esa manía de pensar que todo lo viejo está mal y que hay que cambiar todo, por supuesto, sin pararse a cotejar resultados….pero, esa mañana estaba desanimado, ¿Qué hacer para lograr aunque sea un pequeño cambio? ¿Cómo, al menos,  debatir con una mayoría boba que teme pensar por sí misma y se encuentra cómoda repitiendo lo que otros dicen?
No tenía ganas de seguir con eso, así que se le ocurrió cambiarse y salir a pedalear. Un par de horas en la bicicleta solían ser suficientes para cambiarle el ánimo.
Así que se cambio y se dispuso a salir.
Al hacerlo, como para continuar “la onda” de la mañana, porque todo está relacionado con todo y nada pasa solo per se, tuvo un encontronazo con su mujer, que empezó a quejarse de que ella no podía salir, que tenía que quedarse trabajando en la casa y demás…cuando la noche anterior se habían puesto de acuerdo (o eso creía él) en salir a pedalear juntos!...en fin, suspiro, dijo algo circunstancial, monto en la bicicleta y se fue. Nunca había entendido a las mujeres, y ya tenía una edad en la cual esto empezaba a dejar de preocuparlo, sin embargo era algo más que se sumaba a esa “molesta” mañana.
Como de costumbre, cuando se sentía así, pedaleo de memoria, haciendo el mismo circuito de siempre, ya lo tenía perfectamente conocido y cronometrado, sabía que en poco más de una hora podría estar de vuelta y con mejor ánimo para seguir trabajando.
Hacía poco que había empezado a pedalear, le había tomado toda una vida plantearse hacerlo, pero al final lo había hecho, se había decidido y se alegraba de eso. Al principio la falta de estado físico había hecho de las salidas algo duro, pero ahora ya andaba mejor, solo le molestaba ese calor tan fuera de época. Tanto es así que casi no había podido estrenar la casaca de ciclismo que se había comprado…
Mientras pedaleaba seguía pensando, los problemas no lo abandonaban, sabía que le llevaría un tiempo, hasta que las endorfinas generadas por el ejercicio comenzaran a hacer su efecto, también sabía que no ayudaba hacer el mismo circuito, pues, como lo conocía de memoria, no necesitaba prestarle atención….pero, por otro lado, ahí estaba la gracia, poder dejarse llevar, pedalear y pedalear sin más, solo prestando el mínimo de atención al tráfico, y eso hasta llegar a la senda, una vez en ella podía prácticamente desconectarse de todo y dedicarse solo a sentir. Pero tenía que esperar llegar a la senda, porque el tráfico era peligroso, cuantos más ignorantes los conductores, menos respetuosos de los demás, y, para muchos, los ciclistas ni siquiera llegaban a ser los demás. En muchos casos ni siquiera los veían, era como si no existieran y manejaban en consecuencia, sin la más mínima preocupación por atropellar a alguno….es más, muchas veces había sentido que le tiraban el auto en sima a propósito, en fin, era hasta llegar a la senda, luego podía abandonarse y sentir.
Sentir la potencia saliendo de sus piernas, impulsando los pedales, arriba, abajo, arriba, abajo….una y otra vez en un movimiento gestacional, insuflando vida a su cuerpo. Sentir el viento en la cara, la sangre fluyendo por las arterias, el aire llenando los pulmones, sentir que los problemas pierden entidad, que si el país está en decadencia no va a ser él quien lo revierta, aunque no deje de hacer su mejor esfuerzo para tratar de, al menos, suavizar la pendiente hacia la mediocridad y decidía que se transmite a las nuevas generaciones,  que de nada vale enojarse con su mujer por actuar como actúa, que seguramente ella también tiene sus malos momentos y que hay que acostumbrarse a sacar el pecho y aguantar lo que venga, “que para eso es macho mi´jo” diría el abuelo….que tiempos los del abuelo, un mundo de contornos claros, donde había buenos y malos, los hombres eran hombres, y las mujeres eran  mujeres, con las debidas excepciones, que parece que siempre las hubo, pero que eran solo eso, excepciones, no normalidades como ahora,  donde estaba mucho más claro que ahora que estaba bien y que no, un mundo sin tantos conflictos donde la gente no se hacía problema por tener problemas, porque los problemas son parte de la vida, como lo son los nacimientos y la muerte, y la gente aceptaba esto sin que ningún sicólogo le metiera en la cabeza una serie de conflictos existenciales que nadie sabía que existieran siquiera…
Arriba, abajo, arriba, abajo, el viento se estaba poniendo fresco, se estaría nublando, no sería raro, el clima de la zona era así, y siguió pedaleando, sin siquiera levantar la vista para mirar el cielo. La música seguía sonando en los auriculares y el cuenta kilómetros seguía totalizando.
