sábado, 28 de mayo de 2022

Cuidado - es la entrada a un viaje de dudosos resultados

 


-        Sí, aquí comienza el sendero – afirmó haciendo un alto en el trabajo de barrer la estancia. Luego, apoyándose sobre la escoba pregunto – ¿Esta seguro que quiere seguir adelante? –

-        Pues, sí, ¿Qué podría pasar? –  indagó a su vez el lector.

-        No, no sé, que se yo, se escuchan muchas cosas por ahí  

-        ¿Cosas? ¿Cómo qué? – la curiosidad le había tocado.

-        No me pregunte a mí, usted sabe que a los jefes no les gusta que los lectores avancen.  Y si ellos lo dicen por algo será ¿No? –

-        Sí eso ya lo sé, lo vemos a cada rato. Pero no me ha dicho que cosas se escuchan por ahí  

Algo turbado, y a la vez alagado de saber algo que él otro no sabia y que tanto interés tenía en conocer, se restregó las manos en el delantal, bajo la voz y la cabeza, como si eso diera más misterio a la acción.

-        ¿Es capaz de guardar un secreto? – preguntó cauteloso.

-        Tanto como usted  – “touché”.

-        Veo. – entendió   Pero, bueno, me arriesgare, parece una buena persona y creo que si repite esto por lo menos no dirá donde lo oyó  

-        Delo por hecho  

-        Pues, resulta que se dice que los que leen imaginan cosas…cosas extrañas, que en los libros hay palabras escritas por hechiceros malévolos, escritores les llaman, y son peligrosos, pueden hacer que la gente piense –

-        ¡Que la gente piense! ¡qué barbaridades dice! –

-        No lo digo yo lo dice el gobierno  

-        ¿Y usted les cree? –

-        Bueno, no veo porque el gobierno mentiría…  

-        Si, tiene razón – dijo aceptando lo que los medios de comunicación repetían a diario.

-        De todos modos, ¿Qué mal me puede hacer un poco de fantasía? –

-        ¿Qué se yo? Imaginar cosas que no son reales, como usted y yo –

-        Por favor, si nos pueden imaginar es que existimos, ¿acaso no dijo el filosofo “Pienso, luego existo”? –

-        Veo que es usted un hombre leído, bueno pase, pase  – dijo haciéndose a un costado para franquearle el camino mientras retomaba el aseo del lugar, sin dejar de mordisquear la brizna que tenia entre los dientes.

-        Gracias, a la vuelto paso y le compro unos tragos –

-        Ni falta que hace, que tenga suerte…y, por las dudas, cuidado con lo que lee  

© Omar R. La Rosa

Córdoba – Argentina

28 de Mayo 2022

 

Portada sobre imagen de Pinterest, crédito a quien corresponda

Puede encontrar novelas y antologías del autor en Amazon, Google...etc. Enlaces al comienzo del blog.

sábado, 21 de mayo de 2022

Gajes, toda profesión los tiene.

 Una tiene su trabajo, como cualquier otra, y, como a cualquier otra a una también le pasan cosas “raras” inexplicables. Gajes del oficio que le dicen.

A mí me pasó hace uno días, uno de esos días en que no estás con todas las ganas, pero hay que trabajar igual y los clientes no tienen la culpa. Ellos pagan lo que cuesta y es justo que reciban por lo que pagan, para eso se es profesional ¿no?.

Pero ese día en verdad no tenía ganas de trabajar. En mi interior rezaba, aunque digo que soy atea, para que no venga nadie. Me dolería volver a casa sin un peso, pero, si los clientes no vienen…no sería por mi culpa.

Pero los clientes si vienen, eso tiene este trabajo, la demanda parece inagotable. Siempre hay quien nos requiere.

Lo primero que me llamo la atención fue la forma en que el cliente se presento, apenas un par de golpecitos en la puerta, como con vergüenza, y el tiempo que quedo en espera. ¡Porque se quedo esperando hasta que le dije que pasara! Eso solo ya me puso sobre alerta, el tipo era raro.

