domingo, 28 de abril de 2019

cinco puertas + lista enlaces mdt



Cinco historias apócrifas del Ministerio del Tiempo.
Fanfic de la serie de TVE “El Ministerio del Tiempo”

Agradecimiento especial a los hermanos Olivares, por haber hecho esta hermosa serie y a los ministericos de los distintos grupos de faceboock. Ellos son los catalizadores que me llevaron a escribir más en serio…a sí que ya saben a quienes dirigir sus quejas.

Descarga gratuita en formato epub por pedido a cinco puertas 

- A muy lindo lo suyo ¿y quienes no pueden leer el formato  epub que hacen? - comento el arriero con su típica lógica de hombre de las llanuras pampeanas
- Eh ¿que cree? ¿que no los iba a tener en cuenta? ¡me extraña! - contesto el escribiente ufano.
Como el arriero lo miraba esperando explicación, agrego
- Para ellos he hecho la siguiente recopilación de los relatos del ministerio del tiempo publicados en este blog. Basta con pinchar el enlace del titulo y ya -
- Y ya ¿que? -
- A leer -
- Ah..."uste" sigue delirando con eso de que la gente lo lee. A lo sumo alguno por compasión. -
Le miro significativamente y, sin decir nada más saco, de detrás de la oreja, el "chala a medio fumar" que llevaba; lo coloco entre los labios, lo encendió y se fue.

Como sea, a continuación la mencionada lista, espero les guste:

tiempo de reconquista

tiempo de navidad

tiempo de realeza

tiempo de perdida   el cazador de vermont

tiempo de resistencia  tiempo de resistencia parte 8

Entrevero Real

Noche de Reyes

Con Licencia

Regreso

Demora Real

Barrabas

Camino de Emaus


Omar R. La Rosa
El escribiente
@ytusarg


miércoles, 17 de abril de 2019

Camino de Eamus - fan fic del mdt


Camino de Emaus.
Parte final
Continuación de "Barrabas".

