sábado, 28 de marzo de 2020

Tango


-                Tango ¿Qué es eso? –
-                A ver Alonso ¿Cómo se lo explico? – dudo Salvador
-                ¿Me permite señor? –
-                ¿He? Si, si – aceptó haciéndose a un lado para dejarle lugar a Ernesto
-                ¿Ernesto? –
-                Usted no sabe Pacino – Aseveró Angustias abanicándose el sofocón con la mano.
-                Si, ya veo que hay mucho que no se – mientras veía a Alonso salir del salón acompañado por el secretario
-                ¿A dónde vamos? –
-                Al barrio de la Boca, en Buenos Aires –
-                Aja, ¿así vestidos? –
-                Si, será el año 2018 –
-                Pero, ¿entonces vamos a Argentina? ¿No querrá subirme a una de esas cosas que andan por el aire? – pregunto Alonso al tiempo que se santiguaba
-                No, no, usaremos una puerta – contesto Ernesto permitiéndose el desliz de esbozar una sonrisa.
-                Pero, ¿no es que no hay puertas fuera del territorio Español? ¿o hemos vuelto a recuperar Argentina? –
-                Nada de eso. La puerta está en la embajada, que legalmente es territorio de la corona –
-                Ahhh –
Y salieron al pasillo rumbo a la puerta elegida
---o---
-                ¿En serio? – preguntó Amelia sorprendida
-                Bueno, eso me dijo Angustias – chismorreo Pacino
-                Eso tenemos que verlo – Sentencio Irene que acababa de regresar de la Gran Via, de la marcha del 8 M.
-                Pues, vamos – Confirmó Pacino y salieron todos tras los bailarines
Al cruzar la puerta se encontraron en el coqueto interior del edificio de la Avenida Presidente J. Figueroa Alcorta 3102, en la ciudad de Buenos Aires.
Por suerte para ellos el embajador estaba conversando animadamente con Ernesto y nadie les prestó atención. Disimuladamente ganaron la calle y esperaron en un taxi hasta que de la embajada salió el auto que llevaba a Alonso con Ernesto y….el embajador.
Anduvieron siguiéndolos un buen trecho hasta tomar la avenida Pedro de Mendoza. A izquierda el Riachuelo, a derecha, entre casas y edificios, el cuartel de los Bomberos de la Boca, el primer cuartel de bomberos de la república Argentina.
En las proximidades del caminito se bajaron y siguieron a pie, dejando la costa atras, enfilando hacia la Bombonera.
Sin embargo, en algún momento, los perdieron entre la multitud de turistas y transeúntes
-                ¿Y ahora qué hacemos? – se cuestiono Irene
-                Tranquilas pollitas, para eso las acompaña un policía de la vieja guardia – se pavoneo Pacino mientras se escabullía, justo a tiempo de evitar las represalias femeninas.

Mientras Pacino hacia sus pesquisas, Amelia e Irene aprovecharon para recorrer la infinidad de tiendas y tenduchas, detenerse a contemplar una pareja de bailarines callejeros que lustraban el adoquinado con sus pasos y comprar un paquete de garrapiñadas.
En este devenir, entrando y saliendo de los antiguos conventillos pintados de vivos colores, hoy transformados en tiendas de artesanías, dieron a pasar por un zaguán cuya puerta abierta dejaba escapar las lastimosas notas de un fuelle “canchengue”.
-                Mi Dios – se le escapó una nota de asombro a Amelia
-                ¡¿Qué?! – preguntó Irene y se quedo con la boca abierta
En el interior del patio al que daba el zaguán estaba Ernesto, en su traje impecable…bailando tango “en una baldosa” con una morocha de pelo negro como la noche y piel blanca como la luna, vestida con falda corta de generoso tajo a la izquierda y medias negras con costura. (1)
Era digno de ver el compas, las quebradas, los lustres y sentadas, el continuo trajinar de los pies que desmentían la sobriedad del torso casi inmóvil y el recorrer de la pista. Que parecía que volaban más que danzar.
Con las piernas femeninas en un continuo entrelazarse, de atar y desatar con las del hombre.
-                ¿Ves lo que yo Irene? –
-                Si Amelia – afirmó aun asombrada – me habían dicho que era buen bailarín, pero, ver para creer- y se quedó pensativa
-                ¿En qué piensas? –
-                Que si hubiera sabido esto ayer, me hubiese venido para aquí antes que ir a la Gran Via -  
Y ambas rieron cómplices, hasta que llego Pacino y las saco de la contemplación.
-                Fa, ¿Quién diría? – dijo este asombrado al ver la escena.
-                ¿Y Alonso? –
-                ¿Alonso? A cierto, ahí está sentado en esa silla tras la mesa – dijeron al pasar mientras seguían con atención los sensuales pasos de la pareja.
-                Ya nadie baila así –
-                Mira como la toma, como la lleva, ¡qué hombre! –

En vano Pacino trato de llamarles la atención. Resignado se fue a hablar con Alonso.
-                ¿Qué tal macho? ¿Qué ha pasado que tienes cara de perro que volteo la olla? –
-                ¡Que esto del baile no es para mí! – suspiró, para luego aclarar
-                Que la he pisado – señalando a la muchacha que bailaba con otro hombre
Ante la cara de desasosiego del compañero, Pacino respiró, tomó un trago del vaso con vino “Carlon”(2) (invitación del embajador. Una de las pequeñas ventajas de ser parte del ministerio) y trató de consolarlo.
-                Bueno, una que otra vez, es lógico… – disculpó el poli.
-                ¡Todas! – Aclaró Alonso amargado para luego amenazar
-                Si lo comentas te mato –
-                Tranquilo, seré una tumba –
-                De eso estoy seguro – gruño Alonso.

                                                                                                                                                                               
 © Omar R. La Rosa
Córdoba -  Argentina – 10 Marzo 2018
@ytusarg

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