Bici
Esa mañana había empezado complicada, debía haber sabido que lo mejor
que podía hacer era no hacer nada y dejar que el día pase, así, sin más. Pero
no nunca lo había hecho así, y esa vez no sería la excepción.
Lo primero era el calor, ese calor raro y húmedo que se había adueñado
del mes de mayo, haciendo del otoño una anormal primavera, ¿calentamiento
global? No lo sabía, pero todo el mundo decía que era por eso.
Otra cosa eran los exámenes, había tomado unas pruebas de matemáticas y
tenía que corregirlas, era una tarea desagradable, pues lo ponía frente a la
ignorancia y desidia que se había apoderado de la educación en los últimos
años, de la mano de las nuevas teorías que nadie entendía pero que todos repetían
como loros, esa manía de pensar que todo lo viejo está mal y que hay que
cambiar todo, por supuesto, sin pararse a cotejar resultados….pero, esa mañana
estaba desanimado, ¿Qué hacer para lograr aunque sea un pequeño cambio? ¿Cómo,
al menos, debatir con una mayoría boba
que teme pensar por sí misma y se encuentra cómoda repitiendo lo que otros
dicen?
No tenía ganas de seguir con eso, así que se le ocurrió cambiarse y
salir a pedalear. Un par de horas en la bicicleta solían ser suficientes para
cambiarle el ánimo.
Así que se cambio y se dispuso a salir.
Al hacerlo, como para continuar “la onda” de la mañana, porque todo
está relacionado con todo y nada pasa solo per se, tuvo un encontronazo con su
mujer, que empezó a quejarse de que ella no podía salir, que tenía que quedarse
trabajando en la casa y demás…cuando la noche anterior se habían puesto de
acuerdo (o eso creía él) en salir a pedalear juntos!...en fin, suspiro, dijo
algo circunstancial, monto en la bicicleta y se fue. Nunca había entendido a
las mujeres, y ya tenía una edad en la cual esto empezaba a dejar de
preocuparlo, sin embargo era algo más que se sumaba a esa “molesta” mañana.
Como de costumbre, cuando se sentía así, pedaleo de memoria, haciendo
el mismo circuito de siempre, ya lo tenía perfectamente conocido y
cronometrado, sabía que en poco más de una hora podría estar de vuelta y con
mejor ánimo para seguir trabajando.
Hacía poco que había empezado a pedalear, le había tomado toda una vida
plantearse hacerlo, pero al final lo había hecho, se había decidido y se
alegraba de eso. Al principio la falta de estado físico había hecho de las
salidas algo duro, pero ahora ya andaba mejor, solo le molestaba ese calor tan
fuera de época. Tanto es así que casi no había podido estrenar la casaca de
ciclismo que se había comprado…
Mientras pedaleaba seguía pensando, los problemas no lo abandonaban,
sabía que le llevaría un tiempo, hasta que las endorfinas generadas por el
ejercicio comenzaran a hacer su efecto, también sabía que no ayudaba hacer el
mismo circuito, pues, como lo conocía de memoria, no necesitaba prestarle
atención….pero, por otro lado, ahí estaba la gracia, poder dejarse llevar,
pedalear y pedalear sin más, solo prestando el mínimo de atención al tráfico, y
eso hasta llegar a la senda, una vez en ella podía prácticamente desconectarse
de todo y dedicarse solo a sentir. Pero tenía que esperar llegar a la senda,
porque el tráfico era peligroso, cuantos más ignorantes los conductores, menos
respetuosos de los demás, y, para muchos, los ciclistas ni siquiera llegaban a
ser los demás. En muchos casos ni siquiera los veían, era como si no existieran
y manejaban en consecuencia, sin la más mínima preocupación por atropellar a
alguno….es más, muchas veces había sentido que le tiraban el auto en sima a
propósito, en fin, era hasta llegar a la senda, luego podía abandonarse y
sentir.