Pero su mente no se desconectaba, seguía ocupada, se acercaban las elecciones y eso también le molestaba, tener que soportar las campañas políticas, con la sarta de tránsfugas y ladrones que la inundaban, todos esos lobos famélicos que se disfrazaban de corderos para que el rebaños los acepte, y ese rebaño, cada vez más ignorante, que seguiría a uno u otro, no importaba, daba lo mismo, al final sería igual, siempre lo era, depositado el voto, el lobo se sacaba la careta y todo seguía como antes, a lo sumo cambiaba el nombre del nuevo representante del amo….
Huy, que dura venía la mañana. Pedaleo con más ahincó, encaro la pendiente sin cambiar de piñón para aliviar la subida….porque estaba subiendo, no recordaba esa pendiente, se irguió y miro alrededor, efectivamente estaba nublado, y la temperatura seguía bajando, ahora le vendría bien la casaca que se había comprado y casi no había usado, pero eso no era todo, el paisaje le era extraño, miro a uno y otro lado, si estaba seguro no conocía esos árboles, ni esa senda, ni ese arroyo que corría oculto al costado de la misma, ni esas montañas que se veían al final de ella. ¿A dónde estaba?
Arriba, abajo, arriba, abajo, ahora la pendiente descendía hacia lo que parecía un hermoso lago, ya no pensaba en nada, por fin su mente había tirado la mochila que la apretaba, ahora toda su atención estaba puesta en el paisaje, ¿a dónde estaba?
De pronto tomo conciencia que los auriculares ya no emitían sonido, miro su celular y comprobó que estaba apagado, estas porquerías siempre fallan, lo quiso encender de nuevo pero no pudo, era como que no tuviera batería, pero no podía ser había salido con la carga completa y debería durar toda la jornada, no no podía ser, seguro que se habría descompuesto, era un aparato de un par de años de antigüedad y lo de la obsolescencia programada, por más que lo desmentían, era algo muy real, como las brujas, que existir no existen pero que las hay las hay.
Siguió pedaleando ¿A dónde estaba? Nada le era familiar, ahora el paisaje cambiaba nuevamente. Que rápido, ¿a qué velocidad iba? Miro el odómetro para comprobarlo y ¡la rep..a madre! ¡no podía ser! ¡también fallaba!, el velocímetro directamente marcaba una E de error y el cuenta kilómetros decía 999 km, pero ahí no más se puso en cero (había dado la vuelta el totalizador) y empezaba a contar de nuevo, llegando nuevamente a 999 con pasmosa rapidez, ¿Qué estaba pasando? El paisaje seguía cambiando, ahora era una playa y el mar rugía ensordecedor presagiando una tormenta que se adivinaba en el horizonte.
Arriba, abajo, arriba, abajo, ya había perdido la noción del tiempo, él que siempre estaba pensando en algo ya no pensaba en nada, no sabía en qué pensar, el cuenta kilómetros seguía en su alocada vuelta de 999 km por vez, ya había el número de veces que lo había visto reiniciar la cuenta, el paisaje seguía cambiando en forma alocada, pero el ya había perdido hasta la capacidad de asombro, por eso apenas miro cuando paso cerca de los anillos de Saturno. ¡Que mañana aquella!
(c) Omar R. La Rosa
Córdoba, Argentina
23 Agosto 2015


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