El sol de primavera ya se adivinaba en el horizonte mientras Pacino y Amelia desayunaban en la fonda en la cual estaban alojados junto con Alonso.
Pobre Alonso, la crucifixión le había afectado mucho. Costaba creer que se quedara parado al pie de la cruz sin atinar a hacer nada, él, tan de armas tomar, de pronto se comportaba de esa manera tan extraña que resultaba desconocido.
Desde aquella tarde en el Gólgota ya no era el mismo. Casi no comía, no hablaba, no dormía,  no se movía más allá de lo estrictamente necesario, estaba en un estado que comenzaba a preocupar  a todos.
Sobre este tema cavilaban Amelia y Pacino mientras terminaban la pitanza, cuando apareció Alonso, viniendo de la zona de habitaciones. Nadie que lo viera reconocería en él al bravo soldado de los tercios, hombre de guerra curtido en los campos de Flandes mientras servía al rey y en mil peripecias a través del tiempo, desde que ingresara en el ministerio.
Vestía un simple sayo de tela burda atado a la cintura con un cordel. Como todo calzado llevaba unas simples sandalias, nada más alejado de sus omnipresentes botas.
-          Alonso – Saludo Amelia sorprendida, con una leve inclinación de cabeza
-          ¿Cómo va compañero? – pregunto Pacino
-          ¿Compañeros? – se pregunto él.
-          No, ya no más. Hasta aquí llego yo. – Aclaro negando con la mano.
-          ¿Qué dices pedazo de hombrote? –
-          Lo que oís, hasta acá he llegado. Ha sido un gusto conoceros compañeros. De aquí en más seguís sin mi –
-          No puedes abandonar, debes acompañarnos de regreso a España – intento ordenar Amelia
-          Lamento decepcionaros señora, pero ya no tenéis poder sobre mí persona. Soy un hombre muerto y nada podéis ya contra mi –
-          Pero ¿¡que dices!? – le increpo Pacino al tiempo que intentaba darle una palmada en la espalda. Alonso la evito violentamente amenazando 
-          No me toquéis –
-          Vamos Alonso, ¿Qué te esta pasando? – pregunto dando un paso atrás, si no con temor, si con precaución.
-          Nada solo que el hombre que conocíais ya no existe. – filosofo – Toda mi vida serví a mi rey y a mi Dios, el primero era un hombre y poco se puede esperar de los hombres, pero el segundo…el segundo…- y no dijo más, una nota de angustia le atenazo la garganta ahogando las palabras.
En silencio, sin decir otra palabra salió a la calle y desapareció de la vista.
-          Espera, ¿A dónde vas? – Pidió Amelia tendiendo la mano hacia él en un vano intento de retenerlo.
-          ¿Qué hacemos? – pregunto angustiada, mirando a Pacino con desesperación.
-          Pues, seguir tu plan, tratar de llegar a España y conseguir ayuda del ministerio. –
-          Tienes razón, solos no podremos hacer mucho. Vamos – acepto al tiempo que se incorporaban.
-          Disculpa que insista ¿Estás segura de lo que hacemos? – dudo el policía.
-          Ya te he dicho que no, pero ¿Qué otra cosa podemos hacer? – cuestiono
-          Si, tienes razón, de alguna forma tenemos que salir de aquí –
-          Así es, por suerte en esta época ya existe Hispania, si llegamos hasta ella tenemos alguna posibilidad que desde el ministerio nos den una mano – anhelo Amelia
-          Espero que ya sepan lo de la explosión y nos estén buscando –
-          Esperemos -
-          Repacemos el plan ¿lo tienes claro verdad?– pidió al salir de la taberna.
-          Por su puesto, ¿Qué crees? –
Como toda respuesta Amelia levanto una ceja y le miro significativamente
-          Bueno, vale. Tú eres la hija de un comerciante hispano, que es enviada a casa de regreso por su padre y yo soy el sirviente encargado de protegerte. ¿Conforme? –
-          Bueno, adelante, y recuerda, no hables, déjame a mí, tú no conoces la lengua. – advirtió Amelia mientras, a sus espaldas, Pacino hacia una morisqueta burlona que por suerte ella no vio.
-          Tenemos que averiguar cómo ir de aquí a algún puerto desde el cual podamos seguir viaje a Grecia, o, con un poco de suerte a la misma Roma, ya allí veremos cómo seguimos a España –
