viernes, 29 de marzo de 2019

Cacería, nunca es buena la codicia


Durante milenios la manada había cazado al mismo rebaño, obteniendo de él su sustento diario, el que le permitía subsistir, sin grandes lujos a veces con carencias, pero siempre vivos.
No se sabe si el rebaño era consciente de eso, sabía si que cada tanto alguno de sus miembros perecería para alimentar a la manada, pero en general eran los miembros enfermos o particularmente débiles de la misma los que se sacrificaban, mientras el resto pastaba en relativa tranquilidad, se reproducía sin grandes inconvenientes y, en general la manada se mantenía estable y hasta, eventualmente, crecía.
No mucho, porque cuando la población aumentaba mucho la comida escaseaba…esto hacia que algunos individuos no pudieran alimentarse bien, se pusieran débiles y entonces la manada comía mejor.
Todo funcionaba tan bien como era posible, se podría decir que convivían en un estado de equilibrio dinámico.
Pero un día un miembro de la manada, particularmente afectado por la camada que alimentaba, no pudo soportar que una de sus crías, o varias, pereciera por falta de alimento, cuando había ahí no más a unos pasos, si se quiere, un rebaño rebosante de comida.
En vano trataron de explicarle que así eran las cosas, que para sobrevivir la manada debía tener un cierto número de individuos, justo los que podían subsistir del rebaño.
Pues, si ese era el caso, habría que aumentar el tamaño del rebaño, paran que no tuvieran que morir crías como las que acababa de perder.
Pero ¿Cómo?, ellos eran cazadores, y lo único que sabían hacer era cazar.
Pues, entonces habría que cazar mejor. Le parecía inaceptable que, en una temporada de buenos pastos, cuando en el rebaño había pocos individuos débiles, tuvieran que correr tanto para lograr alimento, si es que lograban cazar algo. Porque los individuos sanos del rebaño no eran fáciles de cazar.
Trabajo afanosamente en ello, aun contra la opinión de la mayoría. Por su puesto no lo pudo hacer abiertamente, tuvo que hacerlo disimuladamente, haciendo que la manada hiciera lo que quería, sin que lo supiera. Ya verían todos, cuando la caza fuera abundante, cuánta razón llevaba.
Así paso el tiempo, buscando y encontrando un lugar a donde llevar el rebaño, un lugar cerrado por tres lados, con una sola entrada, salida, donde la manada termino colocándose, de modo que ningún individuo podía abandonar el cautiverio sin pasar por donde ellos estaban, sin convertirse en comida.
Y esto funciono bien, en poco tiempo todas las crías estuvieron bien alimentadas, fuertes, ya no morían y la manada creció, pero no había problema, pues la comida estaba allí, al alcance de la mano. Entonces muchos le agradecieron, pero no todos, siempre había algún desconforme, en general individuos oscos y solitarios, viejos.
La cosa no se veía así desde el rebaño, luego de algún tiempo empezaron a darse cuenta de que algo no andaba bien.
Efectivamente, en algun momento notaron que su número disminuía, que siempre rumiaban los mismos pastos y que la única salida estaba tapada por la manada, y la manada los cazaba.
Como había sido siempre, pero distinto, porque ahora todos eran presas, no solo algunos que, de todos modos estaban ya condenados. Bastaba con acercarse a la manada para ser comido.
Entonces el miedo se apodero del rebaño, dejaron de comer, de beber, solo una idea se instalo en sus mentes, escapar. ¿Pero cómo? Ahí delante estaban sus captores, esperándolos.
Como no podía ser de otra manera, la situación no podía sostenerse en el tiempo, el equilibrio había sido roto. Así fue como una mañana, luego de una noche en vela, cuando los nervios ya no aguantaban más, un individuo del rebaño encaro la salida, no se sabe si consciente o no del futuro, pero sí de que así no podía seguir, y tras él otros hicieron lo mismo.
Como era obvio ese individuo fue cazado inmediatamente, al igual que el segundo, pero el tercero casi escapa. Es que los de la manada estaban muy ocupados con los cadáveres de la caza de los primeros.
Entonces un grupo pequeño, tres o cuatro, ciegos de terror, se lanzaron a la salida y uno cayó, pero tres pasaron y eso fue suficiente, en un instante el rebaños se dio cuenta que podía escapar y se armo una estampida que la manada no pudo controlar.
Fue una carnicería como nunca se había visto, en poco tiempo toda el rebaño había huido, dejando un tendal de cazadores aplastados y muertos, algunos aun con restos del rebaño entre sus dientes.
Pasado el frenesí, cuando la emoción del escape decayó, el rebaño se tranquilizo y, de apoco, retomo su cotidianeidad, volviendo a pastar y pacer como lo había hecho desde los tiempos antiguos.
No muy lejos de allí, los pocos sobrevivientes de la manada, entre ellos aquellos que habían sido expulsados de la misma por no pensar igual que el líder fallecido, observaban la escena. Por un instante habían ignorado la vida, hasta que la vida los ignoro a ellos.
No debían olvidar eso.

Córdoba – Argentina
29 de Marzo 2019

Omar R. La Rosa
El Escribiente
@ytusarg


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