– ¿Alguna vez te has preguntado a donde van las palabras? –
– ¿Qué? –
– ¿Si alguna vez te has preguntado… –
– Sí, sí no soy sordo, te escuche bien. Pero no entiendo de que hablas –
– De las palabras – la cosa se empezaba a poner molesta.
– Aja – asintió, en la esperanza de que el otro no continuara.
– ¿Y? ¿lo has pensado o no? – insistió luego de un tiempo.
– Pues, no, nunca lo he pensado ¿Y? –
– Nada, solo quería saber si lo habías pensado alguna vez –
Se miraron un par de segundos
– Pobre – pensó, mirando a su compañero de marcha – La presión lo está alienando, cada vez imagina cosas más extrañas –
– Pobre – pensó, tratando de escrutar el alma del compañero que lo miraba fijamente – La presión le está haciendo perder la imaginación ya casi no ve ni lo que tiene delante de sus ojos –
– ¿Qué remedio? – pensaron los dos.
Resignados volvieron la vista al frente, al camino, al puente que debían cruzar. Sobre él sobrevolaban palabras de todos los idiomas y dialectos, en tal cantidad que hasta se chocaban unas con otras.
Babel se iba convirtiendo en un pandemonio.
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