-
Tango
¿Qué es eso? –
-
A
ver Alonso ¿Cómo se lo explico? – dudo Salvador
-
¿Me
permite señor? –
-
¿He?
Si, si – aceptó haciéndose a un lado para dejarle lugar a Ernesto
-
¿Ernesto?
–
-
Usted
no sabe Pacino – Aseveró Angustias abanicándose el sofocón con la mano.
-
Si,
ya veo que hay mucho que no se – mientras veía a Alonso salir del salón
acompañado por el secretario
-
¿A
dónde vamos? –
-
Al
barrio de la Boca, en Buenos Aires –
-
Aja,
¿así vestidos? –
-
Si,
será el año 2018 –
-
Pero,
¿entonces vamos a Argentina? ¿No querrá subirme a una de esas cosas que andan
por el aire? – pregunto Alonso al tiempo que se santiguaba
-
No,
no, usaremos una puerta – contesto Ernesto permitiéndose el desliz de esbozar
una sonrisa.
-
Pero,
¿no es que no hay puertas fuera del territorio Español? ¿o hemos vuelto a
recuperar Argentina? –
-
Nada
de eso. La puerta está en la embajada, que legalmente es territorio de la
corona –
-
Ahhh
–
Y
salieron al pasillo rumbo a la puerta elegida
---o---
-
¿En
serio? – preguntó Amelia sorprendida
-
Bueno,
eso me dijo Angustias – chismorreo Pacino
-
Eso
tenemos que verlo – Sentencio Irene que acababa de regresar de la Gran Via, de
la marcha del 8 M.
-
Pues,
vamos – Confirmó Pacino y salieron todos tras los bailarines
Al
cruzar la puerta se encontraron en el coqueto interior del edificio de la
Avenida Presidente J. Figueroa Alcorta 3102, en la ciudad de Buenos Aires.
Por
suerte para ellos el embajador estaba conversando animadamente con Ernesto y
nadie les prestó atención. Disimuladamente ganaron la calle y esperaron en un
taxi hasta que de la embajada salió el auto que llevaba a Alonso con Ernesto
y….el embajador.
Anduvieron
siguiéndolos un buen trecho hasta tomar la avenida Pedro de Mendoza. A
izquierda el Riachuelo, a derecha, entre casas y edificios, el cuartel de los
Bomberos de la Boca, el primer cuartel de bomberos de la república Argentina.
En las
proximidades del caminito se bajaron y siguieron a pie, dejando la costa atras,
enfilando hacia la Bombonera.
Sin
embargo, en algún momento, los perdieron entre la multitud de turistas y
transeúntes
-
¿Y
ahora qué hacemos? – se cuestiono Irene
-
Tranquilas
pollitas, para eso las acompaña un policía de la vieja guardia – se pavoneo
Pacino mientras se escabullía, justo a tiempo de evitar las represalias
femeninas.
Mientras
Pacino hacia sus pesquisas, Amelia e Irene aprovecharon para recorrer la
infinidad de tiendas y tenduchas, detenerse a contemplar una pareja de
bailarines callejeros que lustraban el adoquinado con sus pasos y comprar un
paquete de garrapiñadas.
En este
devenir, entrando y saliendo de los antiguos conventillos pintados de vivos
colores, hoy transformados en tiendas de artesanías, dieron a pasar por un
zaguán cuya puerta abierta dejaba escapar las lastimosas notas de un fuelle
“canchengue”.
-
Mi
Dios – se le escapó una nota de asombro a Amelia
-
¡¿Qué?!
– preguntó Irene y se quedo con la boca abierta
En el
interior del patio al que daba el zaguán estaba Ernesto, en su traje
impecable…bailando tango “en una baldosa” con una morocha de pelo negro como la
noche y piel blanca como la luna, vestida con falda corta de generoso tajo a la
izquierda y medias negras con costura. (1)
Era
digno de ver el compas, las quebradas, los lustres y sentadas, el continuo
trajinar de los pies que desmentían la sobriedad del torso casi inmóvil y el
recorrer de la pista. Que parecía que volaban más que danzar.
Con las
piernas femeninas en un continuo entrelazarse, de atar y desatar con las del
hombre.
-
¿Ves
lo que yo Irene? –
-
Si
Amelia – afirmó aun asombrada – me habían dicho que era buen bailarín, pero, ver
para creer- y se quedó pensativa
-
¿En
qué piensas? –
-
Que
si hubiera sabido esto ayer, me hubiese venido para aquí antes que ir a la Gran
Via -
Y ambas
rieron cómplices, hasta que llego Pacino y las saco de la contemplación.
-
Fa,
¿Quién diría? – dijo este asombrado al ver la escena.
-
¿Y
Alonso? –
-
¿Alonso?
A cierto, ahí está sentado en esa silla tras la mesa – dijeron al pasar
mientras seguían con atención los sensuales pasos de la pareja.
-
Ya
nadie baila así –
-
Mira
como la toma, como la lleva, ¡qué hombre! –
En vano
Pacino trato de llamarles la atención. Resignado se fue a hablar con Alonso.
-
¿Qué
tal macho? ¿Qué ha pasado que tienes cara de perro que volteo la olla? –
-
¡Que
esto del baile no es para mí! – suspiró, para luego aclarar
-
Que
la he pisado – señalando a la muchacha que bailaba con otro hombre
Ante la
cara de desasosiego del compañero, Pacino respiró, tomó un trago del vaso con
vino “Carlon”(2) (invitación del embajador. Una de las pequeñas
ventajas de ser parte del ministerio) y trató de consolarlo.
-
Bueno,
una que otra vez, es lógico… – disculpó el poli.
-
¡Todas!
– Aclaró Alonso amargado para luego amenazar
-
Si
lo comentas te mato –
-
Tranquilo,
seré una tumba –
-
De
eso estoy seguro – gruño Alonso.
Notas : (1) https://www.youtube.com/watch?v=NHk0yv7ePEo
(2) vino Carlon: https://www.devinosyvides.com.ar/nota/348-que-era-el-vino-carlon
© Omar R.
La Rosa
Córdoba - Argentina – 10 Marzo 2018
@ytusarg
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