sábado, 25 de mayo de 2019

Tablas - Cuando la victoria carece de sentido


Tablas

Ya había llegado a esa edad en que un hombre sueña con una sola cosa, encontrar un lugar tranquilo donde descansar donde pasar en paz el tiempo que le queda en esta tierra.
A lo largo de su vida había viajado por muchos lados, quizás no tantos como hubiera deseado, pero suficientes como para no decir que nunca había salido de su casa.
Y de todos los lugares que conocía había uno que, aunque no era el óptimo si era el posible, así que se había decidido.
No era mucho, solo era una pequeña chacra, o mejor dicho, era parte de lo que años a había sido una chacra, hoy abandonada, pero pegada al canal de riego a la que no le faltaba el agua.
Eso no dejaba de maravillarlo, como esa tierra naturalmente reseca, podía dar tanta vida cuando tocaba el agua, esa agua que llegaba al valle después de viajar cientos de kilómetros, desde los glaciares de los Andes, esos mismos glaciares que hoy se hallaban tan amenazados por la codicia de los extranjeros y la complacencia de los gobiernos que les permitían destruirlos para sacar el oro de sus entrañas….
La explotación minera a cielo abierto pendía sobre el valle como una espada de Damocles, cuando los glaciares desaparecieran el agua dejaría de llegar al valle y entonces el desierto recuperaría el territorio que el sudor de hombres trabajadores le había arrebatado a principios del siglo XX.
Pero, bueno, en sus años de vida había aprendido a conocer sus límites, ya no arremetía contra molinos de viento como cuando era joven, sabía que la cordura de un solo hombre podía enfrentar la locura de la avaricia, pero no era suficiente para vencer a los avaros, para eso eran necesarios muchos hombres cuerdos.
Pero estos no abundaban y sentía que no tenía fuerzas para salir a buscarlos, aunque sí para establecerse en el lugar decidido y tomar las medidas necesarias para que, si el canal se secaba, el lugar siguiera siendo vital.
Antes de decidirse había hecho estudios, había tomado medidas y hecho previsiones, ajustado cuentas, arreglado relaciones, atado acuerdos y recién después se había decidido a vender todos sus bienes y mudarse al lugar elegido.
Ni bien llego puso manos a la obra, empezó por cercar el lugar, arreglar una tranquera rota y limpiar las acequias, de a poco fue plantando las plantas que había juzgado necesarias, y colocado los paneles solares que le asegurarían independencia energética, todo marchaba sobre ruedas y cada mañana al levantarse, mate en mano, disfrutaba caminar por la chacra, alimentar algunos conejos y gallinas y vivir, plenamente.
Era lo que había deseado siempre, paz.
Paz que se rompió abrupta y definitivamente la noche en que los perros lo despertaron sobresaltados con los ruidos externos de los ladrones que lo habían invadido. Fue una experiencia desagradable que no paso a mayores porque había tomado algunas precauciones, y bastaron un par de tiros al aire para ahuyentar a los merodeadores.
Sin embargo, aunque los intrusos solo rompieron algunos paneles solares y se llevaron un par de conejos y tres gallinas, el daño que le causaron fue tremendo, pues él había creído que allí estaría a salvo de los hombres y ahora se daba cuenta que no era así.
Desde ese día el plan de trabajos se altero, pues a las tareas que llevaba adelante para asegurar que el agua siguiera llegando a su finca si llegaba el día en que los glaciares estuvieran tan dañados que no pudieran proveerla más, tubo que agregarle instalar las medidas de defensas que, ahora veía, serian imprescindibles.
No cabía duda que, si no tenían problemas en invadirlo para robarle un par de conejos, menos tendrían en hacerlo para quitarle el agua si llegaba el día en que esta faltara, pues por lo que podía ver, nadie estaba haciendo nada para evitar que esto pasara.
Qué cosa no, como era el ser humano, estas tierras desde su creación habían sido estériles, dominadas por el desierto, solo recorridas por nómades que no hacían con ellas otra cosa que transitarlas, hasta que llegaron los primeros colonos, que azada al hombro empezaron a rotularla, a sembrarla, trayendo hasta ella el agua desde cientos de kilómetros…y entonces empezaron los robos, los saqueos, siempre lo mismo, está el que trabaja y el que vive del trabajo de los otros.
Pero no era cuestión de mirar el pasado, lo que importaba era el futuro y al futuro se lo domina solo a fuerza de trabajo, por lo tanto siguió trabajando, día tras día, mes a mes, año a año.
Recurrió a viejos conocidos, incorporo tecnología avanzada y diseño y armo aquello que no estaba disponible y él quería tener.
Llegaron los primeros frutos, las primeras cosechas y con ellas volvieron los problemas, siguiendo el mandato universal, basto que se notara que aquella pequeña chacra generaba dinero para que alguien quisiera aprovecharse de él. Pero, a cada intento las medidas de seguridad aumentaban, y cada vez les era más difícil a los ladrones sacarle algo. Sin embargo, contrariamente a lo que él esperaba, otra cualidad humana afloro, el desafío.
Era como que, cuanto más difícil se tornaba robarle algo, más interés había en intentarlo.
El resto de su vida se transformo entonces en una épica batalla de ajedrez, cada movimiento tenía su respuesta y así la partida seguía cada mañana, todas las mañanas, hasta la última, esa en que al recorrer, con paso cansino, por el peso de los años, todo el perímetro de la chacra, no encontró rastro alguno de intento de robo. Reviso los registros y noto que no había sido necesario repeler ningún ataque.
Entonces de apoco, luego de revisar todo, antes de caer la tarde se fue a la galería a para sentarse en la reposera, con el termo y el mate a mano.
Con toda la paz del mundo se cebó un amargo, lo disfruto lenta, suavemente, hasta el último sorbo, se recostó contra el respaldo y cerró los ojos, por fin podía descansar en paz. Y eso hizo definitivamente.
Desde entonces se lo sigue viendo sentado en su reposera allá a lo lejos, baja la galería de su casa. Nunca nadie ha podido acercarse a retirarlo de ahí, las medidas de seguridad que él instalo siguen trabajando impecablemente, tal como él las dejo y no permiten que nadie entre a la chara sin permiso de su dueño….y el dueño sigue ahí, sentado en su reposera, en la galería, como él quería, en eterna paz.
La partida de ajedrez había terminado…en tablas.

Córdoba - Arg. Mayo 2019

Omar R. La Rosa
@ytusarg

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