Su aspecto era decepcionante, nada especial, más bien un pobre tipo. No siempre es así, hay veces en que los clientes bien podrían ser la mercancía y en esos casos el trabajo hasta parece premio, pero con este iba a ser un verdadero trabajo.

En fin a lo mío, lo haría tan profesional como sabia, en poco tiempo estaría listo y ya.

Me le acerque con paso felino, para desvestirlo, pero el tipo no me dejo, se aparto antes de que lo tocara. Esto me puso más nerviosa. A punto estuve de dar la alarma, no lo hice no sé por qué.

Quizás sea porque llegue a ver sus ojos, bajo el sobrero que aun no se había quitado. No recuerdo haber visto tanta pena y cansancio como en esos ojos, y eso que he visto más ojos de los que hubiera deseado.

Ahí nos quedamos los dos, parados, uno frente al otro, yo desnuda, dispuesta al trabajo, el aun sin desvestirse.

Entonces extendió sus brazos hacia mí, en un intento de abrazarme. Instintivamente hice un paso atrás, pero luego me arrepentí y fui hacia él. Lo bueno del lugar donde trabajo es la seguridad, un simple grito y dos “ángeles de la guardia” aparecerían para defenderme si fuera necesario.

Pero no hizo falta.

-          He pagado por toda la noche – me dijo avergonzado al tiempo que me llevaba a la cama con él.

Zas, pensé, un pesado. Resignada me recosté junto a él, sin dejar de abrazarlo…entonces él se acomodo sobre mi pecho, me dio un pequeño beso y…nada más, ¡se durmió en mis brazos!

Así, sin más, y no me ofendió para nada (que un cliente se te duerma no hace bien a tu reputación), y es que era tanta la ternura que brotaba de aquel hombre vestido, acostado a mi lado, durmiendo sobre mi pecho como una criatura…


Pase un largo rato sin saber qué hacer, tan solo atine a quitarle el sombrero y acariciar su cabeza, como se acaricia a un niño…una sonrisa afloro en sus labios y…en mi corazón.

Debo haberme quedado dormida yo también, porque de pronto me desperté sobresaltada, al notar que la cama estaba vacía y la luz del amanecer filtraba por la ventana.

Extrañada me incorpore y en vano lo busque por la habitación. Lo único que quedaba de aquel hombre era su recuerdo y una flor de papel, primorosamente plegada, en el lugar de la cama que había ocupado.

Gajes del oficio, ya lo dije, nunca me había pasado algo así.

Sulpicia (la menor)

viernes, 6 de mayo de 2022

Babel - un entrevero de palabras.


        ¿Alguna vez te has preguntado a donde van las palabras? –

        ¿Qué? –

        ¿Si alguna vez te has preguntado… –

        Sí, sí no soy sordo, te escuche bien. Pero no entiendo de que hablas  –

        De las palabras  – la cosa se empezaba a poner molesta.

        Aja  – asintió, en la esperanza de que el otro no continuara.

        ¿Y? ¿lo has pensado o no? – insistió luego de un  tiempo.

        Pues, no, nunca lo he pensado ¿Y? –

        Nada, solo quería saber si lo habías pensado alguna vez –

Se miraron un par de segundos

        Pobre – pensó, mirando a su compañero de marcha  – La presión lo está alienando, cada vez imagina cosas más extrañas  –

        Pobre  – pensó, tratando de escrutar el alma del compañero que lo miraba fijamente  – La presión le está haciendo perder la imaginación ya casi no ve ni lo que tiene delante de sus ojos  –

        ¿Qué remedio? – pensaron los dos.

Resignados volvieron la vista al frente, al camino, al puente que debían cruzar. Sobre él sobrevolaban palabras de todos los idiomas y dialectos, en tal cantidad que hasta se chocaban unas con otras.

Babel se iba convirtiendo en un pandemonio.