-          Si no recuerdo mal en esta época las comunicaciones dentro del imperio eran bastante buenas – comento Pacino, más para hacer notar que sabia algo del momento que por otra cosa.
-          Ojala así sea – deseo Amelia
-          Si, será algo incomodo, pero nada más. Lo que me preocupa en serio es Alonso – comento volviendo al tema que los ocupaba.
-          Pobre, la crucifixión de Jesús lo ha dejado muy mal. No recuerdo haberlo visto nunca así, ni siquiera cuando descubrió la verdad sobre su abuelo –
-          Espero lo supere.-
-          No sé, es un hombre algo “rígido”, que de pronto ha visto como las bases de sus valores se derrumbaron ante sus ojos –
-          Bueno, es que creo que todos esperábamos ver a Jesús resucitado…y hasta aquí nada que sepamos – comento Pacino con un dejo de decepción en la voz.
Sin más apuraron el paso para llegar al palacio del gobernador con tiempo para ser atendidos.
--------------
A media mañana Alonso se encontraba sobre el camino, saliendo de Jerusalén al norte.
Al poco de estar en el se le acerco otro caminante que iba en su misma dirección
-          Buenos días, ¿le acompaño? –
Como toda respuesta Alonso alzó los hombros en claro gesto de que le daba lo mismo.
-          ¿Para donde va? – pregunto el compañero luego de caminar a su lado una decena de metros
-          A donde mis pasos me lleven – fue la lacónica respuesta
-          Entonces, ¿de donde viene? – volvió a preguntar el otro, que obviamente tenia ganas de hablar, cosa que el soldado español no tenia, por lo que se limito a indicar con el pulgar por encima de la espalda, apuntando hacia Jerusalén.
-          ¿Y antes? –
Alonso se paro en seco y encaro al “pesado” ese para ponerlo en su lugar. Pero no pudo, por alguna razón el hombre le inspiro compasión, apego, empatía…no sabia, y en vez de dejarlo parado con alguna salida destemplada se escucho a si mismo contándole la verdad
Y fue como romper la compuerta de un embalse, una vez las palabras empezaron a salir ya no las pudo parar.
Mientras caminaban el otro escuchaba atentamente y solo muy de vez en cuando interrumpía para hacer alguna pregunta pertinente
-          …y resulto que mi abuelo era todo lo contrario de lo que mi padre me había hecho creer…-
-          Bueno, es que muchas veces los hijos suelen idealizar a los padres, aunque no siempre, otras veces los demonizan con igual facilidad –
-          Pues el mío idolatraba al suyo. Contando sus ideas de él me hizo creer en todo eso del honor, el sacrificio y esas cosas que en este mundo a nadie le importan –
-          ¿Y a ti? –
-          A mí si me importan, he puesto mi vida en juego por ellas…- casi grito.
Y así, conversando de esto y aquello siguieron levantando polvo en el camino.
-          …pero lo que más me ha jodido ha sido esta semana. Ver como la canalla pedía a gritos ¡y le daban!, la liberación de un asesino confeso mientras nadie hacia nada para evitar el suplicio de un hombre bueno y justo …. – solo recordar las escenas le hacían hervir la sangre
-          …Es que así tenía que ser para que se cumplieran las escrituras…- explico el circunstancial compañero de camino.
-          Las escrituras, las escrituras…siempre lo mismo. Cuando no saben que decir es eso o aquello de la voluntad de Dios o…todos dicen lo mismo, pero ¿Quién conoce en verdad la voluntad de Dios? – Le increpo
-          No se, yo seguro que no – se atajo el otro
-          ¿Entonces? – cuestiono.
En vez de contestar el otro pareció cambiar de tema. Viendo unas rocas a la vera del camino, unos pasos más adelante, le invito a sentarse, al tiempo que sacaba un pequeño obre y le convidaba.
-          Me dices que eres soldado – comento mientras recibía el obre que le devolvían.
-          Era, cuando estaba vivo – soltó con amargura Alonso, secándose una gota de rojo vino que le caía de la comisura del labio.
-          Cierto que ahora estas muerto- acepto con condescendencia el compañero de camino, para luego preguntar
-          Pero dime, si estás muerto ¿entonces quien levantaba polvo con tus sandalias mientras caminábamos? –
