El político
(Charlas en la cafetería)
- Buenas, de que va la cosa – saludó la recién llegada.
- De trabajo, siempre lo mismo, trabajo y más trabajo – se quejo una de las presentes.
- Esto no es vida – afirmó la otra y las tres estallaron en una carcajada. El chiste era viejo, muy viejo, pero no dejaba de causarles gracia.
- ¿Salen o regresan? –
- Salimos, de casualidad a las dos nos han tocado casi las mismas coordenas. ¿Y tú? –
- De regreso, ha sido un transporte…”trabajoso” …. – e hizo un gesto con las manos, como si hiciera falta enfatizar.
- ¿Alguien importante? –
- No, un pobre engreído, uno que se creía que era inmortal y de pronto se las tuvo que ver con migo. Normalmente esos tipejos suelen ser unos pesados, pero este…este se esforzó mucho, creedme –
- Cuenta, cuenta – Pidieron las dos intrigadas – Aun tenemos tiempo…jajaja –
- Ah, veo que están divertidas hoy – se rió también, como si el tiempo existiera para ellas.
- Pero bueno, si se invitan algo les cuento –
- No se diga más ¿Qué tomas? –
- Un respiro – y la risa volvió a brotar de sus desdentadas bocas.
- No, en serio, un café estará bien – pidió, y comenzó a comentar su último trabajo.
- El tipo era un caudillo hispanoamericano, de uno de esos países en que se disgrego el imperio español cuando reino el inútil deforme, al que nunca entendí por que llamaban el deseado… - La cara seria de sus compañeras le hizo ver que estaba divagando.
- En fin, estos tipos que dicen ser democráticos pero que se comportan como reyezuelos abundan por allí en estas épocas –
- Sí, si eso lo sabemos, buen trabajo nos dan con sus maneras de someter a la gente que dicen representar –
- Este también, pero tenía algo especial…una forma de ser capaz de convencer a cualquiera, carisma que le dicen –
- Uy sí, eso se da muchísimo por ahí –
- Si, empezó con aquello de que todavía no podía venir (como si alguien le hubiese preguntado), que tenía que ayudar a no sé qué pueblo que había sufrido una catástrofe y no sé cuantas cosas más. Argumento como un político de ley (que es lo que era)… - tomo un sorbo de café.
- Tendrían que haber estado allí, escuchar su voz, ver sus ojos, sus gestos, con decirles que me convenció –
- ¡¿Te convenció?! –
- Bueno, bueno, convencer, convencer no, tenía una larga lista de almas que recolectar en el lugar así que le di una semana, bajo promesa de que me vendría a ver cuando pasara ese tiempo –
- Ah, e imagino que al cabo de esa semana se presento ante ti y te acompaño –
- No, ni soñar, ¿Dónde has visto un político que cumpla lo que promete? No, de ninguna manera, así que pasada la semana no me quedo otra que presentarme de nuevo ante él. – tomo otro sorbo de café.
- Tendrían que haberle visto la cara cuando me le aparecí diciendo "¡Sorpresa, he vuelto!" … – hizo otra pausa, que aprovecho para terminar el café y concluyó – Yo no soy ninguna política –- Nos consta – asintieron las otras.
- Si hay algo que odio es la falsedad. Lo que digo lo cumplo – se había puesto seria – bueno me voy a entregarlo – dijo indicando la piltrafa que traía atada del cuello.
- ¡Qué tengáis una buena faena! –
- Gracias hermana, y…descansa, si te tomas el trabajo tan a pecho te va a dar un infarto – las tres volvieron a reír de la humorada.
© Omar R. La Rosa
(Charlas en la cafetería)
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