Tablas
Ya había llegado a esa edad en
que un hombre sueña con una sola cosa, encontrar un lugar tranquilo donde
descansar donde pasar en paz el tiempo que le queda en esta tierra.
A lo largo de su vida había
viajado por muchos lados, quizás no tantos como hubiera deseado, pero
suficientes como para no decir que nunca había salido de su casa.
Y de todos los lugares que
conocía había uno que, aunque no era el óptimo si era el posible, así que se
había decidido.
No era mucho, solo era una
pequeña chacra, o mejor dicho, era parte de lo que años a había sido una
chacra, hoy abandonada, pero pegada al canal de riego a la que no le faltaba el
agua.
Eso no dejaba de maravillarlo,
como esa tierra naturalmente reseca, podía dar tanta vida cuando tocaba el
agua, esa agua que llegaba al valle después de viajar cientos de kilómetros,
desde los glaciares de los Andes, esos mismos glaciares que hoy se hallaban tan
amenazados por la codicia de los extranjeros y la complacencia de los gobiernos
que les permitían destruirlos para sacar el oro de sus entrañas….
La explotación minera a cielo
abierto pendía sobre el valle como una espada de Damocles, cuando los glaciares
desaparecieran el agua dejaría de llegar al valle y entonces el desierto
recuperaría el territorio que el sudor de hombres trabajadores le había
arrebatado a principios del siglo XX.
Pero, bueno, en sus años de vida
había aprendido a conocer sus límites, ya no arremetía contra molinos de viento
como cuando era joven, sabía que la cordura de un solo hombre podía
enfrentar la locura de la avaricia, pero no era suficiente para vencer a los
avaros, para eso eran necesarios muchos hombres cuerdos.
Pero estos no abundaban y sentía
que no tenía fuerzas para salir a buscarlos, aunque sí para establecerse en el
lugar decidido y tomar las medidas necesarias para que, si el canal se secaba, el
lugar siguiera siendo vital.
Antes de decidirse había hecho
estudios, había tomado medidas y hecho previsiones, ajustado cuentas, arreglado
relaciones, atado acuerdos y recién después se había decidido a vender todos
sus bienes y mudarse al lugar elegido.
Ni bien llego puso manos a la
obra, empezó por cercar el lugar, arreglar una tranquera rota y limpiar las
acequias, de a poco fue plantando las plantas que había juzgado necesarias, y
colocado los paneles solares que le asegurarían independencia energética, todo
marchaba sobre ruedas y cada mañana al levantarse, mate en mano, disfrutaba
caminar por la chacra, alimentar algunos conejos y gallinas y vivir,
plenamente.
Era lo que había deseado siempre,
paz.
Paz que se rompió abrupta y
definitivamente la noche en que los perros lo despertaron sobresaltados con los
ruidos externos de los ladrones que lo habían invadido. Fue una experiencia
desagradable que no paso a mayores porque había tomado algunas precauciones, y
bastaron un par de tiros al aire para ahuyentar a los merodeadores.
Sin embargo, aunque los intrusos
solo rompieron algunos paneles solares y se llevaron un par de conejos y tres
gallinas, el daño que le causaron fue tremendo, pues él había creído que allí
estaría a salvo de los hombres y ahora se daba cuenta que no era así.
Desde ese día el plan de trabajos
se altero, pues a las tareas que llevaba adelante para asegurar que el agua
siguiera llegando a su finca si llegaba el día en que los glaciares estuvieran
tan dañados que no pudieran proveerla más, tubo que agregarle instalar las
medidas de defensas que, ahora veía, serian imprescindibles.
No cabía duda que, si no tenían
problemas en invadirlo para robarle un par de conejos, menos tendrían en
hacerlo para quitarle el agua si llegaba el día en que esta faltara, pues por
lo que podía ver, nadie estaba haciendo nada para evitar que esto pasara.
Qué cosa no, como era el ser
humano, estas tierras desde su creación habían sido estériles, dominadas por el
desierto, solo recorridas por nómades que no hacían con ellas otra cosa que
transitarlas, hasta que llegaron los primeros colonos, que azada al hombro
empezaron a rotularla, a sembrarla, trayendo hasta ella el agua desde cientos
de kilómetros…y entonces empezaron los robos, los saqueos, siempre lo mismo,
está el que trabaja y el que vive del trabajo de los otros.
Pero no era cuestión de mirar el
pasado, lo que importaba era el futuro y al futuro se lo domina solo a fuerza
de trabajo, por lo tanto siguió trabajando, día tras día, mes a mes, año a año.
Recurrió a viejos conocidos,
incorporo tecnología avanzada y diseño y armo aquello que no estaba disponible
y él quería tener.
Llegaron los primeros frutos, las
primeras cosechas y con ellas volvieron los problemas, siguiendo el mandato
universal, basto que se notara que aquella pequeña chacra generaba dinero para
que alguien quisiera aprovecharse de él. Pero, a cada intento las medidas de
seguridad aumentaban, y cada vez les era más difícil a los ladrones sacarle
algo. Sin embargo, contrariamente a lo que él esperaba, otra cualidad humana
afloro, el desafío.
Era como que, cuanto más difícil
se tornaba robarle algo, más interés había en intentarlo.
El resto de su vida se transformo
entonces en una épica batalla de ajedrez, cada movimiento tenía su respuesta y
así la partida seguía cada mañana, todas las mañanas, hasta la última, esa en
que al recorrer, con paso cansino, por el peso de los años, todo el perímetro
de la chacra, no encontró rastro alguno de intento de robo. Reviso los
registros y noto que no había sido necesario repeler ningún ataque.
Entonces de apoco, luego de
revisar todo, antes de caer la tarde se fue a la galería a para sentarse en la
reposera, con el termo y el mate a mano.
Con toda la paz del mundo se cebó
un amargo, lo disfruto lenta, suavemente, hasta el último sorbo, se recostó
contra el respaldo y cerró los ojos, por fin podía descansar en paz. Y eso hizo
definitivamente.
Desde entonces se lo sigue viendo
sentado en su reposera allá a lo lejos, baja la galería de su casa. Nunca nadie
ha podido acercarse a retirarlo de ahí, las medidas de seguridad que él instalo
siguen trabajando impecablemente, tal como él las dejo y no permiten que nadie
entre a la chara sin permiso de su dueño….y el dueño sigue ahí, sentado en su
reposera, en la galería, como él quería, en eterna paz.
La partida de ajedrez había
terminado…en tablas.
Córdoba - Arg. Mayo 2019
Omar R. La Rosa
@ytusarg
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