Alonso fijo momentáneamente su vista en las huellas dejadas.
-          Está bien ¿y que si soy soldado? –
-          Nada, solo curiosidad. ¿has participado en alguna batalla? –
-          ¡¿Qué si peleado alguna batalla?! Miles, para que sepáis señor y siempre en primera línea – desafió con orgullo
-          ¿Y te han herido alguna vez? –
-          Por su puesto, mira aquí y aquí y… - conto mostrando las cicatrices que lucia.
-          ¡Qué bárbaro! – exclamo el otro – y seguro que habrás visto morir mucha gente –
-          Más de las que quisiera –
-          ¿Algún compañero? –
-          Varios – se entristeció
-          ¿Y qué hiciste ante eso? Digo, cuando te hirieron o viste morir algún camarada.- comento tratando de verlo a los ojos. Como Alonso siguiera con la vista baja y nada dijera insistió
-          Te habrás vuelto a tu casa, supongo. Por lo menos yo lo hubiera hecho. Supongo que todos harían lo mismo, pudiendo hacerlo –
-          ¡No, todos no!. ¡Solo los cobardes huyen del campo de batalla! – se enfureció y, poniéndose tieso, levanto la vista, haciendo contacto visual con su interlocutor.
Entonces este sonrió, sabiendo que el soldado había entendido. Luego, poniéndose de pie dijo
-          Debo irme, ahí se acercan Cleofas y su compañero, debo acompañarlos a Eamus –
Alonso seguía tieso aun sentado en la piedra al costado del camino.
-          Vamos Alonso, levántate y anda – le dijo Él tendiéndole la mano para ayudarlo a incorporarse.
Al tomarla Alonso noto la yaga en su palma.
-          Ya has resucitado. Ahora ve, tu gente te necesita – saludo el hombre y se alejo para seguir camino con los recién llegados,
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-          ¿Cómo que no nos va a ayudar? - Salto Pacino ante el oficial romano, olvidando el consejo de Amelia
-          Quid dicis labore sudatum est? (¿Que dices escoria?) – Espeto el soldado con mal talente
-          Veniam in me domine, et non intellegetis et linguae (Disculpe señor, no entiende el idioma)  – se excuso Amelia al tiempo que, tomando del brazo con fuerza a Pacino, lo sacaba al patio
-          ¡¿Qué has hecho insensato?!-
-          ¿Qué qué he hecho? ¿¡No has visto como se te insinuaba ese!?. No nos pensaba ayudar solo quería aprovecharse de ti – seguía enojado
-          ¿Y te crees que no se defenderme sola? – Cuestiono Amelia mas enojada que él
-          Si, como te “defendiste” de Lope – gruño para si
-          ¿Qué dices? –
-          Nada, nada -
-          En fin. Ahora no solo no nos ayudaran si no que hasta corremos peligro de que nos encarcelen –
-          Por muy romano que sea no le voy a permitir tomarse esas libertades –
-          Te estás comportando como Alonso… -
-          ¡Alonso!. Sera mejor que volvamos a ver como sigue, mientras se nos ocurre otra salida –
Al llegar a la posada lo encontraron esperándolos ya vestido como de costumbre
-          Vamos – les urgió
-          Tenemos que volver a España –
-          No es posible, aquí no hay puertas – dijo Amelia
-          Si, si que la hay – y dirigiéndose a Pacino
-          ¿Recuerdas cuando vinimos con el emperador? (1) – En esa misión Amelia no había participado, por lo menos no directamente.
-          Cierto – Recordó Pacino y acompañado de Amelia siguieron a Alonso hasta el templo donde encontraron la puerta, tal como la recordaran
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Ya en la cafetería del ministerio Alonso contaba por enésima vez su aventura. Amelia prestaba atención, pero su semblante expresaba consternación.
-          Y tu hablaste con ese hombre sin problemas –
-         -  Así es, tal como dije –
 -          Pero tú no sabes arameo ¿o sí? –
-          No, para nada, conversamos en la preciosa lengua de Cervantes, que para eso Dios nos la ha dado –
-          Sí, nos la dio Dios…pero casi 1500 años después de tu “conversación” –
En eso apareció Angustias invitándolos a pasar a la oficina del jefe, que los recibiría en ese momento.
Estaban de vuelta en casa de nuevo.
Córdoba – Argentina
17 de Abril 2019
Omar R. La Rosa
El Escribiente
@ytusarg