Sentir la potencia saliendo de sus piernas, impulsando los pedales,
arriba, abajo, arriba, abajo….una y otra vez en un movimiento gestacional,
insuflando vida a su cuerpo. Sentir el viento en la cara, la sangre fluyendo
por las arterias, el aire llenando los pulmones, sentir que los problemas
pierden entidad, que si el país está en decadencia no va a ser él quien lo
revierta, aunque no deje de hacer su mejor esfuerzo para tratar de, al menos,
suavizar la pendiente hacia la mediocridad y decidía que se transmite a las
nuevas generaciones, que de nada vale
enojarse con su mujer por actuar como actúa, que seguramente ella también tiene
sus malos momentos y que hay que acostumbrarse a sacar el pecho y aguantar lo
que venga, “que para eso es macho mi´jo” diría el abuelo….que tiempos los del
abuelo, un mundo de contornos claros, donde había buenos y malos, los hombres
eran hombres, y las mujeres eran
mujeres, con las debidas excepciones, que parece que siempre las hubo,
pero que eran solo eso, excepciones, no normalidades como ahora, donde estaba mucho más claro que ahora que
estaba bien y que no, un mundo sin tantos conflictos donde la gente no se hacía
problema por tener problemas, porque los problemas son parte de la vida, como
lo son los nacimientos y la muerte, y la gente aceptaba esto sin que ningún
sicólogo le metiera en la cabeza una serie de conflictos existenciales que
nadie sabía que existieran siquiera…
Arriba, abajo, arriba, abajo, el viento se estaba poniendo fresco, se
estaría nublando, no sería raro, el clima de la zona era así, y siguió
pedaleando, sin siquiera levantar la vista para mirar el cielo. La música
seguía sonando en los auriculares y el cuenta kilómetros seguía totalizando.
Pero su mente no se desconectaba, seguía ocupada, se acercaban las
elecciones y eso también le molestaba, tener que soportar las campañas
políticas, con la sarta de tránsfugas y ladrones que la inundaban, todos esos
lobos famélicos que se disfrazaban de corderos para que el rebaños los acepte,
y ese rebaño, cada vez más ignorante, que seguiría a uno u otro, no importaba,
daba lo mismo, al final sería igual, siempre lo era, depositado el voto, el
lobo se sacaba la careta y todo seguía como antes, a lo sumo cambiaba el nombre
del nuevo representante del amo….
Huy, que dura venía la mañana. Pedaleo con más ahincó, encaro la
pendiente sin cambiar de piñón para aliviar la subida….porque estaba subiendo,
no recordaba esa pendiente, se irguió y miro alrededor, efectivamente estaba
nublado, y la temperatura seguía bajando, ahora le vendría bien la casaca que
se había comprado y casi no había usado, pero eso no era todo, el paisaje le
era extraño, miro a uno y otro lado, si estaba seguro no conocía esos árboles,
ni esa senda, ni ese arroyo que corría oculto al costado de la misma, ni esas
montañas que se veían al final de ella. ¿A dónde estaba?
Arriba, abajo, arriba, abajo, ahora la pendiente descendía hacia lo que
parecía un hermoso lago, ya no pensaba en nada, por fin su mente había tirado
la mochila que la apretaba, ahora toda su atención estaba puesta en el paisaje,
¿a dónde estaba?
De pronto tomo conciencia que los auriculares ya no emitían sonido,
miro su celular y comprobó que estaba apagado, estas porquerías siempre fallan,
lo quiso encender de nuevo pero no pudo, era como que no tuviera batería, pero
no podía ser había salido con la carga completa y debería durar toda la
jornada, no no podía ser, seguro que se habría descompuesto, era un aparato de
un par de años de antigüedad y lo de la obsolescencia programada, por más que
lo desmentían, era algo muy real, como las brujas, que existir no existen pero
que las hay las hay.
Siguió pedaleando ¿A dónde estaba? Nada le era familiar, ahora el paisaje
cambiaba nuevamente. Que rápido, ¿a qué velocidad iba? Miro el odómetro para
comprobarlo y ¡la rep..a madre! ¡no podía ser! ¡también fallaba!, el
velocímetro directamente marcaba una E de error y el cuenta kilómetros decía
999 km, pero ahí no más se puso en cero (había dado la vuelta el totalizador) y
empezaba a contar de nuevo, llegando nuevamente a 999 con pasmosa rapidez, ¿Qué
estaba pasando? El paisaje seguía cambiando, ahora era una playa y el mar rugía
ensordecedor presagiando una tormenta que se adivinaba en el horizonte.
Arriba, abajo, arriba, abajo, ya había perdido la noción del tiempo, él
que siempre estaba pensando en algo ya no pensaba en nada, no sabía en qué
pensar, el cuenta kilómetros seguía en su alocada vuelta de 999 km por vez, ya
había el número de veces que lo había visto reiniciar la cuenta, el paisaje
seguía cambiando en forma alocada, pero el ya había perdido hasta la capacidad
de asombro, por eso apenas miro cuando paso cerca de los anillos de Saturno. ¡Que
mañana aquella!
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