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(1)    “Tiempo de Realeza – año 7 aC – reyes por un tiempo”  (volver) https://ytusarg.blogspot.com/2017/01/tiempo-de-realeza-ano-7-ac-reyes-por-un.html

sábado, 13 de abril de 2019

Barrabas - fan fic del mdt



Continuación de "Demora Real" 


Barrabas

Concluido el “incidente de la escalera en el avión” partieron para Córdoba, donde los reyes participarían de la inauguración del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española. El que, a Dios gracias, paso sin mayores incidentes.
Antes de que los reyes iniciaran el regreso, les llego una invitación muy especial. Los invitaban a tomar un café en el consulado, la reina tenia deseos de conocerlos.
Llegaron a la hora prevista y los hicieron pasar sin demora. Los llevaron a una oficina con una pequeña mesita en el centro y varias sillas y un par de sillones alrededor. Allí aguardaron unos minutos hasta que por una puerta lateral entraron Felipe VI y doña Leticia.
-          Su majestad – saludo Alonso haciendo una aparatosa reverencia que arranco una leve sonrisa en la reina
-          Señor – Saludo Pacino, formal pero no tanto, mientras Amelia hacia una leve y femenina reverencia.
-          Por favor señora, señores – pidió el rey indicando los asientos, al tiempo que él y la reina se ubicaban en sendas sillas.
-          Es un placer conocerlos – Comenzó el rey.
-          La existencia del ministerio es un secreto de esos que se transmiten de generación en generación y todos los reyes de España sabemos de él, pero son pocas las oportunidades que tenemos de encontrarnos con algunas de sus patrullas – explico al tiempo que expresaba su beneplácito por tenerlos allí.
-          Siempre es un honor servir al país – índico Pacino al tiempo que un mozo entraba con una bandeja en la cual humeaban varios pocillos de apetecible café.
Mientras el servidor estuvo presente la conversación fue trivial. Cuando este se retiro el rey se puso más serio y cambio abruptamente de tema
-          Como sabéis, dentro de nuestro gobierno hay muchos a los que nos les gusta que se destinen fondos públicos para mantener vuestras operaciones – todos asintieron, consientes de la realidad que vivían.
-          Aun así hemos logrado que TVE asegure el funcionamiento del ministerio del tiempo por una temporada más, por lo menos…- hizo una pausa para sorber un trago de café
-          Esto nos ha ganado algunos enemigos –
-          Varios enemigos, diría yo – tercio la reina
-          Ellos harán todo lo posible por lograr que la historia de España se pierda, y con ella el mundo hispano – continuo el rey
-          Ya veis lo que ha pasado al llegar a Buenos Aires – índico doña Leticia, mientras la patrulla intercambiaba miradas, tratando de adivinar para donde iba la charla.
-          ¿Se sabe quiénes son los enemigos? – indago Alonso, ya dispuesto a empuñar su espada
-          Desgraciadamente aun no – negó don Felipe
-          Es que la gente de TVE y don Javier Olivares aun no nos lo dicen – se disculpo innecesariamente doña Leticia
-          ¿Qué deseáis de nosotros? – pregunto impacienté e imprudentemente Pacino.
-          Pues, como sabéis, si bien los reyes conocemos la existencia del ministerio desde Isabel I, el lamentable suceso de don Felipe II, nos ha vedado utilizar sus puertas –
-          Menudo cambio se había mandado el Felipillo – susurro Pacino al oído de Amelia. Con una leve inclinación de la cabeza asintió recordando aquel episodio.
Mientras el rey seguía con su explicación
-           Por eso necesitamos que cuando lleguéis a España, a la España del 2020, entreguéis esto al ministerio – indico el rey dándole un pequeño mensaje a Amelia.
-          Nos ha llegado esta advertencia ni bien arribar a Córdoba, pensamos que ha tenido que ver con la amenaza de Buenos Aires. –
-          No sabemos qué tan mal está el asunto – acoto la reina.
-          Ni que medios son seguros ni cuales no – asevero el rey
-          Por eso, al saber que estabais aquí, hemos decidido hacerlo llegar al ministro por medio de ustedes – continuo doña Leticia
-          Esperamos que el enemigo no conozca de vuestra presencia aquí y podáis cumplir con este encargo sin mayores inconvenientes – deseo don Felipe
A continuación la conversación viro durante unos minutos hacia temas más vánales, hasta que, terminados los cafés, los reyes se levantaron retirándose, no sin antes indicarles que siguieran al cónsul, que los acompañaría para salir de allí por algunas puertas singulares, de las que ellos tenían conocimiento.
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Siguiendo al cónsul entraron en una habitación, donde el funcionario los dejo solos, siguiendo estrictamente las ordenes reales.
Ya solos inspeccionaron la habitación, la habitación estaba casi vacía, solo un pequeño armario hacia las veces de mobiliario, junto a una destartalada silla colocada a su lado.
No había allí otra puerta que aquella por la que habían llegado y por la cual se habia retirado el cónsul.
Se miraron entre ellos e, inseguros, la abrieron, tras ella solo el pasillo que conducía hasta allli.
-          Por aquí no es – Pacino afirmo lo obvio
-          ¿quizás tras el armario? – sugirió Amelia intrigada ¿Qué sentido tenía que los hicieran jugar a las escondidas de esa manera?
Mas practico Alonso no dudo y sin casi esfuerzo movió el pequeño mueble. Tras el nada, solo una pared desnuda.
-          No, aquí tampoco hay nada –
-          ¿Entonces? – dudo Amelia desconcertada
-          ¿Habéis leído Narnia? – sugirió entonces Pacino, abriendo el pequeño armario lleno de extraños abrigos. Tras ello vio el pasillo de las puertas del ministerio. Sonriendo llamo a los otros
-          He, es por aquí vamos – y todos se precipitaron por allí, deseando llegar a casa de una vez….
Pero no fue así, una fuerte explosión sacudió la sala expulsándolos violentamente de allí.
El rey tenía razón, los enemigos del ministerio estaban activos.

Cuando se disipo el humo se encontraron en algún lugar que, seguramente, no era el ministerio del tiempo. Por lo menos no en 2019 ó 20.
Más bien parecía una callejuela de alguna ciudad antigua, posiblemente mediterránea a juzgar por el clima y las construcciones.
De pronto paso un joven a toda prisa, Pacino lo tomo para preguntarle donde estaban pero no lo pudo retener, el rapaz le pego un fuerte puntapié y siguió su carrera
-          Pues, veamos que pasa – se dijeron siguiendo la dirección que llevaba el mozo
Llegaron así a una especie de plaza donde una multitud se comenzaba a congregar frente a lo que parecía un palacio o edificio importante.
Las ropas de las gentes que allí había y, sobre todo unos soldados que vieron rodeando la plaza, les orientaron sobre la época y lugar a la que los había arrojado la explosión.
-          ¿Piensas lo que yo? – consulto Pacino a Amelia que estaba igual de asombrada que él.
-          ¿Estamos en la Jerusalén de la época romana? – se cuestiono luego de escuchar el habla de las gentes.
-          ¿Jerusalén? – pregunto Alonso incrédulo, pero poco más pudo decir porque de pronto unas figuras aparecieron en los balcones del edificio y la multitud estallo en una gritería que prontamente mudo a sepulcral silencio, cuando alguien de los del balcón se dispuso a hablar
El mencionado hombre se dirigió a la multitud y hablo.
-          ¿Qué dice? – le pregunto Alonso a Pacino, que como toda respuesta encogió los hombros indicando que él tampoco entendía nada
-          Parece que está diciendo al pueblo que, siguiendo la tradición local está dispuesto a liberar un preso…-
Tanto Pacino como Alonso se giraron a verla, asombrados de los conocimientos de su compañera que no dejaba de sorprenderlos
-          ¿Qué? – pregunto ella extrañada y molesta
-          Está hablando en Latín, lo enseñan en el liceo…dejen oír –
-          Esta preguntándoles si quieren que suelte a ese hombre – tradujo indicando al hombre a su derecha, un pobre tipo de aspecto humilde y sumiso, aunque de una porte digno raro de ver
-          Dice que el único delito que le encuentra es pretender ser rey de ellos…- pero no termino la frase, entendiendo de pronto para donde iba todo. La multitud mantenía un cerrado silencio.
El hombre del balcón siguió hablando, esta vez lo hacía dirigiéndose a quien tenía a su izquierda, un individuo de aspecto torvo, mal entrazado y de mirada esquiva.
De pronto un grupo de hombres, a pocos pasos de allí, estallo en un grito que todos entendieron.
-          ¡Barrabas! ¡Barrabas! –
-          ¿Están condenando Jesús? – Pregunto Alonso que había captado el mensaje
-          Eso parece – aceptaron los otros
-          ¿Estos hijoeputas prefieren a un asesino antes que al hijo de Dios? – se cuestiono.
-          Pues no si puedo evitarlo – gruño y, desenfundando la espada encaro para donde estaba el acusado, pero este ya había desaparecido, retirado por los guardias.
-          ¿Qué haces Alonso? No podemos intervenir –
-          ¿Qué no podemos intervenir? ¿para que creéis que esa explosión que casi nos mata nos ha puesto aquí? – y dando la vuelta encaro para la cárcel mientras exclamaba
-          Como que me llamo Alonso de Entre Ríos que he de hacer algo para salvar a ese Santo Varón! –
-          No Alonso, Alonso, ven – en vano llamo Amelia
-          Vamos tras el – dijo Pacino, tomándola de la mano para que no se le separe en medio de tanta gente.
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A pasos agigantados Alonso llego hasta la puerta de la cárcel, pero no pudo acercarse allí, por la cantidad de gente que rodeaba la salida, ansiosa de no perder el espectáculo.
Desde unos 50 metros pudo observar como un hombre con una cruz al hombro salía de allí y caminaba hacia el patíbulo.
Desesperado se santiguo y avanzo en busca de un lugar donde poder acercarse al prisionero
Lo logro unos cien metros más adelante, donde cubriendo la espada desenvainada con la capa espero que el condenado llegara, dispuesto a hacer lo que fuera menester.
A los tropiezos, con pasos oscilantes y débiles, de apoco, el hombre llego a él.
Hasta que lo tuvo frente a frente a frente, entonces no supo qué hacer.
El hombre, haciendo un esfuerzo sobre humano levanto la vista y le miro a los ojos
-          No Alonso, no intervengas, es la voluntad del Padre – le dijo con un hilo de voz.
-          Señor, déjame hacer algo por ti – rogo sin saber si era escuchado.
-          Toma tu cruz y sígueme – creyó oír le respondía
La multitud que seguía el espectáculo lo empujo entonces a un costado de modo que no pudo sostener al hombre cuando, unos pasos más adelante, tropezó y cayó al suelo dándose un fuerte golpe
-           Habeo te, et accipit crucem ! – ordeno uno de los soldados
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Unos metros más adelante Pacino y Amelia lograron acercarse hasta el lugar por donde pasaría el reo.
A lo lejos lo vieron llegar, su aspecto era sobrecogedor
-          Mira – Indico Pacino
-          Sí, mi Dios, ¡que injusticia! – casi lloro Amelia, que en voz baja había comenzado a rezar una letanía.
-          No, no, atrás –
-          Si ya se, Simón de Cirene trayendo la cruz – asintió sin ver, tan compungida estaba
-          No, no – negó el policía al tiempo que tomándola del brazo la puso en un lugar con mejor visión.
Al ver mejor el rostro le cambio drásticamente y la boca se le abrió en un grito que tardo una eternidad en salir de su garganta
-          ¡Alonso! ¡¿Qué haces allí?! -

Termina en "Camino de Emaus"
https://ytusarg.blogspot.com/2019/04/camino-de-eamus-fan-fic-del-mdt.html

Córdoba – Argentina
14 Abril 2019


Omar R. La Rosa
El Escribiente
@ytusarg